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Análisis post-foro televisivo: La curiosa unanimidad de los ‘debates’

El comportamiento moderado de todos los candidatos, dentro de los márgenes que les permite su ubicación en el espectro político, indica que todos ellos están actuando en función de los focus-group y otros instrumentos de medición de la opinión pública, y que en momentos de confusión y río revuelto no es malo pensar que la mejor salida es por el centro.


Si algún observador extranjero hubiera tenido este miércoles por la noche la peregrina idea de sintonizar el ‘debate’ presidencial organizado por Anatel, tenía el perfecto derecho de haberse asombrado ante la curiosa unanimidad que hemos alcanzado los chilenos. En efecto, a poco andar habría descubierto que los candidatos cultivaron como nunca esa vieja práctica de la política criolla de que "el que se mueve no sale en la foto", por lo cual todos extremaron su cautela a punto tal que no pasó prácticamente nada que se saliera de los moldes de lo previsible.



Así, si en el primer encuentro escenificado por CNN-Canal 13, a mediados de octubre, los postulantes concordaron en que la desigualdad de la sociedad chilena era el tema principal que les quitaba el sueño, esta vez agregaron a sus puntos de consenso la preocupación por los excluidos del modelo. Entre los cuales, aunque parezca majadería repetirlo, están las mujeres, los jóvenes, los jubilados y pensionados, y los mapuches, como se encargaron de repetirlo cada cual a su turno, con mayor o menor énfasis.



Las ocho preguntas planteadas por los periodistas, en la hora y media que duró la emisión, no ayudaron por cierto mucho a mover el tablero. En la primera, sobre las diferencias en materia de límites marítimos con Perú y el tratamiento del caso Fujimori, Hirsch planteó que este último debió ser expulsado en cuanto puso pie en Chile, mientras Lavín, Piñera y Bachelet coincidieron en que este tema partió mal pero al final tuvo un resultado positivo, pues se está operando de acuerdo a las leyes vigentes.



El segundo tema fue la encuesta CEP y allí afloraron las divergencias en la Alianza. Lavín dijo que la suma de las adhesiones de sus dos candidatos supera a la de la abanderada de la Concertación, como si estos votos fueran mutuamente endosables en el caso de que uno u otro de los postulantes de la derecha pasen a segunda vuelta. Piñera allí estuvo ocurrente, pues recurrió a la metáfora de la embarazada en su noveno mes, deseosa de que llegue luego el parto. Aunque sin ocultar que "no hay empate técnico", porque «mi nivel de rechazo -dijo- es mucho más bajo».



Bachelet, en tanto, sin concederle al sondeo la garantía de autenticidad como oráculo, dijo no obstante que está acostumbrada a trabajar con los datos existentes para intentar modificar la realidad. Y, por tanto, sólo resta redoblar esfuerzos en los 25 días de campaña que quedan para que, en primera o segunda vuelta, pase lo que todos saben que va a pasar: que será la Presidenta. Y Hirsch restó validez a las dotes predictivas del CEP, recordando que en las municipales de 2004 pronosticaron para su sector un 2% y finalmente obtuvieron casi un diez.



El tercer interrogante abordó el tema de la exclusión. Piñera recordó que hay medio millón de cesantes -los mismos que encontró Lagos al llegar al poder, según su razonamiento- y a los pensionados, que han dejado de trabajar y no de vivir. Si no hay integración social, sentenció, el modelo pierde sustentabilidad moral. Bachelet habló de su plan de igualdad, pero, a diferencia de octubre pasado, quebró una lanza a favor de lo ya hecho por la Concertación en ese ámbito al haber "reducido la pobreza a la mitad" en 15 años de gobierno.



Hirsch aguijoneó, entonces, el diálogo con una punzada de ironía al señalar que "no es posible que los empresarios aplaudan de pie al Presidente Lagos. No he escuchado que los trabajadores hagan lo mismo…" Y Lavín remató su faena recordando que la promesa central de la Concertación -"Crecer con equidad"- no se cumplió.



Comerciales y, digámoslo con franqueza, un coro de bostezos comenzaba a rondar ya Casapiedra, cuando una pregunta de Mauricio Bustamante, representante de Televisión Nacional, de tono claramente xenófobo (aunque después recalcara que ésa no fue su intención), agitó de nuevo las aguas: ¿Qué le diría a un chileno que siente que un extranjero le quita el trabajo?



Hirsch, rápido en reaccionar, sostuvo que "decir que hay medio millón de cesantes por los extranjeros es irresponsable". Como quien dice, "a otro perro con ese hueso…" Bachelet fue más diplomática y menos taxativa al responder, pero aún así recordó que muchos chilenos fueron inmigrantes (y no por voluntad propia) durante la dictadura de Pinochet. Y hasta Piñera y Lavín cerraron filas con sus contrincantes al concordar en que los inmigrantes no tienen nada que ver con el desempleo en Chile.



La posibilidad del matrimonio entre homosexuales, planteada por Iván Núñez, de Chilevisión, volvió a remover el avispero. Hirsch dijo que el país estaba preparado para estas uniones, tal como lo estaba para la democracia, aunque había quienes sostenían que ésta debía ser tutelada. Lavín, en cambio, rayó la cancha y sostuvo que para él el único matrimonio posible era entre hombre y mujer, y que "siento que debería haber más Dios en la sociedad chilena".



Piñera abogó, a su turno, porque las parejas de hecho, homosexuales o heterosexuales, puedan resolver problemas de herencia o de otro tipo en común, pues siendo cristiano "soy respetuoso de otras opciones". Y Bachelet aclaró que aunque no tiene en su programa el matrimonio homosexual, mira con buenos ojos la solución a la francesa del "pacto solidario", que dé seguridad jurídica a todas las parejas de hecho.



La sexta pregunta fue sobre los TLC, donde todos coincidieron en que estos no pueden beneficiar sólo a "los grandes", sino que deben ir también en beneficio de las Pymes. Pese a que Piñera y Lavín coincidieron en criticar los acuerdos con el Mercosur, que han ido en perjuicio, según dijeron, de la agricultura. Y Hirsch opinó que, en muchos casos, "nos están robando".



Bustamante quiso saber, a continuación, cuál era, a juicio de los postulantes, la mejor y peor propuesta de sus contendores. Lo que sólo sirvió para que Piñera dijera que "el tiempo de Lavín ya pasó, fue en el 99", y que ahora era tiempo de gobiernos de centro y unidad. Y para que Michelle Bachelet apuntara que "llama la atención que todos los candidatos parecemos de acuerdo en todo".



Se acercaba el remate, la conclusión de un debate que nunca fue tal, pues jamás hubo confrontación de ideas, de acuerdo a un formato que ostensiblemente no lo permitía.



Bachelet recordó que "soy una mujer de clase media, que tuve oportunidad de estudiar y por eso tengo un pasar digno", enfatizando su empatía con la gente y recordando que, junto con ser profesional, es ama de casa y va a dejar a sus hijos a la escuela. Piñera insistió en que "soy hijo de un funcionario público, y todo lo que he logrado ha sido con trabajo". Y Lavín remarcó que en los noventa minutos del cara a cara televisivo se habían cometido 500 asaltos y robos, prometiendo "mano dura con la delincuencia".



El minuto final fue una suerte de spot de campaña, repetido casi de memoria por los contendientes. Bachelet evocó su condición de madre, mujer y médico, y dijo "estar orgullosa de haber sido ministra de este gran Presidente que ha sido el Presidente Lagos" y "estar preparada para gobernar". Piñera presentó el eslogan de los "puentes que unan" a las necesidades insatisfechas con sus soluciones. Lavín encaró, a su vez, a Sebastián, retándolo a que "la gente decida quien pase a segunda vuelta". Y Hirsch lamentó que no se hubiera hecho ni una sola pregunta sobre derechos humanos.



Telón, despedida y a otra cosa. Los periodistas de los cuatro canales que participaron en el encuentro posaron con los candidatos en el improvisado estudio para llevarse una foto de recuerdo para la casa. Y los cortesanos de rigor y reporteros "de cancha" se precipitaron sobre el cóctel preparado para el "post-debate", al tiempo que pedían las acostumbradas reacciones políticas. Al momento de evaluar y pasar las cosas en limpio en el balance, las novedades, desde luego, no eran muchas.



A saber:



1) Michelle Bachelet se mostró mucho más asertiva y resuelta a la hora de defender las realizaciones de los gobiernos de la Concertación, que en el foro anterior, queriendo quizás así capitalizar en parte el alto porcentaje de aprobación con que se despide la administración Lagos y exponiéndose como una opción sólida de continuidad y cambio.



2) Lavín hizo reiterados llamados a la unidad de lo que de suyo parece desunido, como es la Alianza. Volvió a emplear en su retórica el lenguaje de los "socios" que se necesitan y dependen el uno del otro, lo que tal vez evidencie que haya serias dudas con respecto a los comportamientos unitarios en una segunda vuelta, en el pacto de la derecha.



3) Piñera reiteró sus insistentes mensajes tendientes a perfilarse como un referente del «humanismo cristiano, el centro y la democracia», en un nítido guíño al electorado demócrata cristiano. El empresario dejó en claro que Joaquín Lavín ya tuvo su oportunidad y que es el momento de crear una «nueva Alianza». Y en los temas valóricos se encargó de puntualizar que es creyente, pero al mismo tiempo «respetuoso de las otras opciones».



4) Hirsch subrayó su perfil antisistémico, pero cuidándose de no caer en estridencias que al final terminan siendo ahuyenta-votos. Está claro que pretende erigirse como alternativa, y para ello necesita que un buen número de votantes le concedan el crédito de su adhesión al menos en la primera ronda.



4) El comportamiento moderado de todos los candidatos, dentro de los márgenes que les permite su ubicación en el espectro político, indica que todos ellos están actuando en función de los focus-group y otros instrumentos de medición de la opinión pública, y que en momentos de confusión y río revuelto no es malo pensar que la mejor salida es por el centro.


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