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Álvaro Covacecich: El cine nacional se ha abierto camino con nuestra semilla

Fue uno de los íconos del cine chileno a fines de los ’60 y comienzos de los ’70, cuando miles de espectadores repletaban las salas para ver sus películas. Covacecich es, además, el responsable de »El diálogo de América», como fue conocida la histórica conversación filmada entre Fidel Castro y Salvador Allende. En el día del séptimo arte, una mirada al cine de ayer.


Estrenos nacionales que se multiplican y ganan premios en el exterior. Un fondo audiovisual que crece. Coproducciones internacionales, acuerdos comerciales para distribuir las películas en el extranjero. Con altibajos y excepciones, ese es, aproximadamente, el panorama actual del cine chileno. Algunos hablan de un momento de auge, que a estas alturas parece sostenido.



Hoy se celebra el Día Nacional del Cine, con exhibiciones fílmicas en todo el país. Algunas de ellas gratis, otras -todas las salas comerciales- con entrada rebajada a mil pesos, y con actividades que buscan fomentar el consumo y la producción del séptimo arte. Y aunque cualquier cineasta puede testimoniar lo complicado que es hacer cine todavía, el panorama ha cambiado sustancialmente desde hace un par de décadas, cuando ver cine nacional era más un tema de solidaridad que de real interés.



Las salas de cine tenían capacidad para más de mil personas, las proyecciones eran rotativas y los afiches, pintados a mano. En esa época, a fines de la década del 60, la cinta "Morir un poco", de Álvaro Covacevich, marcó un hito en la cinematografía nacional. En las décadas previas se habían estrenado "La dama de las camelias" (1947), "El tonto pillo" (1948) y "El gran circo Chamorro" (1955), todas de José Bohr, además de otras producciones como "Deja que los perros ladren" (1961). Sin embargo, "Morir un poco" fue la primera de la camada que más tarde se llamaría el "nuevo cine chileno". Hoy conmemoramos ese inicio con los recuerdos evocados por el autor de esta cinta, que marcó una nueva ruta para la pantalla grande nacional.



De arquitecto a cineasta



Álvaro Covacevich se tituló de arquitecto, y fue uno de los fundadores de la carrera de paisajismo en Chile. Versátil, apasionado y detallista, a comienzos de los ’60 no imaginaba que su futuro estaba en el celuloide. Si hablar de una industria del cine es pretencioso hoy, en esa época lo era más, cuando todo proyecto de este tipo era hecho a pulso.



Durante la construcción de los jardines de Américo Vespucio, empresa encargada a Covacevich, comenzó a gestarse en él la idea de hacer una cinta lo más realista posible. "Un día, buscando elementos que me faltaban para completar una obra, un hombre que trabajaba conmigo me hizo un recorrido muy extraño por distintos lugares de la ciudad. Vi cómo en algunos entornos me desenvolvía perfectamente y él no; y al revés, en otros, él se desenvolvía a la perfección y yo no. Esa diferencia me marcó mucho, hasta que di con la idea de representar esto en el cine: la historia del hombre común y corriente." Fue una idea tan poderosa que decidió retirarse del paisajismo para dedicarse a filmar.



Aunque parezca extraño, uno de los grandes desafíos para el cineasta fue encontrar al "protagonista". "Era muy difícil encontrar al ‘hombre común’ -relata. Yo avanzaba en los exteriores, en el ambiente, en la atmósfera que quería incluir en esta historia. Un día, filmando en Cartagena, entre la multitud apareció un personaje que me pareció que podría representar al hombre común. Me acerqué con mi equipo a hablar con él, que venía con su gente cargada de carpas, bolsos, paquetes. Le dije que quería filmar una película con él. Desde luego, todos los amigos que estaban ahí se reían y hacían muchas bromas. Aceptó, y me movilicé con él a todos lados."



Con la película lista, mostrarla en una sala fue otra gran tarea. El dueño del cine Windsor le permitió mostrarla durante dos días, sólo por apoyar la producción nacional. A esa sala con capacidad para 2500 personas, llegaron un día 15 y al siguiente, 17. "Con esa gente no se llenaban ni los baños", ríe Covacevich, y cuenta que, a pesar del aparente fracaso, un comentario de un acomodador lo hizo dar un paso osado. El empleado del local le contó que ambos días habían venido las mismas personas. El director pidió que "Morir un poco" se quedara en cartelera ese fin de semana, y debió prometer al dueño que compensaría las pérdidas, puesto que para esos días estaba programado el estreno de "Zorba el Griego", con Anthony Quinn.



Fui a hablar con el dueño del cine Windsor y le hablé de la película. Me dijo ‘una película que no tiene actores ni parlamento no es lo que estamos acostumbrados a ver. Y lo peor de todo es que es chilena", me dijo. No era una técnica estrictamente documental, porque tenía un hilo de ficción, pero el estilo era un poco como el cinema verité. Por apoyar el cine chileno, me ofreció dos días de presentación. El primero fueron 15 personas; el segundo, 17. Era una sala como para 2500 personas, y. La iba a retirar, y además iban a poner Zorba el griego, que estaba haciendo furor. Pero un acomodador me dijo una cosa muy curiosa: dijo ‘es verdad que hay poca gente, pero es la misma que vino antes. Eso me hizo dar un paso audaz: ofrecí al dueño algo parecido a cubrir los gastos del cine durante un fin de semana, para que dejara mi película. Lo que sucedió entonces, fue inesperado.



"Pasé por ahí el día viernes, y había algo como un incendio -recuerda. La zona estaba acordonada, los carabineros custodiaban el lugar y estaba lleno de gente. Cuando me acerqué, me di cuenta de que era gente que estaba tratando de entrar al cine. Quedó gente afuera. La película estuvo nueve meses y medio en cartelera." Su esquema respondía a lo que luego se conoció como cinema verité, y hasta el mismísimo Jean Luc Goddard tuvo palabras elogiosas para la obra. "Es el cine que se hace con una cámara en el hombro y una idea en la cabeza", dijo.



"Zorba el Griego" debió esperar casi un año para entrar a las salas nacionales, episodio que Anthony Quinn le recordó al director durante un encuentro en México. "Morir un poco" se proyectó en todo el país, y hasta hoy Covacevich guarda un anuncio de prensa regional que anuncia una exhibición de la cinta y más abajo sugiere: "traiga su silla".



Allende y Fidel



La consecuencia de su éxito en la pantalla grande fue la noción de que hacer cine en Chile es posible. Después de "Morir un poco" vendría la sátira al hippismo "New Love" (1968), y posteriormente, una serie de documentales.



Salvador Allende, por esa época presidente del Senado, había visto la ópera prima del cineasta varias veces, y le comentó alegremente ‘algún día vamos a hacer algo juntos". Ese día llegó cuando, ya siendo Presidente de la República, el mandatario socialista recibió la visita de Fidel Castro.



"Los canales de todo el mundo querían una entrevista con alguno de los dos, porque con ellos dos juntos era imposible -explica. Junto con Augusto Olivares, propusimos al presidente un plan: que se hiciera una película espontánea, que conversaran ellos sobre los temas que le interesaban al mundo, pero frente a la cámara. Era muy difícil. Fidel Castro nunca había dado una entrevista sin pauta. Pero finalmente aceptaron y se filmó". Esa película se llamó "El diálogo de América’, y hoy es un documento histórico. Luego vendría el registro del viaje hecho por Allende a las Naciones Unidas.



Tras el golpe militar, Álvaro Covacevich debió salir a México. Mucho de su material fílmico se había destruido, y tardó décadas en recuperarlo. En el país azteca siguió con el cine, principalmente documental, y recibió numerosos premios internacionales con obras como "Los tesoros de L’Hermitage" y "La odisea de Los Andes", sobre el accidente del grupo de deportistas uruguayos cuyo avión se estrelló en la cordillera, y con guión de Mario Vargas Llosa.



Y aunque tiene numerosos proyectos cinematográficos, ha explorado con éxito vetas como la gestión cultural, y a gran escala. Es uno de los principales responsables de la construcción del Centro Cultural Palacio de La Moneda, que se inaugura en enero del año entrante. Cuenta que la idea fue trabajada por muchos años, hasta que consiguió una audiencia con el presidente Lagos. "Le pedí una reunión de una forma que a él le cayó muy bien. Le dije: ‘Presidente, llevo diez años trabajando en un proyecto cultural para Chile. Deme usted un minuto por año para explicárselo". Él se rió y me dijo ‘no se lo puedo negar’. Eso fue en noviembre. En febrero nos reunimos, le entregué toda la información y él la aceptó de inmediato", relata, orgulloso.



Dice estar satisfecho con el estado de la creación cinematográfica actual en Chile. "Hoy creo que se ha abierto camino el cine nacional con estas semillas, que son las primeras películas que hicimos nosotros", dice, y mira por la ventana. Sabe que, en cierto sentido, el día del cine, tiene un lugar con su nombre.



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