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Por la boca muere la UDI

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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La fuerza de las encuestas ha logrado lo imposible hace sólo algunos meses: que brotara piñerismo en la UDI. Ocasión más que propicia para recordar que el accionista de LAN ha debido sortear todo tipo de críticas, acusaciones y epítetos de grueso calibre de parte de sus aliados. No hay nada mejor que olor del poder para borrar con el codo lo escrito en la tinta de los diarios.


La eterna enemistad entre Renovación Nacional y la UDI, sin duda tiene su origen en la conformación misma de ambos partidos; la animadversión del gremialismo hacia Sebastián Piñera tiene directa relación con su carácter, según suelen replicar en calle Suecia. La desconfianza hacia el empresario es viva, por eso nadie vacila en atribuirle a él todas las desgracias de la tienda encabezada por Juan Antonio Coloma y de la derecha, en general, desde que decidió irrumpir en la arena política en 1988. De allí que la repentina simpatía política que algunos diputados de la UDI le han comenzado a prodigar tan generosamente tenga una sola explicación: poder.

Sólo así se explica que de «capitán veneno», como Iván Moreira lo bautizó el 22 de mayo del 2004, Piñera haya pasado a convertirse en poco menos que el capitán futuro. «Se ha convertido, en el último tiempo, en el capitán veneno de la política chilena (…), lo único que promueve con su actitud beligerante es la división de la centro derecha», aseguraba el diputado por La Cisterna en esa época. Actitud que contrasta con sus últimas declaraciones donde plantea que «lo importante es el futuro (…), cuando llegue el momento de decidir el próximo año, en abril, de llevar (una carta presidencial), si Sebastián Piñera se mantiene con el mismo posicionamiento que tiene hoy, no nos vamos a equivocar de nuevo y lo vamos a apoyar».

Un largo camino

Para llegar a esto, Piñera ha debido tener cuero de chancho. No son pocas las provocaciones de sus aliados que ha soportado y ha ido esquivando en su trayectoria política con un único objetivo: llegar a La Moneda. Por lo pronto, su calidad de empresario ha sido un flanco al que la UDI ha sabido sacarle partido.

En noviembre del 2005, Jovino Novoa planteaba la incompatibilidad entre el mundo empresarial y la política en relación directa a la situación de Piñera. «Cómo se manejaría un canal de televisión de propiedad de un Presidente de la República (…). Cómo se maneja una empresa que tiene una posición monopólica, (…) que está en un área regulada como es LAN».

Evelyn Matthei no se ha quedado atrás. Al punto que en julio del año pasado, tras el fallo de la SVS en contra del inversionista por no abstenerse de comprar acciones de LAN, la senadora le propinó un nada despreciable salvavidas de plomo. «Recuerdo perfectamente haber discutido largamente esta ley sobre uso de información privilegiada (…), y Sebastián estaba ahí y él votó esta ley y la aprobó con su voto, como lo hicimos todos. Por lo tanto, no puede decir que no sabía», aseveró.

A juicio de la parlamentaria gremialista «cuando alguien quiere optar a la Presidencia de la República debiera deshacerse de su rol como empresario. La política y los negocios son incompatibles, más todavía cuando se aspira a la más alta magistratura del país».

En la misma línea Pablo Longueira subrayaba que «los empresarios tienen mucho en qué contribuir a mejorar la legislación y la política en general, pero hay ciertos niveles que son incompatibles y no le hacen bien a la política».

Incluso, su más acérrimo defensor por estos días en la UDI, no pensaba igual el 2005 en plena campaña presidencial, cuando en noviembre de ese año Joaquín Lavín advertía que «un Presidente de Chile tiene que deshacerse de sus empresas para ejercer la presidencia, porque éticamente no corresponde». En esa misma época llegó al punto de asegurar que «Sebastián cree que Chile es una más de sus empresas».

La anécdota de Jacqueline

Pero eso es sólo una muestra, ya que la primera tentativa de Piñera por llegar a La Moneda generó una andanada de críticas desde la UDI, entre ellas la más anecdótica fue la frase para el bronce de la alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, quien en un arranque de indignación señaló que «ni cagando voto por Piñera» en la segunda vuelta.

A esto se sumó Longueira, quien advirtió que si el empresario pasaba al ballotage «tenemos todos un mes de vacaciones». Pablo Zalaquett, por su parte, aseguraba que en la segunda vuelta «el voto popular de Lavín se va a la Bachelet, no pasa por Piñera». Y Matthei, a sólo días de la proclamación de Piñera en RN, sostenía que al accionista de LAN «lo motiva la vanidad y el poder…El país conoce las veces en que Piñera no ha hecho lo que dice».

Y a pocos días de la elección del 11 de diciembre del 2005, Longueira advertía que para la UDI «es difícil apoyar a Sebastián Piñera en segunda vuelta…Respaldó a la Pía Guzmán durante un año entero y con una infamia sin precedentes en la política chilena, cuando siendo presidente de RN podía haberla cortado en 24 horas. Entonces, qué duda cabe de que hay un sentimiento muy distinto de RN hacia Joaquín Lavín que de la UDI hacia Sebastián Piñera. Decir lo contrario es faltar a la verdad».

En tanto, el alcalde de Recoleta Gonzalo Cornejo argumentaba que «continuar con una candidatura absolutamente minoritaria y que a lo que más puede aspirar es a generar una votación similar a la del Fra Fra, en definitiva, puede afectar a la Alianza y la viabilidad de la alternancia en el poder».

El fantasma de Spiniak

Pero el episodio que acrecentó las discrepancias entre la UDI y Piñera, y que contribuyó a profundizar el resentimiento que ya existía hacia el empresario, preparando el terreno para el rechazo a su candidatura presidencial, fue el caso Spiniak. La defensa del inversionista a la entonces diputada Pía Guzmán fue una abierta provocación a la dirigencia gremialista. Por esos días Longueira dirigía la UDI con brazo fuerte, mientras que Piñera procuraba guiar a su partido en las negociaciones con miras a las municipales del 2004 para terminar con la hegemonía gremialista en el sector.

A partir del 10 de octubre del 2003, cuando Guzmán hizo las primeras acusaciones que involucraban a dos senadores de la UDI en el marco del caso Spiniak, comenzó la guerra total entre Longueira y Piñera. Al punto que Lavín vio amenazada su candidatura presidencial. La situación parecía incontrolable, el 9 de marzo del 2004 después de cinco meses de escaramuzas fratricidas entre ambos timoneles, el ahora senador por Santiago anunciaba que el empresario no era «interlocutor válido» para la UDI. Lo que cerraba la posibilidad de diálogo entre ambos partidos.

«Hemos llegado a la convicción que el proyecto personal de Sebastián Piñera es incompatible con la opción de cambio que lidera Joaquín Lavín, que constituye hoy la gran esperanza que tienen millones de chilenos. El convencimiento que las actuaciones de Sebastián Piñera son muy perjudiciales para el éxito de Joaquín Lavín y de la Alianza, nos hace imposible considerarlo como un interlocutor válido. Existe un proyecto ganador y un obstáculo insalvable para ese proyecto», sentenciaba Longueira a través de un comunicado.

El ex timonel de la UDI acusaba a Piñera de haber tensionado a la derecha a raíz del mal manejo que hacía del caso Spiniak. «Desgraciadamente, esta actitud de Sebastián Piñera no es nueva. Sus innumerables conflictos al interior de su propio partido, con sus aliados de la Alianza, la contumacia con que ha defendido a la diputada Pía Guzmán, cuyas imputaciones falsas, al margen de cualquier consideración de tipo judicial, no merecen sino máximo repudio ético y político. (…) Piñera carece de la más elemental vocación unitaria», decía Longueira.

Mientras que el diputado Patricio Melero aseguraba que «la deslealtad política de Piñera no tiene límites» y que «no lo veo comprometido con el proyecto de Joaquín Lavín, sino defendiendo lo indefendible con Pía Guzmán». Tras lo cual coincidía con su entonces timonel en que el ex presidente de RN «es demasiado conflictivo ese señor como para poder hacer un proyecto político ordenado».

Al día siguiente, con la ayuda de uno de sus incondicionales de la época, el ahora senador Andrés Allamand, Lavín le cortó la cabeza a ambos timoneles. Con la renuncia de Longueira en la mano, el ex alcalde de Santiago instó a Piñera a dejar la presidencia de RN: «Aquí no se trata de algo institucional, lo que yo estoy pidiendo es algo personal de no postular a la reelección. Y yo espero que Sebastián Piñera esté a la altura de las circunstancias». Más tarde el empresario se cobró por esta indigna salida de la presidencia de RN.

Las zancadillas

No sólo levantó su propia candidatura presidencial, sino que no perdió oportunidad de criticar a Lavín, por lo que como es de esperar se ganó el rechazo del gremialismo. De hecho, su nuevo amigo Iván Moreira, por entonces lo acusaba de no haber tenido «una conducta de apoyo leal a Joaquín Lavín (…). Se dedica a temas como hacer encuestas que perjudican al propio Lavín. Nosotros hemos visto al señor Piñera en constantes críticas y zancadillas a la campaña presidencial de Joaquín Lavín».

En materia de sistema binominal y derechos humanos también encontró Piñera quienes le salieran al paso desde el gremialismo, después de todo ambos son temas sensibles en la tienda de calle Suecia.

Cuando en junio del 2006, recién de regreso en Chile tras una corta temporada de vacaciones el empresario planteó nuevamente la necesidad de perfeccionar el sistema electoral, la senadora Matthei replicó con sorna: «¡Por Dios que andaba bien la oposición con Sebastián Piñera fuera del país!»

Unos pocos meses después, Pablo Longueira arremetía nuevamente contra Piñera creyéndose cubierto por la confidencialidad de un Consejo Directivo del partido en el que aseguraba que «no se puede ir a una primaria con un señor millonario que no tiene límites, que se hace una pasada por la Bolsa, con información privilegiada, para ganarse ocho millones de dólares».

Y cuando mucho antes, en diciembre del 2004, el inversionista criticó a quienes en la derecha aseguraban no haber conocido los atropellos a los derechos humanos fue ni más ni menos que Moreira quien le mandó un duro recado. «Por qué hoy día rasga vestiduras en el tema de los derechos humanos, cuando durante 17 años el señor Piñera se dedicó en nuestro país a enriquecerse gracias a la política económica del gobierno militar».

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