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Inteligencia contra inteligencia


Por Santiago Escobar*



En un ambiente de ambigüedad y confusión política es difícil seleccionar los temas más importantes e indicar, con cierta seguridad, su trayectoria en el tiempo. Más difícil todavía es, una vez seleccionado un problema, identificar sus nudos principales y efectuar una labor de clasificación y seguimiento, para hacerlo confluir en una interpretación que señale tendencias, problemas, riesgos y amenazas.



En eso consiste el trabajo de inteligencia. Que no es juntar antecedentes, sino seleccionar información, analizarla, ponderarla y relacionarla con otra para construir un saber específico que sirva a los que toman decisiones.



A ese escrutinio técnico deberían ser sometidos los correos de las FARC en los que supuestamente se contiene una evidencia de un vínculo subversivo entre la guerrilla colombiana y las organizaciones mapuches, en el que estaría involucrado un periodista chileno con oficina en La Moneda.



En la inteligencia, analizada con inteligencia y no con morbo provinciano o simplemente ignorancia, la existencia de un dato no es determinante. Es apenas un indicio. A condición por cierto que la inteligencia como servicio exista, y no sea apenas una mera oficina de recortes de prensa, intercepción de teléfonos o prejuicios acerca de una conspiración permanente.



Los servicios de inteligencia tienen un acápite especial en la doctrina sobre el uso de la fuerza en un Estado constitucional de derechos. Es una política de estado, cuya operación es rigurosa en cuanto a reglas, especialmente porque siempre roza garantías constitucionales.



La primera regla es que queda sometida a un rígido control democrático con estrictas reglas de reserva. ¿Cómo se hace? De manera muy simple. Existen rutinas institucionales preestablecidas que permiten ejercer ese control, en las cuales los opositores participan de manera regular con derecho pleno de información. Esto no se rompe ni siquiera cuando la seguridad del Estado ha sido violada por un topo de una potencia u organización enemiga, y que es el momento en que se transforma en noticia. Todo el mundo sabe, además, que si se desea dañar o presionar a un estado o político adversario, se usa la inteligencia falsa, llamada diversión.



Naturalmente esas son las reglas para una democracia en forma en un país desarrollado. En Chile las cosas operan de manera diferente. Primero porque no existe una inteligencia proveniente de una convicción republicana sino de una convicción ideológica, básicamente militar, llena de prejuicios acerca del Estado y sus enemigos. En segundo lugar porque la mirada sobre el Estado, incluso de actores como los medios de comunicación, es absolutamente instrumental. En el arsenal ético nacional es muy difícil encontrar, salvo honrosas excepciones, un compromiso con el interés institucional del estado.



No es claro si Renovación Nacional estaba consciente de la profundidad institucional de lo que estaba planteando, cuando el senador Espina hizo sus denuncias. Lo claro es que tiene un bajo compromiso institucional con el país y nula memoria acerca del significado de la inteligencia subdesarrollada que opera en nuestro medio. Lo que hace un bajo CI político si se considera que su máximo líder fue afectado por grabaciones y ediciones clandestinas de conversaciones telefónicas que luego fueron presentadas como prueba en una vulgar radio marca Kyoto en la TV.



Para información de RN, lo más probable es que en el computador capturado a las FARC y que ahora maneja el Presidente Uribe, conste hasta el asesino de Caín, pasando por los vínculos de Lula con Osama Bin Laden.



Lo que resulta peor todavía, es pensar que la guerrilla colombiana tiene algo que enseñar al movimiento mapuche. La guerrilla colombiana es el último rezago de movimientos agrarios cuya viabilidad no está en la lucha armada en el campo sino en su capacidad de trasladarla a las ciudades. Lo que más debiera preocuparle al senador Espina y a RN es el significado urbano de la violencia en Chile, y si el tema mapuche tiene posibilidad de llegar a expresarse en las ciudades y bajo que condiciones.



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* Santiago Escobar es cientista político y experto en defensa.

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