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Una personalidad ineludible de los últimos 50 años de historia

Desde Curepto a la Escuela Normal, y desde ahí a las lides políticas. El quiosquero que la acercó a la izquierda. Su relación con Jorge Muñoz, el padre de sus dos hijos. El duro exilio y la clandestinidad de una mujer apegada a su tierra.La decisión de emplear »todas las formas de lucha» y su aventura presidencial


Gladys Marín Millie nació el 16 de julio de 1941 en el pueblo de Curepto (VII Región). Su madre, Adriana, era profesora, mientras que su padre, Heraclio, era un campesino muy enamorado, que dejó muchos hijos repartidos por todas partes, y que mientras estuvo con Adriana fue administrador de un club social. Aunque éste se marchó cuando ella tenía sólo tres años y sólo pudo volver a verlo cuando falleció, Gladys parecía no estar molesta.



"Tengo una imagen simpática de mi padre, me gustaba esa cosa aventurera suya, las historias que me contaban de él. Nunca tuve traumas por su abandono, ni resentimiento, ni vergüenza", señaló en una entrevista con la revista de las Juventudes Comunistas (JJCC).



Sin el padre, la familia se trasladó a Talagante, donde vivió gran parte de su infancia. Posteriormente, viajó a Santiago junto a sus hermanas Nancy, Sonia y Silvia para estudiar en la Escuela Normal, donde se recibió de profesora con especialidad en Educación Diferencial.



Fue precisamente en este lugar donde tuvo su primer acercamiento a la política, ya que fue dirigente de la Juventud Católica, y rápidamente escalaría hasta transformarse en presidenta de la Federación de Estudiantes Normalistas y dirigente de la Unión de Profesores de Chile.



Pronto se unió a las movilizaciones estudiantiles para exigir una rebaja al pasaje escolar, manifestaciones que la acercaron a jóvenes del Liceo Valentín Letelier, con quienes se interesó por el comunismo. Según ella, es ahí donde descubrió "a la gente obrera con conciencia" como el quiosquero de la esquina, el "Cojo" Díaz, quien le habló de Salvador Allende.



"Yo me deslumbré con los obreros ilustrados que me enseñaban. Eran los tiempos democráticos de este país, de la sensibilidad social: los poetas, los escritores, los intelectuales, todos estaban motivados por las huelgas, por la solidaridad", señaló Marín.

Miles de personas han llegado a despedir a Gladys Marín, quien ingresó en 1958 al PC, el partido de toda su vida.(Foto El Mostrador.cl).



La llegada al PC



En 1958 materializó su ingreso a las Juventudes del Partido Comunista, donde conoció al dirigente y estudiante de ingeniería en Minas Jorge Muñoz, con quien se casaría dos años más tarde, el 4 de abril de 1960. Con él tendría dos hijos: Rodrigo y Álvaro.



Cuando el PC volvió de la clandestinidad impuesta por la Ley de Defensa de la Democracia – dictada por el presidente Gabriel González Videla-, Allende levantó su segunda candidatura presidencial y Marín se sumó por primera vez a la campaña desde la juventud de ese partido.



Asimismo, como una forma de saber más sobre el comunismo, en 1961 decidió viajar por primera vez a Cuba, donde conoció a Fidel Castro y a muchos miembros de la revolución de ese país, concretada apenas dos años antes, dando inicio a una de las afinidades ideológicas más perdurables en la lucha revolucionaria en América Latina.



Durante la tercera candidatura de Salvador Allende en 1964, Marín se integró al Comité Central de las JJCC y al año siguiente, a los 23 años, se transformó en una de las diputadas más jóvenes de la historia del país, haciendo su debut en el Parlamento, y en 1969 sería reelecta.



Luego del triunfo de Allende, en su cuarta postulación, participó fervientemente en el gobierno de la Unidad Popular, que sería derrocado en septiembre de 1973 por el golpe de Estado encabezado por el entonces comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet Ugarte, y que le costó la vida a numerosos simpatizantes de Allende, principalmente socialistas y comunistas.

El PC informó que hasta las 22 horas de hoy estará abierto el ex Congreso Nacional para despedir a Gladys Marín.(Foto El Mostrador.cl).



La etapa más dura: resistencia y clandestinidad



Un llamado a mantenerse en el puesto de combate y defender "lo que el pueblo ha conquistado" hizo Gladys Marín el 11 de septiembre de 1973, a través de la Radio Magallanes, la misma emisora que utilizó Allende para dirigirse por última vez al país.



«Con el Golpe de Estado se me derrumbó la vida, lo que yo estaba construyendo, mi esperanza, mi alegría, mis sueños", admitió en más de una oportunidad la dirigenta.



Durante el régimen militar se vio obligada a vivir en la clandestinidad bajo las "chapas" de Manuela, Varinia, Virginia e Isa (por su amiga Isabel Parra) con diferentes atuendos y cambios en su rostro, que le permitieron salir y entrar al país sin ser reconocida por los organismos represivos.



Según Marta Contreras, una de sus amigas más cercanas, a Gladys era a quien más le dolía vivir en el exilio, pues era una «mujer de la tierra. Le encantaba recordar las carretas, el andar a caballo y los caminos desde Curepto", recuerda.



La propia Gladys Marín, en una entrevista con el periódico El Siglo en 1999, señaló que «adoraba esas cosas que cuando vuelves ya nunca son iguales, porque tú en la ausencia te lo imaginas todo tan grande, las casas, los patios, los huertos. En resumen, si yo no tengo tierra me muero».



Sus últimos encuentros con Jorge Muñoz



El 7 de noviembre de 1973 Jorge Muñoz le escribió a "Curanipe" -que en mapudungún significa piedra pequeña, ovalada y brillante-, como le gustaba decirle a Gladys: "…nuestro amor es como la lumbre, la fogata cálida entre las araucarias. Me hace bien escribirte. Nuestro amor me da fuerzas, me hace más puro. Te quiero Gladys, mi Gladys".



Seis meses después de este mensaje, Marín se estableció en Moscú y mientras estaba en Costa Rica, el 30 de abril de 1976, se enteró de la detención de su marido. Por esos años la Operación Cóndor, aquel operativo a través del cual los regímenes dictatoriales de Sudamérica ejecutaron e hicieron desaparecer a sus opositores, se encontraba en pleno desarrollo.



Sin embargo, Gladys nunca perdió las esperanzas de encontrarlo con vida. En 1998 "alguien salió diciendo que tenía antecedentes sobre gente con vida, yo me deshice. Además mi intuición e imaginación funcionan mucho y he pensado que lo tienen en alguna parte… por algún motivo siempre lo vi en Paraguay", señaló en la misma entrevista.



Sus hijos



A sus hijos sólo pudo volver a verlos en 1987, cuando Rodrigo tenía 23 años y Álvaro 22. Durante todo el régimen militar estuvieron al cuidado de sus abuelos paternos y de su amiga de toda la vida, Marta Friz. "Yo tenía diez años recién cumplidos, Rodrigo doce y quedarnos sin nuestro padres producto del golpe militar fue muy fuerte para nosotros", rememora Álvaro Muñoz Marín.



Álvaro agrega que nunca les faltó nada junto a sus abuelos paternos, pero que también esa condición los obligó a madurar muy rápido, ya que "era difícil entender que personas a las que no le habías hecho nada vigilaran tu casa y agarraran a otros tíos,a muchos de los cuales no vi más".



Además, recordó el primer encuentro con su madre, tras un prolongado distanciamiento, y que entonces tenía una identidad falsa, en Bariloche, Argentina. "Fue lindo, obviamente no calzaban todas las cosas como ella hubiera querido, porque fue el primer encuentro, pero ambos esperábamos encontrarnos con ella", recuerda.



La decisión de emplear «todas las formas de lucha»



Aprovechando los constantes viajes secretos al extranjero, Gladys Marín se encargó de convencer a la dirección externa del Partido Comunista, recogiendo el estado de ánimo del aparato interno del PC; de impulsar la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM)



De esta forma, en 1980 consiguió en Moscú, el apoyo para sus planes de un grupo de intelectuales radicados en la ex República Democrática Alemana (el llamado Círculo de Leipzig) y del entonces secretario general del PC, Luis Corvalán, liberado poco antes a través de un «canje» por un disidente soviético. Corvalán hizo un discurso en Suecia, que se propaló a través de las ondas de la Radio Moscú, donde dio a conocer el plan de activar «todas las formas de luchas» y se autocriticó por la denominada carencia de una «política militar» por parte del PC previa al golpe de 1973.



Dos meses después, decenas de militantes comunistas fueron enviados en secreto a Cuba y a Bulgaria para entrenarse como militares en las escuelas castrenses de ese país, y ese núcleo posteriormente daría vida a lo que fue conocido como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el brazo armado del PC.



"El FPMR durante el gobierno de la dictadura no fue un grupo terrorista, fue un grupo de gente que tuvo todo el derecho y el deber de rebelarse contra la dictadura. Fue un aporte a la reconquista de la democracia", señaló Gladys Marín taxativamente en 1991.



Asimismo, respaldó la internación de armas a través de la playa de Carrizal Bajo (III región) y el fallido intento de asesinato de Augusto Pinochet en el Cajón del Maipo, en 1986, afirmando que el deseo de eliminarlo era un sentimiento colectivo que anidaba en parte del pueblo chileno.



Incluso después de la división del Frente, en 1987,cuando éste se escinde en dos líneas: el FPMR autónomo, que liderado por Raúl Pellegrín, se embarca en la «guerra patriótica nacional» y da la espalda a cualquier salida pacífica gestada a partir del régimen dictatorial, y el «Frente Partido», que luego dará origen al MPMR (Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez», Gladys tuvo palabras de elogio para dirigentes como Galvarino Apablaza -el «comandante Salvador»- que se quedaron en el Frente Autónomo, al que recordó en más de una ocasión como «un gran compañero».



La aventura presidencial



«Ahora se habla mucho de las candidatas a la presidencia, pero ella siendo muy joven, fue diputada y líder de la juventud de su partido», recuerda Gonzalo Muñoz, dirigente de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos.



En 1983, Luis Corvalán ingresó clandestinamente a Chile, con el objetivo de organizar a la colectividad, pero Marín lo convenció que se mantuviera escondido y sin quererlo, durante ese período se erigió como la figura más fuerte dentro del partido debido a sus aceitados contactos con el aparato del PC en las sombras y las nuevas generaciones dirigenciales de relevo.



En agosto de 1994 fue nominada secretaria general del PC en reemplazo del escritor Volodia Teitelboim, quien ocupó el mismo cargo tras el retorno a la democracia como prenda de unidad entre «duros» aún volcados a tesis rupturistas y los sectores más inclinados hacia la Concertación, convirtiéndose en la primera mujer comunista que ocupaba ese cargo a nivel mundial.



En 1999, en las elecciones presidenciales donde se enfrentaron Joaquín Lavín y Ricardo Lagos, la candidata oficial del PC y la izquierda extraparlamentaria fue Gladys Marín. En ese escenario polarizado, obtuvo sólo un 3,8% de los votos, aunque prefirió hacer hincapié en que fue una de las primeras mujeres en postular a La Moneda, junto a la ecologista Sara Larraín.



"De igual forma estaba orgullosa de ser distinguida por el pueblo como una persona luchadora y consecuente, además de ser la primera mujer en postular a este cargo", recuerda Marta Godoy.



El 2000, en un nuevo reconocimiento, el Partido Comunista creó el cargo de presidente y Gladys fue la primera, y hasta ahora la única, en ostentarlo, mientras Guillermo Teillier pasaba a ocupar el estratégico puesto de secretario general.



Sus ideales programáticos



Un Estado social, democrático y nacional, que diera amplia cabida a los derechos del pueblo, era el ideal de Gobierno de Gladys Marín. En su programa se incluían temas como los derechos laborales de la mujer, la lucha contra la discriminación -donde se reivindicaba, entre otras cosas- la autonomía del pueblo mapuche, y la diversidad sexual y religiosa.



Desde el punto de vista económico deseaba desarrollar un plan de industrialización que regulara la producción del cobre, terminando con la sobreproducción de las transnacionales y revertir "la injusticia de la distribución de la riqueza", que no consiguió ser resuelta durante los gobiernos de Concertación, según decía.



En el plano interno, asimismo batalló contra las consecuencias del sistema binominal de elecciones que dejó a su partido sin representación alguna en el Congreso. En su lucha por los derechos humanos, la imagen de Gladys Marín empapada por un guanaco y arrastrada por Carabineros frente a La Moneda dio la vuelta al mundo y se transformó en un ícono de su actitud combativa. De hecho, esto le valió el respeto tanto de sus seguidores como de sus detractores, que vieron en ella a una mujer de una sola línea y absolutamente consecuente con sus ideas.



Ácida crítica de los Estados Unidos, también fustigó los males del llamado «socialismo realmente existente» que se vino abajo como sistema tras la caída del muro de Berlín, en 1989. Ferviente admiradora de la Revolución Cubana, fue condecorada por ésta luego de conocerse su enfermedad. También se mostró entusiasmada con la irrupción del zapatismo en Chiapas en el 2000 y con la «Revolución Bolivariana» de Hugo Chávez.




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