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Artaza: «Si me hubieran dicho defienda la persona de Pinochet, renuncio»

El ex diplomático Mario Artaza precisó que en su gestión abogó porque el general (r) fuera juzgado en Chile y nunca hubiera amparado a la persona del ex senador vitalicio. »Ahí habría presentado inmediatamente mi renuncia», asevera este ignaciano, quien comenta además la necesidad urgente de modernizar la Cancillería y opina sobre los embajadores políticos y los de carrera.


Cuando el ex embajador Mario Artaza tenía 16 años y era alumno del colegio San Ignacio, le preguntaron qué le gustaría ser cuando grande y dijo inmediatamente que su vocación era la diplomacia porque quería ayudar a la integración latinoamericana. Hoy ya retirado, después de 30 años de trabajo en el servicio exterior, y 17 años en el Banco Mundial, ya que tras el golpe militar fue apartado de sus funciones, se siente orgulloso de su carrera aunque no sabe si habrá cumplido a cabalidad su sueño de joven.



En su oficina del tercer piso del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, en la calle Condell, donde llegó en marzo pasado, y hace pocos días inició un taller sobre relaciones vecinales, tiene el diploma que obtuvo en la universidad de Virginia (EE.UU.) y una pequeña estatua del dios chino que protege a los trabajadores públicos del mal.



El ex embajador en Gran Bretaña, cuando detuvieron a Pinochet en Londres, en 1998, habla relajadamente sobre ese tiempo, en que no lo pasó nada de bien por las protestas de los piqueteros antipinochetistas que le recordaron su pasado en la Izquierda Cristiana. Incluso hicieron llorar a su mujer, cuando en el frontis de su casa, pusieron las fotos de los militantes de dicho partido que fueron asesinados durante el régimen militar.



Ex representante también en Washington y ex director general de Política Exterior de la Cancillería, Artaza también se refiere en esta entrevista -«la primera y la última» que da sobre el tema- a la urgente modernización a la que debe someterse el Ministerio de Relaciones Exteriores, que lamentablemente no se ha hecho hasta ahora, y sobre el polémico asunto de los embajadores políticos, que son tan criticados a la hora de ser nombrados por el Presidente.



-El nombramiento de este tipo de embajadores siempre genera polémica.
-En sociología se habla de los que están in y out. Los primeros van a decir que tienen que ser todos de carrera, los out dicen que también deben haber designados políticos.



-Lo ideal es….
-Una mezcla de ambas, pero con énfasis en la profesionalización. El Presidente de la República, dentro de sus facultades constitucionales, es quien dirige la política exterior de Chile y tiene el perfecto derecho de designar a algunos embajadores. Existe en el ministerio una buena masa crítica para seguir nombrando embajadores de carrera.

-Pero lo normal es que se paguen favores políticos cuando se nomina a amigos del Presidente en dichos cargos. Por ejemplo, Marcelo Schilling llegó a Francia sin saber el idioma de ese país y un ex director de Gendarmería fue nombrado agregado cultural en España.

-No quiero emitir juicios de las decisiones del Presidente. El señor Schilling es un chileno distinguido, cumplió años al servicio del estado.



-Insisto, sin dar nombres entonces en que lo usual es que se retribuyan favores políticos a través de dichos nombramientos.
-El Presidente tiene un juicio personal sobre la capacidad de estas personas y tiene la visión que va a cumplir una función de esa naturaleza en forma elevada. Tenemos íconos como poetas que han sido designados como embajadores.



-Como Pablo Neruda, por cierto.
-Ellos llevan el prestigio de su poesía y no han dejado fuera el prestigio de Chile, sin ser profesionales de la vida diplomática.



-Pero también se nombra a gente más política en esas funciones.

-Ello sucede en Estados Unidos y en muchos otros países. Si me pone en la disyuntiva de elegir entre el sistema norteamericano o el brasileño, sería ideal que en el chileno haya un porcentaje de funcionarios de carrera y, por otra parte, que existan chilenos muy distinguidos que vayan a representar al país por su nombre y sus merecimientos.



-Pero no siempre sucede eso.
-Si nombras de embajador a alguien que no tiene cultura, ni idiomas, que tiene una habilidad oscura, que no tiene estudios universitarios, no es necesariamente una buena destinación. El Servicio Exterior merece gente capaz y que no se nombre a personajes de segunda, sino que sea lo mejor de Chile. Es un sueño posible.

-En Brasil, ya que usted hizo ese referencia, sólo se nombra a funcionarios de carrera del servicio exterior como embajadores.
-Y eso es calificado de elitista y el británico igual. ¿Queremos eso en Chile? Si es así la comisión legislativa que estudia las reformas al Servicio Exterior lo decidirá, pero después no aleguen que son sólo los de cuna dorada los que llegan a ser embajadores.



-No seamos extremistas tampoco…
-No necesariamente hay que ser genio para ser embajador, pero no todos son muy, muy buenos. Muchos en el Servicio Exterior desearían ser embajadores, pero no todos ingresaron a él por la vía diplomática. En el Ministerio hay gente frustrada porque la carrera es lenta, el sistema de calificaciones no premia a los mejores. En Inglaterra hay un fast truck o vía rápida que es para personas jóvenes que tienen creatividad, personalidad e inteligencia y a ellos se les abre el paso. Se puede llamar a concurso dentro de la carrera para agilizar esas designaciones.

-¿Qué opina del proyecto para que los embajadores no puedan dedicarse a hacer lobby después de estar en esos cargos, donde obviamente manejan información privilegiada?
-Esa es una cuestión de transparencia, tendría que ser considerado para todos los sectores de la vida nacional. En Estados Unidos es muy corriente que gente del servicio exterior pase a trabajar al mundo privado en grandes empresas o en las suyas propias, y eso es aceptado sin mayores problemas. Debe estudiarse el tema.



Pinochet en Londres: un hito en su carrera



Cuando a Mario Artaza se le quiere hacer retroceder al 16 de octubre de 1998, fecha en que Pinochet fue detenido en Londres, acepta y exclama: «Eso si que es pasado y largo…». Enseguida recomienda, para tener un cuadro completo de lo que allí ocurrió, leer el libro de Mónica Pérez sobre el tema y el "Yo Augusto", de un autor argentino, donde se lo trata de una forma más novelada.



"La posición chilena era que Pinochet debe ser juzgado en Chile, ya que los delitos se cometieron aquí, y había varias causas abiertas en contra de él en los tribunales. Entonces, se asumía que él debía ir y responder ante la justicia en nuestro país. Esa posición, desde el momento mismo de su arresto, estuvo siempre bien clara. Yo coincidí con esa apreciación casi ,intuitivamente con la posición que tuvo el canciller de la época José Miguel Insulza. Esa identidad de estar en la misma onda nos permitió trabajar con gran armonía", dice Artaza.



-Pero se debe haber sentido en más de un momento con el corazón dividido.
-Si en algún momento el gobierno de Chile me hubiera dicho defienda a la persona del general Pinochet, yo habría presentado inmediatamente la renuncia. Si el partido al que pertenezco (el socialista) se hubiera salido del gobierno, yo salía inmediatamente de la embajada. Pero esa no fue la posición del Ejecutivo ni de mi partido: el señor Pinochet vuelve a Chile a presentarse a los tribunales, no actuamos en defensa del señor Pinochet como persona. No me sentí dividido, pero dejé en claro en una conversación con Mariano Fernández que si cambiaba de posición el gobierno tendría que traer un nuevo embajador.



-A Insulza y a usted le gritaron traidor.
-Todos los días. Me colocaban unos piquetes frente a la oficina y a mi casa. Cuando me despedí de las autoridades británicas, de la prensa y del pueblo británico, quienes me felicitaron por mi buena labor, había cinco tipos afuera de la residencia con pancartas que decían: "Artaza traidor", que al final los dejaron botados en la calle. Mi mujer mandó a buscar las pancartas y las guardó de recuerdo.



-¿Pero hubo algún momento en que se molestó con las protestas?
-Sí, una vez al llegar a mi casa había un piquete con fotos de todas las personas de la Izquierda Cristiana que murieron durante la dictadura. Me dolió, me hirió profundamente, mi esposa lloró. Esa gente no había entendido nada lo que estábamos haciendo. No queríamos proteger a quien había dirigido la muerte de todas esas personas. Queríamos que por razones de nuestra convivencia nacional, la estabilidad del gobierno, la gobernabilidad de Chile ese hombre debería venir para acá. Si se lo hubiera metido preso en España, ¿se habría descubierto todo lo que se sabe hoy? o estaríamos pensando «pobre caballero que ha sido un mártir».



-Para algunos es un mártir.
-Pero menos cada día. El desgaste se está produciendo en Chile.



-¿No le dio rabia haber apelado a su enfermedad para que no fuera juzgado en el extranjero y luego, cuando él llegó a Chile, se paró de su silla de ruedas y caminó?
-Eso…Poco a poco se ha ido demostrando todo…A mí me duele más que haya gente que esté más herida por lo del Riggs que por las muertes.



-¿Usted sabe si Lagos habló con Tony Blair por este tema?
-Lo ignoro porque no era Presidente. Además, yo no estaba en Londres. Salí en septiembre con destino a Washington.



-¿Qué cambios se produjeron cuando llega Juan Gabriel Valdés a la Cancillería en lugar de Insulza?
-Eso está narrado en el libro de Mónica Pérez…..

-Pero quiero su versión.
-Asume Juan Gabriel y yo partí a Washington. Hubo una gran continuidad, lo que pasa es que cada ministro tiene su personalidad, su punto de vista, su forma de actuar y Juan Gabriel Valdés puso su sello a su negociación y puso a Pablo Cabrera como embajador y ambos tomaron una actitud diferente, quizás, que terminó con la detención de Pinochet.



-¿Diferente en qué sentido?
-Siguió con la misma política, pero el énfasis estuvo más en la salud de Pinochet, en hacer presente a través de exámenes este asunto y llevar el tema de manera muy directa a los ingleses. También hubo una relación muy directa, al estilo de Valdés, con el ministro de Relaciones Exteriores de España…mientras yo estaba en Washington.



Sus encuentros con Pinochet



Artaza estuvo un año y dos meses mientras Pinochet estuvo detenido y en ese tiempo lo vio en dos oportunidades: en la noche de su detención y cuando lo querían trasladar a un hospital carcelario, cosa que finalmente no se hizo. "Sólo verifiqué el traslado a otro hospital y no era necesario ir a visitarlo en Virginia Waters, ni tomarle la manito, esa no era mi labor como embajador, lo que fue muy criticado por mucha gente".



En todo caso, ya se conocían con Pinochet. La primera vez que lo vio fue cuando visitó el Reino Unido en su época de comandante en jefe del Ejército, donde sólo sintió "curiosidad" por aquel personaje, para bien o para mal, histórico.



El embajador sabía, desde luego, que el ex militar se encontraba en Londres. Incluso el día en que fue intervenido recibió una llamada urgente desde Chile porque desde Alemania se informó que Pinochet había muerto en el quirófano.



"Eran las 20 horas en Londres y llovía. Llamé al agregado militar, el entonces coronel Óscar Izurieta, y me dice que es falso", señala el ex embajador en el Reino Unido. <br<




-¿Quién le avisó de la aprehensión de Pinochet?

-El agregado militar, el entonces coronel Óscar Izurieta Ferrer, me llama a las 23 horas y me informa de lo sucedido. Me vestí como bombero y partí al hospital que estaba cerca de las oficinas de la embajada. Estaba lloviendo y bajo el alero de un andamio estaba Izurieta, el médico y uno de los guardias, quienes me informaron lo sucedido.



-Entonces….
-Toqué el timbre, me salió un oficial de la Scotland Yard, me presenté y quise ver al senador vitalicio y me dijo que no podía. Le pedí su celular y me comuniqué a un servicio muy inteligente que hay en Londres, que es un oficial de guardia permanente en el Foreign Office, a quien le solicité que me comunicara con el subsecretario para América Latina, a quien le expliqué lo sucedido y le dí el número del guardia. Tras esa gestión me deja entrar.



-¿Cómo estaba Pinochet?
-Estaba durmiendo y la guardia me dice «ya, vamos» y yo le digo «no». Estaba de espalda con los ojos cerrados, le toqué el hombro y le preguntó: «General, ¿usted sabe quién soy yo?». Me responde que sí y le agregó «¿Usted sabe lo que le ha ocurrido?», y me mira. Entonces yo le cuento: «Usted ha sido detenido por un juez español que pide su extradición». Inmediatamente le dije si necesitaba algo y me dijo «Yo no he entrado a este país como un bandido, entré con pasaporte diplomático» y me pidió que le enviara su médico. Bajé e informé a la familia y luego me fui a la embajada.



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