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Antuco: Disciplina militar admite reparos a una orden dada por un superior

Justo cuando hoy se realiza un acto en Los Ángeles que recuerda a las víctimas, el Ejército encontró hace unas horas el último cuerpo que faltaba: el del conscripto Avendaño, quien por reglamento no podría haberse negado a acatar la orden de marchar. Cheyre tuvo palabras de consuelo en horas previas a homenaje en Los Ángeles.


Aunque el conscripto Silverio Amador Avendaño, quien se convirtió en la última víctima encontrada ayer de los soldados que murieron en la tragedia de Antuco, le hubiera dicho a sus superiores que se negaba a marchar por la fuerte tormenta de nieve que caía en Los Barros, el pasado 18 de mayo, igual tendría que haber cumplido la orden entregada por sus superiores.



Así lo señala el artículo 20 del Reglamento de Disciplina Militar que puntualiza que si bien un oficial de menor rango puede advertir a su superior que la orden dada no es la correcta, si éste decide que se debe cumplir, a los subalternos no les queda otra que acatar.



"Toda orden del servicio impartida por un superior debe cumplirse sin réplica, salvo si el inferior que ha recibido la orden sabe que el superior, al dictarla no ha podido apreciar suficientemente la situación, o cuando los acontecimientos se hayan anticipado a la orden, o parezca que ésta se ha obtenido por engaño o se tema, con razón, que de su ejecución resulten graves males que el superior no pudo prever o la orden tienda notoriamente a la perpetración de un delito".



Se agrega que "en tales casos podrá el inferior suspender momentáneamente el cumplimiento de tal orden, y en casos urgentes modificarla, dando inmediatamente cuenta al superior. Si éste insistiere en su orden, deberá cumplirse en los términos en que fue dada".



El artículo precisa que "las responsabilidades que puedan resultar del cumplimiento de las órdenes corresponden al superior que las dicta. Los subalternos no pueden reclamar de ellas, ni comentarlas. Los superiores que dan órdenes y los que deben ejecutarlas están obligados a adoptar las medidas y providencias conducentes a la mejor ejecución de ellas".



Cadena de responsabilidades



Después de conocer este reglamento queda claro que en la tragedia de Antuco hubo varios errores humanos del personal a cargo de las cuatro compañías del regimiento de Los Ángeles. Cuando el mayor Patricio Cereceda ordenó que se iniciara la marcha no tomó en cuenta que el tiempo reinante en el lugar no era el más propicio para que soldados conscriptos, que llevaban tan sólo un mes y medio de instrucción, cumplieran la orden.



La otra equivocación la cometieron los capitanes Carlos Olivares y Claudio Gutiérrez cuando estaban a 800 metros del refugio de Los Barros y los soldados cruzaron el estero El Volcán y moraron sus vestimentas. Allí deberían haber regresado y no continuar porque las condiciones climatológicas y del equipamiento de los soldados no eran las más adecuadas para continuar la marcha.



Fuentes allegadas al Ejército comentaron a El Mostrador.cl que lo sucedido en Antuco claramente fue un hecho fortuito y que no hubo, por cierto, la intención de hacer daño. Agregaron que "no por causa de un accidente se frena un proceso de modernización de la institución, que ha actuado en forma transparente".





"Ninguno ha faltado a la lista"



Justo a pocas horas de que el Ejército rindiera un homenaje a las víctimas de Antuco, con el descubrimiento de una plaza en Los Ángeles con el nombre de los 44 conscriptos y un suboficial que murieron por acatar la orden de marchar en condiciones climáticas adversas, se encontró a las 14:45 horas de ayer el cuerpo del soldado Avendaño, quien era el último que faltaba por recuperar.

Fue el propio comandante en jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, el encargado de informarle a la madre del malogrado soldado que habían encontrado su cuerpo entre el Valle de La Luna y el Cajón de Los Barrancos. De esta manera cumplió con su palabra de que "no descansaría hasta encontrar al último de nuestro camarada de armas".

Hoy el ministro de Defensa, Jaime Ravinet, y el jefe del Ejército pasarán por la capilla ardiente del soldado Avendaño antes de irse a la ceremonia en Los Ángeles. Cheyre recalcó ayer que la historia no concluye aquí porque "ellos (los padres de los conscriptos) perdieron un hijo, esa herida no se cierra nunca, nosotros perdimos a 45 compañeros y camaradas de armas, esa herida tampoco se cierra".



"El acto de mañana (por hoy) es para solidificar ese pacto de compañía perpetua para enfrentar la adversidad y comprender no el por qué pasan estas cosas, que es otra etapa, si no que para qué y tratar de cooperar en todo lo que sea para mitigar el dolor de cada uno de quienes han sufrido mucho", aseveró.



Para Cheyre, "jamás se cerrará una etapa con esas familias. También quiero decirles que debemos sentirnos muy orgullosos como sociedad, juntos estuvimos todos estos días en la montaña, las expresiones de comprensión y solidaridad han sido inmensas. ¿Cómo nos vamos a olvidar de eso? Ninguno de los 16 mil soldados del Ejército se ha ido de los regimientos, al revés hemos aumentado la voluntariedad en nuestros cuarteles. Ninguno ha faltado a la lista y esa es la demostración de que el Ejército, sus soldados y su pueblo son uno, eso no hay que cerrarlo, hay que vivirlo para construir la serenidad y la tranquilidad que necesitamos todos los que tenemos esta herida abierta".



Cheyre dijo que el mayor logro es que todos los soldados fueron felices en su SMO. De hecho, comentó que el conscripto Avendaño "estaba con su cara serena al igual que todos los fallecidos. Estaba bajo la nieve, con su cuerpo intacto y, pese al tiempo, con absoluta normalidad. Lo que más me ha impresionado en toda la experiencia vivida es la serenidad en cada uno de los rostros y la generosidad de las familias".



Luego de hablar con la prensa, Cheyre se quedó algunos momentos en la capilla de la Comandancia en Jefe, donde rezó por el alma del soldado conscripto.



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