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La creación de un nuevo mundo

Así como la elección de Obama es histórica, la activación del somnoliento G-20, que fue fundado en 1999 para enfrentar la Crisis Asiática, ahora para superar una crisis económica mundial y adaptar la arquitectura financiera a las necesidades del  siglo XXI, también indica un cambio radical: el comienzo de la pavimentación del camino hacia la institucionalización de un mundo multipolar.


La reunión de los jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 20 en Washington tuvo un sorprendente éxito, según los presidentes Lula de Brasil y y Hu de China, gracias a los esfuerzos comunes de todas las partes.

Las expectativas eran muy bajas, debido a que los miembros del G-20 tienen cosmovisiones, sistemas e intereses muy diversos. Incluye al G-7, que agrupa a los países desarrollados (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón, más la Unión Europea); los BRIC, en rápido desarrollo (Brasil, Rusia, India y China), y a un abigarrado conjunto de países desarrollados, de industrialización reciente y en desarrollo (África del Sur, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Corea del Sur, Indonesia, México y Turquía).

En la delegación de la Unión Europea, además, se colaron España, Holanda y la República Checa. Es de esperar que Madrid postule a integrarse al G-20, ahora que Bush, al darle la mano a Zapatero, le dijo en español andaluz «encantao»; un buen recuerdo de que EE.UU. tiene, en números, la segunda población hispanohablante del mundo. Lula ya lo propuso, pero que lo hiciera junto con un nuevo país en desarrollo.

A la heterogeneidad se sumaba la implosión de la crisis financiera norteamericana, que rompió todos los diques e inundó la economía real y al resto del mundo, y que es muy reciente pues sólo tiene dos meses. Y la reunión del G-20 la convocó Bush el 22 de octubre, hace sólo algunas semanas. Como lo dijo, a pesar de ser un campeón del libre mercado, debió intervenir para evitar «una depresión más grande que la Gran Depresión». La proposición original se atribuye a la Unión Europea y al activismo de Sarkozy.

La reunión del G-20, además fue demonizada por el Wall Street Journal, el decano de la derecha estadounidense, que la calificó de “show”. Y más de alguien sostuvo que no tenía sentido porque el presidente electo no era parte de la delegación norteamericana.

Algunos comentaristas de derecha dijeron que se había convocado al G-20, y no al G-7, porque Bush consideraba a los europeos mucho más intervencionistas e internacionalistas que los países en desarrollo. La explicación es mucho más obvia, como lo dice el refrán, quien paga la orquesta ordena la música.

El G-7 fue el 65% de la economía mundial entre 1965 y 2002, ahora sólo es el 52%, y se calcula que en 2030 bajará al 37% y en 2050 al 25%. Mientras que el G-20 representa entre el 85% y el 90% de esa economía y a los dos tercios de la población mundial.

A lo que se añade que los únicos países que pueden prestar dinero son los asiáticos, muy en especial, Japón, China y los árabes del golfo Pérsico, que están mucho mejor representados en el G-20 que en el G 7.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en la puesta al día de su Perspectiva Económica Mundial hace algunos días, además, aunque disminuirá la actividad económica en todo el mundo, la situación será más grave para los países desarrollados que para los en desarrollo, si no se toman medidas adicionales de estímulo económico, como lo indica el siguiente cuadro:

ACTIVIDAD ECONÓMICA MUNDIAL:
(Porcentaje de cambio de año en año)

MUNDO (el año va entre paréntesis)

5,0 (2007)    3,7  (2008)   2,2 (2009)

PAISES DESARROLLADOS

2,6 (2007)   1,4 (2008)  -0,3 (2009)

Estados Unidos

2,0 (2007)   1,4 (2008)  -0,7 (2009)  

PAÍSES EN DESARROLLO

8,0 (2007)   6,6 (2008)   5,1 (2009)

Asia

10,0 (2007)  8,3 (2008)   7,1 (2009)

Hemisferio Occidental (América latina)

5,6 (2007)   4,5 (2008)   2,5 (2009)

(Un comentario entre paréntesis, es que las regiones con tasas de crecimiento más bajo son, tanto en el norte como en el sur, los países americanos. Cualquiera relación con las universidades norteamericanas es mera coincidencia.)

Obama parece no estar de acuerdo con las políticas de la actual administración y por ello no fue parte de la delegación de su país aunque fue invitado. Sin embargo, fue permanentemente informado del desarrollo de la reunión, según la Casa Blanca. Los representantes personales del presidente electo en Washington para esta ocasión, Albright, quien fuera secretaria de Estado de Clinton, y Leach, un ex diputado republicano que lo apoyó, se reunieron con 17 de los líderes presentes o sus principales asesores.

En su primer mensaje radial como presidente electo, el sábado, Obama dijo estar contento de que el presidente Bush iniciara este proceso porque la crisis económica mundial requiere de una respuesta global coordinada. Albright y Leach agregaron que tiene la determinación de continuar este trabajo multilateral para enfrentar esos desafíos cuando asuma la presidencia en enero.

La declaración de los G-20 contiene 47 ítem de acción, que se estudiaran por expertos a cargo de una comisión formada por Brasil, Corea del Sur y Gran Bretaña, con plazo hasta el 31 de marzo.

Entre ellos destaca la modernización de las funciones, financiamiento y estructuras del FMI. Como también la ampliación del Foro de Estabilidad Financiera, que depende del Banco de Pagos Internacionales, con sede en Basilea, Suiza, y hasta ahora reservado a centros financieros, entre ellos Hong Kong y Singapur, pero que excluye a China y Brasil, entre otros países en desarrollo que son miembros del G-20.

Además, se estudiará la forma de constituir un Colegio de Supervisores para que los reguladores de los países del G-20 intercambien ideas y experiencias, en especial respecto de las transacciones financieras transnacionales, que pueden llegar a afectar a más de un país.

A lo que se agregaría una caja de compensación para instrumentos de inversión que se transan directamente, es decir, fuera de las reglamentaciones bursátiles, con el fin de darles una mínima transparencia. Hay que tener presente que ese mercado en EE.UU. tuvo, a mediados de este año, un valor de 600 billones de dólares, diez veces el de la economía mundial de 2007. Y es en ese sector donde circularon los ahora llamados instrumentos tóxicos o radioactivos, la base de la crisis financiera, a saber, títulos de deuda con garantías hipotecarias que, sumados a los seguros y reseguros de los mismos, las llamadas permutas de deudas morosas, llegaron a tener una valor de 60 billones, igual al de la economía mundial de 2007, y sobre la base de solamente 10 billones de dólares, el monto de todas los préstamos hipotecarios pendientes en EE.UU.

Por último, resolvieron que cada país adopte medidas de estímulo económico, sean fiscales o monetarias. Como se sabe, la actual administración es sumamente renuente a hacerlo, pero Obama, en su charla radial del sábado, pidió al Congreso que, a lo menos, apruebe un «pago al contado», para que cuando asuma se proponga el resto.

Entre los demócratas la cantidad del estímulo ha ido en aumento. Primero fue de 150 mil millones, hoy parece ser de 300 mil, aunque Paul Krugman, el último premio Nobel de Economía, cree que se necesitan 600 mil millones, es decir, el 4% del PIB del año próximo, para disminuir el desempleo a una tasa de 5%, que considera normal si se tiene en cuenta el crecimiento potencial de la economía.

Los otros aspectos notables son que nadie acusó a nadie de la crisis, a pesar de que la responsabilidad de Washington es más que obvia, que hubo prácticamente unanimidad en los temas esenciales, y que la nueva cita del G-20, para pronunciarse sobre los trabajos de los expertos, será en el mes de abril, es decir, dentro de los famosos primeros 100 días de Roosevelt, cuando asumió la presidencia de los EE.UU., el año 1932, en plena depresión, y tomó el toro por las astas.

En conclusión, así como la elección de Obama es histórica, la activación del somnoliento G-20, que fue fundado en 1999 para enfrentar la Crisis Asiática, ahora para superar una crisis económica mundial y adaptar la arquitectura financiera a las necesidades del  siglo XXI, también indica un cambio radical: el comienzo de la pavimentación del camino hacia la institucionalización de un mundo sin polos o multipolar.

Es de esperar que nuestra clase política y círculos dirigentes se remuevan, abandonen su provincialismo electoralista y se asomen a un nuevo mundo en cuyo nacimiento estamos presentes. Intercambiar ideas al respecto con los países latinoamericanos que son miembros del G-20 sería un buen comienzo.

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