Publicidad

Movimientos indigenistas: el nuevo actor político en Latinoamérica

Bolivia y Ecuador son los lugares en los que los pueblos originarios podrían influir de modo más determinante en el desarrollo de la región, según este académico. En Chile, afirma, sus reivindicaciones se podrán decidir en dos sentidos: universalidad jurídica o particularismos en la legislación para cada pueblo, como se hace en Canadá.


"Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto."




Mario Benedetti, "Noción de patria".



Los medios de todo el mundo llegaron hasta allí para registrarlo. Las personas se trepaban y permanecían arriba, en esa barrera histórica que de pronto se desvanecía. Con martillos, o con las manos, partían los trozos de cemento que luego se desmoronaban. Era noviembre 1989 y caía el Muro de Berín, anunciando simbólicamente el fin de la Guerra Fría. Con la caída de esa enorme construcción, cientos de fronteras que hasta entonces permanecían invisibilizadas, paradójicamente, comenzaron a hacerse notorias. Eran las identidades nacionales que irrumpían en el nuevo orden mundial.



La globalización inició -vía liberalismo económico- su ruta hacia la uniformidad. En el camino, las comunidades, reencontradas con sus propias voces, comenzaron a defenderlas. Es, precisamente, esta ‘aldea global’ -como la llamara McLuhan-, la que alberga hoy una enorme cantidad de grupos nacionales con una tradición, una religión y/o una lengua comunes, luchando por mayor representación y autonomía. El fenómeno, repetido a escala mundial, se ha dado también en Latinoamérica y hoy las demandas de los pueblos originarios -el principal tipo de naciones minoritarias en el subcontinente-, históricamente relegadas, cobran fuerza. En Bolivia, sin ir más lejos -donde en verdad no son una minoría, sino una mayoría-, por primera vez un Presidente indígena, Evo Morales, ha llegado al poder.



Gilberto Aranda, docente del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y coautor del libro Conflictos de identidades y política internacional, junto a Sergio Salinas Cañas, explica que este tipo de pertenencias nacionales están íntimamente ligadas a la lucha por reivindicaciones sociales, políticas, jurídicas o económicas. "Esto se hace, en algunos casos, con una lógica de identidad de resistencia que usa elementos del pasado premoderno con elementos modernos. Es un híbrido. Ollanta Humala habla del Tahuantinsuyo, Bolivia habla del bolivarismo, pero también con otros elementos", asegura.



En su opinión, se trata de tentativas cuyo futuro está por verse. "Son proyectos, quizás no terminan bien. Es una decisión que se tomó en Bolivia y no sabemos lo que va a pasar en Perú. Pero lo que se proponen es que los grupos tradicionalmente postergados y excluidos por los procesos de liberalización, sean incluidos e integrados a la decisión pública, bajo la promesa de que los beneficios materiales van a llegar a ellos".



Un aspecto más de la globalización



-Cuando termina la Guerra Fría y se reorganiza el mundo, comienzan a surgir con más fuerza las demandas nacionalistas. Sin embargo, da la impresión de que la capacidad de dar oídos a esas demandas es también en cierto modo una ‘moda’ global. Eso es una paradoja.
-Lo que sucede es que la globalización supone la centralización de los mercados centrales y homogenización de ciertas conductas, pero también supone fragmentación, exclusión y heterogeneidad. Declina -sin desaparecer- la identidad de clase, y en algunos lugares en los que se había formado Estados plurinacionales, diferentes comunidades comienzan a exigir su representación o su autonomía. Yo no le llamaría a eso moda, sino tendencia. En cualquier caso, es muy diferente como se está actuando en Rusia con las repúblicas como Daguestán, o Chechenia, -donde se han dado rangos de autonomía muy limitados-, de lo que está pasando en España, donde el estatuto catalán está avanzando de manera acelerada.



Algunas identidades nacionales exigen el derecho de representación y de autodeterminación, y el modo en que reacciona la autoridad está condicionado a si se trata de un mundo que valora la diversidad y la autodeterminación de los pueblos, o si ese mundo exhibe rasgos de centralismo típicamente moderno.



-En el caso de América Latina, ¿cuál ha sido la situación en términos de desarrollo e identidades nacionales?
-América Latina se incorpora tempranamente -tras la colonización- a esta idea de Estado-nación, y a su división jurídico-política, que es la que hoy conocemos. Sin embargo, muchas de las fronteras políticas no coinciden con el asentamiento de los pueblos originarios. Es el caso de los aymará, que están en cuatro países. En algunos lugares existen importantes minorías indígenas que no han tenido una representación histórica y cuyos derechos han sido abordados de manera paternalista. En los países andinos, y algunos mesoamericanos, las mayorías indígenas han sido ‘minorizadas’, aun cuando en algunos casos son más del 50%. Han sido sociológicamente tratados como minorías, porque sus derechos han sido reconocidos tardíamente y no han sido incorporados a la comunidad de beneficios.



«En Perú es un poco distinto, porque hay un proceso diferente»



-¿Cuáles son las comunidades nacionales minoritarias que podrían conseguir respuesta a sus demandas nacionalistas?
-Donde las comunidades indigenistas son más poderosas y pueden ser un actor político relevante en el futuro de América Latina es en Bolivia y en Ecuador. En Perú es un poco distinto, porque hay un proceso diferente; aun cuando el mundo indígena es muy importante, los procesos de mestizaje cultural son tan potentes que hoy el sector mestizo es el numéricamente más relevante, y no tienen la visibilidad que en los otros dos países.



En Bolivia y Ecuador las comunidades indígenas en algunos casos van a desestabilizar el sistema político o dar su anuencia; son actores protagónicos. En el caso de Bolivia, Evo Morales ha recogido un cúmulo de adhesiones que provienen también del mundo indígena, pero su discurso es más amplio cuando alude a los tradicionalmente postergados. Sospecho que lo que propone Evo Morales es otra modernidad. Un proceso alternativo al que se dio en Bolivia, donde fue una elite blanca la que condujo la acción política y el Estado. En Bolivia está todo por hacerse, porque a partir de otra modernidad plantea la reconstrucción de un Estado.



-¿De qué modo piensa que se conformará un panorama indigenista en Ecuador, concretamente?
-A pesar que el movimiento indigenista ecuatoriano puede percibirse algo debilitado respecto del papel y la dinámica que desempeñó hace seis años (enero de 2000) cuando aliado con el movimiento militar encabezado por el coronel Lucio Gutiérrez, fue protagonista del derrocamiento del gobierno de Jamil Mahuad, lo cierto es que junto con Bolivia es el movimiento indigenista más articulado políticamente de Sudamérica.



En primer lugar porque tiene una organización centralizada y representativa de la mayoría de las comunidades indígenas. Me refiero a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Enseguida, porque su principal demanda desborda la tradicional pugna por mejorar la distribución de la tierra, llegando a plantear como tarea ineludible la construcción de un Estado que reconozca y promueva las expresión de la plurinacionalidad del Ecuador. Finalmente, porque para lograr la referida demanda, más allá de los levantamientos, se ha constituido en sujeto proactivo en la transformación de las condiciones sociales y políticas. Es decir, participa en diversas organizaciónes tanto no gubernamentales de base como en instituciones estatales, lo que significa que canaliza parte de sus demandas a través del sistema, constituyéndose en un actor político.



-En el caso de Chile, si bien hay diferentes identidades nacionales, los indígenas son numéricamente menos. ¿Tienen posibilidades los mapuche o los Rapa Nui de conseguir la autonomía que demandan -en el caso de los mapuche, piden incluso un sistema propio de justicia-, más allá de los beneficios que le dé el Estado nacional chileno?
-En el caso de los mapuche, efectivamente hay una nación, que sin embargo nunca tuvo la noción de Estado. Son una comunidad de valores y tradiciones, al igual que los rapa nui y los aymará. No creo que Chile sea una nación homogénea, pero sí diría que es un país profundamente mestizo, en un Estado que rápidamente inoculó en esta población mestiza el germen de una identidad nacional. Esto contrasta con el mundo andino, donde es muy importante lo que pasa en Perú y en Bolivia, y eso es una diferencia. La pregunta que hay que hacerse en la sociedad chilena es qué tipo de reconocimiento habría que darle a las comunidades, si vamos a seguir en la senda de los universalismos jurídicos que da por terminadas las diferencias regionales, o vamos a avanzar hacia un particularismo jurídico, que es entregar grados de representación y autonomía a las comunidades minoritarias, pero que representan un acervo cultural muy importante. Esto último es lo que sucede en Canadá, donde sus comunidades indígenas tienen elementos de autonomía y discriminación positiva.


Publicidad

Tendencias