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Los desafíos públicos y privados para que el cine chileno sea un negocio

Prochile, la Sofofa, el reciente Consejo Audiovisual y realizadores inician alianzas para que tras la aprobación de la ley del Cine, en el año 2005 se pueda echar a andar una verdadera industria en torno al »séptimo arte».


Parece que más que hablar, ahora se trata de ir a los hechos. Después de años de discusión, el mundo audiovisual logró este año sacar del Congreso una ley del Cine que entrega una responsabilidad inédita a los realizadores. Paralelamente, al cierre del 2004 habrán llegado hasta los cines 10 películas chilenas, contando entre ellas el éxito -de crítica y público- que resultó ser Machuca. Todas las condiciones parecen estar dadas para que en nuestro país arranque una industria audiovisual, pero tampoco es sencillo.



Dos semanas atrás, la cabeza de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Juan Claro, propuso públicamente crear una alianza entre el mundo audiovisual y el empresarial para potenciar comercialmente el desarrollo del cine chileno. ¿Buenas intenciones? No sólo eso: la agrupación tiene fijado para marzo del 2005 un encuentro con los audiovisualistas. De hecho, la recientemente asumida secretaria ejecutiva del Consejo del Audiovisual, Carola Leiva, confirma la existencia de un diálogo.



«Es una intención concreta, aunque todavía es muy verde. Se está en conversaciones con algunas productoras, con la gente de la Sofofa y tenemos que ir concretando para llegar a puerto», señala Leiva, que por estos días trabaja en la constitución de los integrantes del consejo a su cargo.



En medio de esas conversaciones y negociaciones, la agencia del gobierno que maneja las exportaciones nacionales, Prochile, ha mantenido contacto continuo con el productor Alfredo Rates. Y el hombre sabe de lo que habla: director de la cinta La Niña en la Palomera, ha establecido alianzas internacionales como la Asociación de Productores Audiovisuales del Mercosur (APAM) y en el último Festival de Cine de Valdivia, encabezó la primera Mesa de Negocios con representantes internacionales.



"Estamos en un momento favorable a todas luces. Tenemos declaraciones del presidente de los empresarios. La gente se empieza a dar cuenta de la necesidad de tener una imagen país a través del cine", dice Rates.



Cifras industriales


Aldo Caoizzi en la filmación de Cachimba

Juan Claro no hablaba porque si. El sector audiovisual ha demostrado un dinamismo inusual: mientras en 1997 se realizaron 2 películas, en el 2004 llegarán 10 a las salas -tres de ellas con coproducción internacional. En ese periodo, además de 53 largometrajes, fueron producidos 21 cortos profesionales y 62 documentales. Y en general, los privados ya están en el ruedo: sólo el 25% del financiamiento de los trabajos proviene de fondos públicos.



Más cifras: según datos de Prochile en este año hay 13 productoras con más de 3 películas en su historia; 8 empresas proveedoras de equipos y 10 empresas de postproducción. Y aunque el término no se usa en el ambiente audiovisual, la realización de cintas genera los llamados «clusters»: «Algunas empresas se han especializado en proveer equipos y otras en los servicios asociados a una producción», dice un informe de la agencia de exportaciones.



Pero pese a la cifras, Carola Leiva es cautelosa. «Las condiciones van mejorando. Hablar de que en estos momentos estamos en una industria, creo que todavía estamos un poquito verdes. Pero claramente estamos trabajando para que en un futuro podamos serlo», asegura.



Para el director de Machuca, Andrés Wood, hay un problema fundamental que enfrenta una posible industria audiovisual en Chile: un mercado pequeño. «No sé cuando es industria. Se supone que cuando la gente se gana la vida constantemente haciendo películas, pero eso está lejos. Lo veo muy lejano aún", dice.



¿Industria?



A juicio de Wood, al cine nacional le falta exportarse. «Nos falta mucho posicionamiento afuera todavía, porque el costo de hacer una película es demasiado (en promedio 400 mil dólares) y con el público de aquí no siempre alcanza a financiarse», dice el cineasta, que a «puro pulso» ha logrado mover su cinta por Europa y en enero la estrena en Francia. Capítulo aparte es su postulación al Oscar, sobre el que está tímidamente esperanzado.



A la exportación, Carola Leiva añade que otro de los requerimientos para hablar de industria es producir más cine. «Necesitamos más producción de partida. Aunque creo que también pensar que el día de mañana vamos a poder producir 120 películas como lo hace España, no obedece a la realidad chilena. Pero estamos avanzado. Si comparas, en el ’97 teníamos dos», dice.



A la vez, Leiva señala que todavía el público que va al cine es reducido. Aunque no desconoce los éxitos de taquilla que han logrado Cachimba y Machuca (660 mil personas las vieron) -y las que ahora se perfilan, Promedio Rojo y Mujeres Infieles-, plantea que todavía es necesario elevar la cantidad de espectadores. De hecho, aunque los asistentes al cine tuvieron un salto de 1995 al 1999 (de 5 millones pasaron a 11,7), en el 2003 siguieron siendo casi los mismos (11,5 millones). De ese porcentaje, las cintas chilenas se llevaron el 5,6 por ciento de espectadores.



Pese a todas esas limitaciones, Alfredo Rates asegura que pensar en un industria no sólo debe ser una aspiración, sino que un deber. «Es necesario que exista una industria. No es posible que la gente haga una película en su vida o la haga por hobbie; en Chile hay una gran cantidad de profesionales audiovisuales de calidad que no pueden perderse», dice, y en efecto hoy existen 33 escuelas universitarias que están formando nuevo personal especializado para el sector.



Cine y Chile para exportar



Como parte de su labor, el área de Industrias Culturales de Prochile se mantiene en contacto con todos los actores que permiten el fortalecimiento del cine nacional; empresarios, realizadores y el Consejo de Cultura. Pero mira hacia afuera. En ese sentido, para el 2005 el organismo tiene fijado como meta el «aumento de las ventas internacionales del cine chileno en todos sus géneros y formatos».



Pero además pretende crear una Comisión Fílmica. La entidad, existente en muchos países, busca básicamente promocionar en el mundo las ventajas de filmar -en este caso- en Chile. En nuestro país, hay una experiencia específica en Valdivia, pero por ahora no está funcionando. (La página web está activa y puedes visitarla desde aquí)



Una Comisión Fílmica, no solamente pretende destacar las variedades del paisaje nacional sino que además poner de relevancia que aquí existe una «masa crítica capacitada para ofrecer servicios audiovisuales», que el sector «es dinámico y en crecimiento» y hay «equipamiento de última generación disponible». De alguna manera, lo que describe Prochile es una industria en ciernes.



Puede que sea coincidencia, pero Juan Claro antes de plantear una alianza entre el mundo audiovisual y el empresario, describió justamente lo que puede hacer una Comisión Fílmica. En el primer día del Simposio de Industrias Culturales, el presidente de la Sofofa usó como ejemplo la experiencia de Nueva Zelanda que a través de la película El Señor de los Anillos no sólo aumentó el turismo, sino que a la vez echó a andar toda una industria audiovisual de punta. "¿Por qué no lo podemos hacer en Chile?", preguntó y propuso el líder empresarial. El desafío está en pie.



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