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Analistas aplauden rapidez de Izurieta para dar de baja a dos oficiales

Guillermo Holzmann dice que se actuó bien pero que »lamentablemente el jefe militar está recibiendo las implicancias por haber hecho una sola ceremonia donde finalmente se superpuso lo militar y lo político». Juan Pablo Rosso cree, por su parte que »es inaceptable que un militar manifieste públicamente sus preferencias políticas». Y pide que ésta sea una doctrina explícita.


El jueves pasado la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, se encontraba en la graduación de oficiales de la Armada en Valparaíso cuando a eso de las 17 horas miembros de su staff de trabajo comenzaron a analizar los dichos del general Ricardo Hargreaves, ex jefe de la Quinta División de Ejército, quien defendió la labor de Augusto Pinochet en declaraciones formuladas al diario La Prensa Austral de Punta Arenas, después del deceso del ex jefe militar.



Blanlot, al finalizar la ceremonia y tras reunirse con la Presidenta Michelle Bachelet y el presidente de la comisión de Defensa de la Cámara, Patricio Hales, en un salón contiguo, decidió emprender viaje a Santiago para interiorizarse en profundidad de la situación del alto oficial que alcanzó unas pocas horas a estar en su nuevo cargo de jefe de la guarnicion militar de la capital, y durante todo ese lapso la ministra estuvo en permanente contacto con Izurieta por teléfono.



Al ser requerido el diputado Patricio Hales de la conversación que tuvo con las máximas autoridades de Defensa, dijo que primero que nada se había enterado por El Mostrador.cl de los dichos del general Hargreaves en la prensa magallánica, pues este medio electrónico reprodujo sus dichos a las 18:30 horas del jueves. "La ministra es extremadamente cuidadosa, discreta y estoy convencido de que tiene plena claridad que el curso de los acontecimientos los dirigía el general Izurieta y no necesitaba una intervención ni presiones de parte del gobierno".



En todo caso, ésta ha sido la peor semana de la gestión de Izurieta al mando del Ejército, o al menos la más agitada, ya que la muerte de Pinochet le ha ocasionado más de algún dolor de cabeza. El primero fue el llamado a la baja del nieto del ex uniformado por haber hecho un discurso de tono netamente político durante la misa fúnebre, sin pedir permiso además a sus superiores para tomar el micrófono, y luego la situación del general Hargreaves que apareció haciendo declaraciones a favor del ex jefe militar, mientras aún ejercía el comando de una de las divisiones más poderosas del Ejército, la que por su importancia estratégica depende directamente del ministerio de Defensa.



Lo que más sorprendió a muchos fue la rapidez con que actuó el general Izurieta para dar de baja al jefe de la Región Militar Austral a las pocas horas de conocerse a nivel nacional sus dichos, que fueron divulgados el martes 12 en Punta Arenas, pero que no habían tenido mayor trascendencia más allá del extremo sur del país.

Para Hales los días difíciles que ha tenido Izurieta son producto "del golpe de estado de 1973 y sus consecuencias que dejaron un Chile con una institucionalidad temblorosa cuya estructura costará muchos años afirmar plenamente, aunque aquí claramente tampoco estamos frente a una institucionalidad en peligro".



En su opinión, "los actores de todo este período inevitablemente viviremos en estado de alerta frente a las herencias que hemos recibido del golpe militar. Las Fuerzas Armadas han tenido que pagar muchos costos al verse involucrados en un golpe militar".



Superposición



El analista Guillermo Holzmann cree que Izurieta está recibiendo las implicancias de haber hecho una ceremonia fúnebre única para Pinochet, donde hubo una superposición de lo político y lo militar en los discursos tanto de la familia, como del ex ministro Carlos Cáceres y las palabras del propio Izurieta.



Precisó que el comandante en jefe del Ejército "está asumiendo no sólo el control militar en el sentido de hacer cumplir la disciplina, que es bastante clara en el caso del nieto de Pinochet, más allá de que se considere pertinente o no la baja por la falta".



Sin embargo a juicio del analista de la Universidad de Chile, "lamentablemente Izurieta está recibiendo las implicancias por haber hecho una sola ceremonia donde finalmente se superpuso lo militar y lo político".



Requerido en relación a si fue un error hacer la misa en la Escuela Militar, señaló que "hacer un oficio único cumple con los objetivos del gobierno, pero fue un error a mediano plazo la superposición de ambas ceremonias pues deja a Izurieta en un escenario complejo donde lo militar versus lo político".



Con respecto a la petición de renuncia al general Hargreaves, precisó que "las razones de la baja son claras: una entrevista de contenido político sobre Pinochet. El mensaje de Izurieta puede apuntar a que nadie puede hablar de Pinochet en el Ejército o quizás es más completo en el sentido de que nadie puede arrogarse una representación del Ejército respecto de Pinochet".



A su juicio, "Izurieta aún maneja el escenario post muerte de Pinochet y su discurso aparece suficientemente sólido y en la línea de lo que ha sido la doctrina institucional del Ejército desde el nunca más de Cheyre".



Para el especialista en defensa Juan Pablo Rosso la actuación de Izurieta estuvo bien "porque es inaceptable que un militar manifieste públicamente sus preferencias políticas. Eso es algo tan elemental que la baja de estos oficiales ni siquiera debería llamar la atención".



Además cree que "Izurieta actuó con sinceridad y no por temor a que la Presidenta Bachelet le pidiera la renuncia. No tenía dudas de que los iba a dar de baja inmediatamente no sólo por la gravedad de la falta sino porque cualquier demora en hacerlo habría puesto en tela de juicio la imparcialidad política que el Éjército ha intentado demostrar desde 1998", cuando Pinochet entregó el mando.



Sin embargo, puntualiza el experto, "resulta contradictorio que a estos oficiales se les haya dado de baja por expresar una opinión política en una ceremonia y una entrevista cuando aún quedan militares que lucen regularmente en sus uniformes condecoraciones alusivas al gobierno militar. Es evidente que éstas expresan una opinión política y, por lo tanto, su uso debería estar prohibido. ¿Habría sido aceptable que los militares que fueron ministros de Allende usaran una piocha que dijera «Se abrirán las grandes alamedas. 11 de Septiembre de 1973»? Por supuesto que no…".



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