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Escritores compilan en libro diferencias del lenguaje latinoamericano

Santiago Roncagliolo, Ronaldo Menéndez y Julio Trujillo mostraron en España los modismos que emplean los inmigrantes.


El escritor peruano Santiago Roncagliolo, el cubano Ronaldo Menéndez y el mexicano Julio Trujillo sacaron «de la calle» el lenguaje de los latinoamericanos que viven en España y lo llevaron al coloquio «Del diccionario al locutorio», que se celebró en la Casa de América de Madrid.



«El español sirvió de consenso para fijar las nacionalidades en los países de Latinoamérica y ahora ese flujo de ‘colonización’ a la inversa está revitalizando el idioma», aseguró Menéndez.



Si uno no ha salido de su país, la equivalencia de los vocablos de este idioma que hablan más de 400 millones de personas en el mundo puede ser un misterio, ya que aunque «significan lo mismo, no se parecen en nada».



El cubano recordó que para un vocablo tan neutro como «amigo», el español de la calle utilizaría la palabra «colega»; el cubano diría «socio» y el peruano se referiría a su «pata», mientras que cuando cualquiera de los tres se dirigen al trabajo, el español dice que va al «curro», el cubano a la «pincha», y el peruano a la «chamba».



También recordó otro «término importante»: la cerveza que, según explicó, en España tiene «carácter nominalista» ya que usan la materia en la que se sirve y utilizan términos como ‘caña’, ‘tubo’, ‘tercio’, ‘jarra’… mientras que en México o Perú «no nos complicamos, decimos chela para todo o chelita para un botellín».



Así, a una pregunta tan sencilla como qué vas a hacer esta noche, Menéndez bromeó con el público y contestó «si uno está en España diría que se va a tomar unas cañas con unos colegas del curro; si estuviera en Cuba diría: voy a una guira a echarme unos lagartos con los socios de la pincha; o si estuviera en Perú sería: voy a un toro a chupar unas chelas con mis patas de la chamba».



Todos coincidieron en señalar que lo que más les llamó la atención al viajar por primera vez a España, fue lo directos que son los españoles al hablar.



«Es un contraste muy fuere ver la violencia en la manera de hablar -de los españoles-, son muy directos, aunque eso es una señal de salud en la sociedad que demuestra que se pueden decir las cosas, mientras que en Perú somos muy corteses para hablar pero la violencia social es fortísima», dijo Roncagliolo.



«En América Latina hay muchas maneras para no decir las cosas», agregó, «el lenguaje no sólo incluye manera de decir las cosas, sino también manera de no decirlas», resaltó el escritor, premio Alfaguara 2006.



Del mismo modo señaló que «también es un instrumento que te acerca o no a las personas». De hecho, dijo, hay muchas palabras en los dialectos que marcan un estándar y aunque no existan en el idioma, sí existen en todos los dialectos del mismo como la palabra «pijo» (España), «sifirno» (Venezuela) o «súticos» (Argentina).



«Es una palabra despectiva para los nuevos ricos que no tiene equivalencia pero cada sociedad lo incluye», dijo.



Trujillo recordó el malentendido que pueden provocar algunas palabras como el uso del ahora, un adverbio «que se define a sí mismo y marca el tiempo» y que en la versión latinoamericana «ahorita», -«una palabra que posterga al pasado, un concepto perfectamente hueco»-, puede «sacar de quicio a un español». «Entre un español y el ahorita hay un abismo irreconciliable», aseguró.



El mexicano también destacó «el barroquismo» del uso de la palabra en América Latina, «ese formidable rodeo que sirve para tapar el hueco de lo que no sabemos» y que «surge para evadir no para embellecer», mientras que «el español no concibe más que la recta para unir dos puntos».



EFE

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