Publicidad

El origen de una leyenda: los Diarios de motocicleta del Che Guevara

La cinta de Walter Salles cuenta nada menos que el inicio de todas las motivaciones del revolucionario. Con una alta preocupación estética, convence sólo a medias; más que todo, profundiza un mito y ahueca una historia con demasiadas ambiguedades para fijar su origen en un año.


Antes de liderar la revolución cubana y embarcarse sin suerte en la emancipación latinoamericana, Ernesto Guevara fue un joven de buena familia, asmático y con muy pocas aptitudes para el baile. El origen de lo que a estas alturas es la leyenda del Che según la cinta del brasileño Walter Salles, Diarios de Motocicleta, es un viaje de más un año que el mismo comandante hizo a los 23 años junto a su amigo Alberto Granados por Latinoamérica.



La primera muestra en Chile de la película fue vista ayer por más de 220 personas que coparon la sala del Cine Club de la Universidad Austral de Valdivia, el que fuera el punto de partida de Festival de Cine de dicha ciudad once años atrás. Justamente en el marco del evento, y tres semanas antes de su estreno comercial, Diarios de Motocicleta presentó sus cartas y convenció, pero a medias.



Precedida por una fuerte cobertura de los medios, dado que parte de las grabaciones de la cinta fueron rodadas en Chile y porque el Che Guevara está encarnado por la nueva estrella latina, el mexicano Gael García Bernal, la película está basada en un hecho real y finalmente decisivo para la historia del continente. El guionista, José Rivera, trabajó bebiendo de los testimonios de ambos viajeros: «Diarios de Motocicleta» de Guevara y «Con el Che por Sudamérica», de Granados.



La trama central es sencilla: en marzo de 1952, antes de terminar sus estudios de medicina, Ernesto Guevara se embarca junto al bioquímico Alberto Granados en un viaje desde Magallanes hasta la punta norte del continente, montados en una moticicleta llamada -con exceso de confianza- «La Poderosa». Una serie de dificultades sólo les permite llegar hasta Caracas, pero más que la distancia recorrida, es el viaje interior y el cambio fundamental que sufrirán los protagonistas lo que cuenta.



En Chile por Temuco, Los Angeles, Valparaíso y el desierto de Atacama; en Perú por Lima, el Cuzco, Machu Pichu y un leprosario en la amazonia peruana, son los centros que unen una travesía que por falta de recursos, los viajeros deben hacer al lado de los desposeídos. Sucios, sin un peso y con una motocicleta que sólo les servirá una mínima parte del trayecto, Ernesto y Alberto se empapan paulatinamente de una desigualdad e injusticia miserable que recorre todo el continente.



En Diarios de Motocicleta, el Che Guevara a los 23 años ya tiene un aire de líder solitario, reflexivo y carismático. Lo guía una tranquilidad a toda prueba que refuerzan una idea de que su ideología antes que nada, es totalmente pacífica. Sólo una frase, casi al pasar, delata su eventual trayectoria de comandante: la revolución no se puede hacer sin balas.



Sin balas ni enfrentamientos, Salles hace que Guevara realice un viaje iniciático y decisivo, en el que especialmente las tres semanas que pasa en el leprosario de la amazona peruana moldearán su conciencia de igualdad de los hombres. Ahí quizá uno de los problemas de Diarios de Motocicleta: plantear que el Che Guevara -o cualquier persona- pueda encontrar el camino de su vida en los ojos de un minero miserable o en un río que divide a los enfermos de los doctores. El punto, claro, es la dificultad casi insalvable de dar cuenta de las motivaciones de un hombre para volcarse a liderar la revolución latinoamericana en 128 minutos.



Sin embargo, más que esa complicación inherente, Salles tiene algo de culpa. En toda la primera parte de la cinta, los personajes se la pasan en un viaje de aventuras, apenas revelando lo que vendrá después. Por lo demás, la vocación fotográfica del director, lo llevan a presentar un paisaje latinoamericano exótico, a ratos trillado, que termina por atentar contra el filo miserable que supuestamente recorre el continente.



Es así que finalmente, la Diarios de Motocicleta lo que hace es profundizar la leyenda, el mito del Che Guevara; iniciar una historia que ya sabemos en qué terminará: poleras, afiches y marketing. Su peligro, y por supuesto, el de cualquier ficción que juega con hechos verídicos, es que dota a la historia de una estética y termina por simplificarla al quitarle sus ambiguedades.



________________

Publicidad

Tendencias