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El positivo balance del año de Enrique Tapia a la cabeza de la Corte Suprema

El ministro originario de Concepción llegó con bajo perfil a la testera del máximo tribunal, pero se ha transformado en un real vocero de los intereses de los jueces de todo el país. La Suprema ha vuelto a tener un rol preponderante ante el gobierno y el Congreso por obra de un magistrado que sabe escuchar consejos y plantea directas líneas de acción.


El 9 de enero pasado el actual presidente de la Corte Suprema, Enrique Tapia Wittig, cumplió un año en la testera del máximo tribunal del país, y para este magistrado que llegó desde Concepción y que hasta entonces era desconocido por la opinión pública, han sido 365 días en los que ha estado permanentemente en el ojo del huracán y en conflicto con los poderes Ejecutivo y Legislativo,



Tapia llegó hasta la testera para reemplazar Marco Libedinsky Tschorne, quien cumplió un periodo en el que se vio enfrentado con la prensa y el permanente descrédito luego de aparecer involucrado como influyendo en la investigación de la jueza Gloria Ana Chevesich por el denominado caso MOP-GATE, hecho que marcó prácticamente todo su bienio.



El magistrado asumió además luego de que su amigo de años, el ministro Eleodoro Ortiz Sepúlveda, declinara asumir el derecho de antigüedad que le correspondía, debido a su delicado estado de salud, que finalmente causó su muerte a mediados de año y en una maniobra para detener la eventual candidatura de Ricardo Gálvez Blanco, identificado como el ala más conservadora del máximo tribunal.



Así las cosas, para muchos el magistrado penquista, experto en derecho procesal, era un hombre de transición y bajo perfil que no debía asumir mayores riesgos en su gestión, pero al poco tiempo demostró lo contrario y logró que la voz de la Corte Suprema se escuchara en otros poderes y la opinión pública.



El primer «gallito»



La primera prueba ocurrió a los pocos días de haber asumido cuando estalló el escándalo por el excesivo retraso de la tramitación de los procesos en los Tribunales de Familia y que tenían al borde del colapso el nuevo sistema de justicia estrenado en octubre de 2005.



El reclamo vino de los propios jueces de Familia, encabezados por Alba Llanos y Gloria Negroni, que hicieron públicas las denuncias de falta de infraestructura y personal en los nuevos tribunales, lo que estaba atentando contra la recta administración de justicia. Tapia se reunió con los magistrados e hizo suyo el reclamo planteando al ministerio de Justicia la necesidad de llenar las vacantes que permanecían pendientes y arbitrar otras medidas que permitieran desatochar los tribunales.



«Excesiva politización» de designaciones



Luego el magistrado debió enfrentar un conflicto con el Congreso cuando el Senado exigió las calificaciones del ministro Carlos Cerda Fernández para evaluar su llegada al máximo tribunal en reemplazo de José Benquis. Tapia negó las calificaciones, argumentando que eran secretas y adujo que sólo el magistrado calificado las podía revelar, pero luego de una conversación con Cerda lo autorizó para llevar sus notas al Congreso. Cerda finalmente fue rechazado por el Senado y en su lugar asumió la ministra Margarita Herreros, pero luego del veto Tapia criticó la excesiva politización de los nombramientos de ministros de la Corte Suprema.



En estos dos hechos, Tapia Witting demostró una de las más importantes características de su periodo y personalidad y que es su capacidad de escuchar los consejos de colegas y funcionarios cuando desconoce las materias que enfrenta. "Libendinsky no escuchaba consejos, asumía una postura y llegaba con ella hasta el final, en cambio Tapia pide consejos cuando no sabe y se deja guiar", aseguran en el máximo tribunal.



El magistrado además ha debido enfrentar un verdadero recambio generacional dentro del máximo tribunal, ya que durante el año pasado -por jubilaciones, decesos o retiro voluntarios- seis magistrados asumieron como nuevos integrantes: los jueces de carrera Margarita Herreros, Hugo Dolmestch, Juan Araya, y Héctor Carreño; además de los abogados externos Patricio Valdés y Pedro Pierry, llevaron nuevos aires al segundo piso del edificio de tribunales que se reflejó en las conclusiones de la jornada anual de reflexión del máximo tribunal.



Acusaciones y revuelo



Por primera vez el encuentro se realizó en Santiago y también de manera inédita las conclusiones de la reunión causaron un revuelo público y político. Los magistrados acusaron al Ejecutivo de no acoger sus requeriemientos, criticaron directamente al ministro de Justicia, Isidro Solís y reclamaron también en contra de los parlamentarios por el retraso en la tramitación de los proyectos de ley relacionados con justicia.



A los pocos días los jueces volvieron a enfrentarse con el Parlamento por la idea de los senadores de establecerles un horario de ocho horas de atención y limitar la realización de actividades académicas, lo que fue considerado como un "insulto" por el ministro Alberto Chaigneau.



En ambos conflictos los ministros Chaigneau y Gálvez han llevado las voces cantantes en el pleno, pero sin restar autoridad a Enrique Tapia, que ha aparecido como un importante interlocutor de las demandas del tercer poder del Estado.



Competencia en marcha



En los pasillos de tribunales se estima que la actitud de ambos magistrados tiene como horizonte final el mes de diciembre próximo cuando deba elegirse un nuevo presidente de la Corte y ambos compitan por reemplazar a Tapia Witting.



De acuerdo a la antigüedad le correspondería a Gálvez asumir la testera; sin embargo, dado el "conflictivo perfil " del magistrado, quien no habla con la prensa y es criticado por su posición ultracatólica, ligada a los Legionarios de Cristo, podrían hacer olvidar el respeto de la tradición. Hecho que sólo ha ocurrido una vez cuando en 1997 se evitó que Osvaldo Faúndez llegara a la testera, privilegiando a Roberto Dávila, pues el primer magistrado aparecía como opositor a la Reforma Procesal Penal impulsada desde el Ministerio de Justicia.



En contra de Chaigneau juega el hecho de que cumple oficialmente el límite de edad de 75 años el 1 de enero de 2008, por lo que al momento del "cambio de mando", el 5 de enero, debería estar legalmente fuera de la carrera judicial. Sin embargo, si la elección se desarrolla en diciembre Chaigneau como presidente electo podría quedarse otros dos años hasta terminar su bienio.



Chaigneau, presidente de la Sala Penal y ligado al movimiento de Schoenstatt, es considerado como un magistrado de alto perfil y con contactos privilegiados en todos los sectores políticos, debido a su participación en la Comisión de Seguimiento de la Reforma Procesal Penal y su calidad de representante del máximo tribunal ante el Congreso en los proyectos de cambios de la justicia penal, lo que plantearía la llegada de un hombre de peso jurídico, intelectual y político al principal sillón de la Suprema

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