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El caso Riggs: La última bofetada


Las últimas escenas de su vida se podían leer en las secciones judiciales de los periódicos nacionales. Y una nueva mancha vino a arruinar el paradigma que tenían sus partidarios de Pinochet como el único dictador que no se habría enriquecida durante su mandato, como sí lo hicieron otros latinoamericanos que encabezaron cuartelazos.



En julio de 2004, una investigación del senado de los EE.UU. al banco Riggs determinó que Augusto Pinochet abrió cuentas en tal institución en 1998, mientras se encontraba en Londres bajo arresto domiciliario. De acuerdo al informe, el banco prestó ayuda a Pinochet entre 1994 y 2002 para poder crear empresas en el extranjero. Las cuentas abiertas a través de estas empresas habrían servido para evitar la asociación del dinero a su nombre, como forma de evasión fiscal. La investigación en Chile llega a las manos del juez Sergio Muñoz, quien ordena congelar las cuentas millonarias del retirado general y su entorno.



El Consejo de Defensa del Estado presenta posteriormente una querella criminal en contra de Pinochet, por evasión tributaria. A principios de 2006, la investigación llevó a que se procesara como cómplices de delitos tributarios a su hijo, Marco Antonio Pinochet, a su esposa, María Lucía Hiriart de Pinochet, y a su hija Lucía.



Tras la retirada de la inmunidad para establecer la responsabilidad de Pinochet en la matanza de opositores izquierdistas («Operación Colombo»), el juez Víctor Montiglio ordenó una serie de exámenes psicológicos, neurológicos y psiquiátricos. Aunque desde el punto de vista neurológico se mantiene el diagnóstico de demencia subcortical, este hecho no impide que Pinochet participe en un proceso. El 24 de noviembre de 2005 Montiglio dictó el procesamiento de Pinochet por tres delitos de secuestro calificado en el marco del caso «Operación Colombo». El 20 de enero de 2006 la Corte de Apelaciones de Santiago lo desaforó por 13 votos contra 5.



Hasta el día de hoy en Chile y en el mundo, y seguramente por muchos años más, la figura de Pinochet seguirá concitando tajantes diferencias: las de quienes, por un lado, lo consideran un dictador brutal que acabó con la democracia y las reformas de corte socialista de Allende o aquellos que, por el contrario, consideran que salvó al país del comunismo y lideró la transformación de la economía chilena hacia la modernidad.





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