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Los 90 años de Nicanor Parra, el hombre que bajó a la poesía del Olimpo

Reescribiendo a Shakespeare, Nicanor Parra volvió a la escena literaria justo en la semana de su cumpleaños. Una oportunidad para recordar que, más allá de su veta humorística, el antipoeta es uno de los mayores responsables de quitarle la solemnidad a la poesía latinoamericana y bajarla de Olimpo.


Cuarenta años atrás la poesía latinoamericana se liberó de toda solemnidad de la mano de un chileno oriundo de Chillán de formación matemática. Nicanor Parra, el eterno candidato para el tercer Nobel nacional, publicaba su ya mítico "Poemas y Antipoemas" desatando de inmediato una escuela que hasta el día de hoy persiste. Hoy, al cumplir 90 años, su inclinación hacia la trasgresión y el absurdo entra nuevamente en escena.



Aunque el fervor por el centenario del natalicio de Pablo Neruda amenazaba con opacar todo en materia cultural, esta semana la poesía chilena logró una fuerte presencia pública al otorgarse a Armando Uribe el Premio Nacional de Literatura 2004; menos advertido pasó el cumplimiento de 75 años del nacimiento de Enrique Lihn y para coronar, el cumpleaños de Parra.



La fecha ha motivado, entre otras cosas, la reaparición pública y editorial del mismo Parra, que bajo la editorial de la Universidad Diego Portales, lanzó "Lear Rey & Mendigo", una versión personal del clásico de William Shakespeare. Hoy por lo demás, el Consejo Nacional de Cultura tiene programado dar inicio a un suerte de exposición itinerante por el subsuelo de Santiago dedicado al poeta.



Fuera la solemnidad



En agosto pasado, el poeta peruano Antonio Cisneros, ganador del Premio Iberoamericano José Donoso 2004, aseguraba que uno de los más grandes aportes de Parra había sido quitar la solemnidad al lenguaje poético, a través de lo cual, desfiguró las intenciones de certeza en el leguaje lírico. En un razonamiento similar, el académico Leonidas Morales ha apuntado lo que hace el antipoeta es "abrir un nuevo mundo una realidad que estaba ahí, pero que no aparecía como objeto poético".



En efecto, Nicanor Parra escribía en 1963 en su Manifiesto, "Que el poeta no es un alquimista" y añadía que por el contrario "Nosotros conversamos / En el lenguaje de todos los días / No creemos en signos cabalísticos". Abría un flanco de discusión destinado a evidenciar la crisis de la poesía de la primera mitad de siglo -y probablemente de toda la tradición.



Según el poeta y autor del libro ‘Del vanguardismo a la antipoesía’, Federico Schopf "los antipoemas provienen de una crisis interior a los poemas, tanto en su forma como en su contenido". Desde ese prisma, la ironía y humor que hoy se ligan a la figura de Parra parecen bastante inocentes en relación a la capacidad de tuvieron en su momento de liberar al lenguaje.



Voz desde el rechazo



Schopf añade que Parra está hablando desde el agotamiento de las vanguardias y en oposición a proyectos literarios que se han asociado a ideologías políticas constituyendo un hablante lírico abstracto. En ese sentido, lo que hace el antipoeta es construir una voz «desde el rechazo y también desde la recuperación de la poesía anterior -cualquiera sea su procedencia-, efectuando algo así como un reciclaje, pero girando su significado».



Y agrega el crítico, «Parra satura la escritura de los antipoemas con trozos de habla cotidiana y de otros discursos elaborados a partir de otros códigos, como el código científico, el jurídico, comercial, religioso, de la propaganda, etc., tradicionalmente contrapuestos al código poético».



De hecho, ya es de consenso que obras como la de Oscar Hahn, Enrique Lihn, Armando Uribe, o las más vanguardistas como la de Rodrigo Lira, existen gracias al espacio conquistado con, por ejemplo, esa frase definitiva: "Los poetas bajaron del Olimpo".



El mismo Lihn escribiría lúcidamente en 1963 "que el antipoeta no sólo se siente el igual de todos. A este sano unanimismo puede conjugarse, para usar una expresión típica de Parra, ‘la más completa sensación de fracaso’". En otro registro, a principios de este milenio, Roberto Bolaño, estaba convencido que Nicanor perviviría en el nuevo siglo y si bien aseguraba que su voz impulsaba a la juventud, negaba que tuviese algo de novato.



"Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado", planteaba el autor de Los Detectives Salvajes.



Activo ostracismo



Si bien la mayor renovación a la poesía la realizó durante las décadas de los ’60 y ’70, Parra ha seguido activo durante sus últimos años profundizando su veta humorística y transformándose en una suerte de clown ajeno a las consideraciones políticas. Recluido en su casa de Las Cruces, apenas irrumpe en la escena, da muy pocas entrevistas y en el lanzamiento de su último libro fue ovacionado como una verdadera estrella del espectáculo por los jóvenes.



Hoy, domingo, y tras la inauguración del ministro de Cultura, José Weinstein, se dará marcha al primer tren del metro dedicado enteramente a la poesía; justamente a la del antipoeta: durante todo este mes circulará un carro boa de ocho vagones revestido con frases-poemas y una exposición de textos y artefactos, a lo que se sumará además un clip de 30 segundos en TV Metro. Parra en el subsuelo.



Lea el Manifiesto de Nicanor Parra

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