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Los «duros» que tienen en sus manos a Cornejo

El tribunal supremo de la UDI decidirá las sanciones contra el alcalde de Recoleta. El organismo descansa en dos personajes históricos del partido, con bajo perfil pero representantes del ala más conservadora. Uno fue el albacea de Guzmán, conocido por su carácter fuerte, el otro, ex director de Dinacos, estuvo en el ojo del huracán por promover la campaña de corte clasista »piteate un flaite».


Casi 20 años después, Juan Eduardo Ibáñez y Gonzalo Cornejo vuelven a coincidir en una instancia decisiva. En 1989, el empresario era uno de los más estrechos colaboradores del entonces candidato a senador Jaime Guzmán Errázuriz y como de muchas otras figuras UDI, también uno de sus principales financistas.



Gonzalo Cornejo recién terminaba sus estudios de Derecho en la Universidad Diego Portales, y se había integrado a la campaña de Guzmán como uno de sus protegidos. Ibáñez se encargó de "foguearlo" en el trabajo de campaña: "Me hizo sentirme como un gusano", contó el alcalde a La Tercera, recordando la ocasión en que Ibáñez lo retó después de recorrer una zona donde no había suficientes afiches del candidato.



De Guzmán a Luksic



Juan Eduardo Ibáñez Walker, controlador de la empresa de courier Chilexpress ha conseguido cultivar un perfil muy bajo, pero en la UDI saben que Jaime Guzmán confiaba a ojos cerrados en él. Estudiaron juntos en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica. Ibáñez manejó las finanzas del incipiente Movimiento Gremial surgido en esas aulas, luego las del partido y también el dinero que ahorraba Guzmán. El empresario respondió a esa confianza escogiendo al líder del partido como el padrino de una de sus hijas. Dedicado también al negocio inmobiliario (es dueño, entre otros, del Palacio Riesco, donde tiene su oficina) fue por muchos años asesor de Andrónico Luksic Abaroa y entre sus amigos más antiguos en el empresariado está Felipe Lamarca.



En la sede de Suecia 286 conocen de su carácter impulsivo, que lo ha llevado a enfrentarse con importantes figuras del partido, como el senador Pablo Longueira, cuando los seguidores del asesinado líder gremialista discutían dónde colocar el memorial en honor al ex senador. "Longueira no era partidario de construirlo en la Plaza Italia, sino cerca del Campus Oriente", dice un cercano a ambos. Ibáñez se mantiene firme como un gremialista ortodoxo, conservaba, hasta que ella murió, una relación muy cercana con Carmen Errázuriz, la madre de Jaime Guzmán y como gestor de la fundación que lleva ese nombre, no le ha temblado la mano al momento de tomar decisiones drásticas.



El año pasado fue el más notorio impulsor de la salida de Marco Antonio González, director ejecutivo de la entidad. No le importó que fuera uno de los favoritos de Guzmán desde que fuera su ayudante en la UC y uno de los abogados jóvenes más respetados de la tienda. "Es cierto que la decisión fue por unanimidad del directorio, pero claramente fueron diferencias entre los dos lo que hizo irse a Marco Antonio, el resto apoyó a Ibañez porque lo respetan mucho", dice un militante. Gonzáles actualmente trabaja como editor adjunto de Negocios en La Tercera.



Por eso no sería extraño que tampoco le tiemble la mano o ni siquiera saque cálculos políticos para evaluar desde el tribunal supremo la actuación de Cornejo, quien esta vez podría llevarse algo más que un reto.



El amigo de los "flaites"



Juan Eduardo Ibáñez es muy amigo de otra persona que integra el Tribunal Supremo. Ignacio Astete Álvarez fue hasta el año pasado el hombre fuerte y la última palabra en radio Carolina, hasta que vendió la estación al Grupo Dial, vinculado a Álvaro Saieh. Ibáñez fue presidente del directorio de la emisora cuando ésta conformaba una cadena con Radio Portales.



La figura de Astete consiguió cierta fama hace dos años cuando su radio encabezó una campaña cargada de clasismo denominada "Piteate un flaite", en alusión a los jóvenes de extracción baja. La "cruzada" puso furiosa a la diputada Carolina Tohá y a otras personas vinculadas a organizaciones sociales. "Decir pitéate un flaite es decir filo con los ‘patos malos’, rechaza a los ‘patos malos", fue la explicación de Astete.



Mucho antes de ser parte del tribunal supremo que tiene en sus manos la suerte de Gonzalo Cornejo, Astete se crió en los rincones más duros del Pinochetismo. A mediados de los ’70 fue designado por el régimen como miembro de la coordinadora estudiantil de la Universidad de Chile, una versión para la época de la Fech, mientras estudiaba Agronomía. Luego coordinó el Frente Juvenil de Unidad Nacional, la "célula" donde estuvieron Andrés Chadwick, Pablo Longueira y Patricio Melero, uno de sus mejores amigos. El ex propietario fue director de Dinacos, la oficina de propaganda del régimen y formó parte del directorio de La Nación. En 1977 Astete participó en el juramento a la bandera de Chacarillas, junto a otros jóvenes de la época como Hans Gildemeister, Coco Legrand, Joaquín Lavín y Luis Cordero, que renunció hace poco a la UDI. Por eso no sería extraño que Astete e Ibáñez, pertenecientes a la facción más conservadora del gremialismo, le den un castigo ejemplar a Cornejo, una figura que se ha esmerado en comportarse como un díscolo en una organización basada en la disciplina.


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