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Atentados en India: todos los caminos conducen a Pakistán

La idea es que India, que se había mantenido relativamente «neutral» y ecuménica en una posición de mediación y observancia respecto a las emergencias en Irán, Afganistán y Pakistán, ahora deberá tomar decisiones más duras o realistas, que son las que han predominado con la doctrina Bush en el ámbito de la lucha antiterrorista.


Los atentados en Mumbay, India, de la semana pasada, se sitúan más bien en el rango de una ciudad sitiada por terroristas en una de sus zonas neurálgicas, más que en el ataque convencional de explosiones u operaciones suicidas.

En el área escogida se ubican los dos hoteles más emblemáticos de una ciudad que es el centro financiero de India; es decir, es como haber atacado Nueva York. 

La operación no corresponde al diseño de aviones que se estrellan en dos torres gigantescas, ni es tampoco el de Londres de crear pánico en el Metro.

El aparataje y despliegue en este caso es de mayor elaboración, con objetivos más expansivos, bajo una organización articulada donde se detecta una detallada organización militar de varias etapas.

Y probablemente lo que se conoce hasta ahora no es todo, y precisamente por allí va el hilo conductor para que las autoridades indias apunten a Pakistán, no necesariamente al gobierno actual, pero sí al complejo Ejército pakistaní, que por lo observado en las últimas tres décadas, desde el mando del General Zia, hasta el del ex presidente Musharraf, se ha constituido en la fuerza política de mayor gravitación en esa nación.

Que «en Pakistán gobiernan los militares», es una frase que no necesita ni de investigación,  es simplemente un hecho consumado, y ¡ojo!, eso no le quita méritos al nivel de sofisticación de la maraña política pakistaní y a su componente civil. El brutal asesinato de Benazir Bhuto así lo demuestra.

Hasta el momento, se ha descartado que los autores pertenezcan al movimiento separatista de Cachemira, que de todas formas siempre ha sido alimentado por fuerzas políticas y militares pakistaníes.

El doble mensaje

 La noticia «dura» son, por ahora, los más de 170 muertos, cuyo número se eleva día a día, mientras se expande la indagación. Sin embargo hay otra, no menos dura, que escurre más bien como un mensaje político, indicando la vulnerabilidad de India a este tipo de ataques y sobretodo a una falta de prevención del Gobierno.

En este sentido, es altamente contraproducente magnificar el impacto político del atentado en Bombay. Sea desde la necesidad de llamar la atención con vista a la protección futura, sea con la intención de entregar un salvoconducto para reimpulsar en India la guerra contra el terrorismo.

En ambas situaciones, los observadores más críticos de la forma en que el Gobierno indio manejó la operación de rescate, intentan abrir un surco para generar la uniformidad de la zona o la región, en cuanto a las estrategias de seguridad que garanticen estabilidad.

La idea es que India, que se había mantenido relativamente «neutral» y ecuménica en una posición de mediación y observancia respecto a las emergencias en Irán, Afganistán y Pakistán, ahora deberá tomar decisiones más duras o realistas, que son las que han predominado con la doctrina Bush en el ámbito de la lucha antiterrorista.

Entraría así al poco cómodo y exclusivo club de los países con alto margen de vulnerabilidad o umbral corto para absorber brotes de inestabilidad.

Considerando la operación mayor que se avecina en Afganistán con la llegada de Barack Obama, y la creciente violencia interna en Pakistán, cuya estabilidad no está garantizada, bajo una tutela supuestamente más civil India deberá enfrentar desafíos y decisiones mayores de tipo estratégico y militar, los cuales no había estado acostumbrada a manejar de cara al público.

Una cosa es el terrorismo internacional que podrá alimentarse desde «escuelas radicales», ubicadas en Pakistán, entre otros países. Otra es estar bajo la constante presión de situaciones límites de descomposición de estados en el vecindario, o la amenaza militar directa de un vecino como el mismo Pakistán. 

India entra en otra fase

El nivel de responsabilidad que debería asumir India como potencia regional, – si es lo que se espera, y si es lo que India está capacitada a hacer-  supera el tipo de problemas a los que había estado acostumbrada a manejar en el circuito inmediato de su área de influencia, como son Sri Lanka y Nepal.

Con estos atentados, por sus características y su alto vuelo político, el terreno que se abre en India plantea un regreso realista sin contemplaciones a la época de Jahawararlal Nerhu e Indira Ghandi, cuando la nación zafrán directamente intervenía militarmente en el Pakistán oriental -hoy Bangladesh- a comienzos de los años 70′, así como en su breve guerra fronteriza con China en 1962.  

A pesar de los acuerdos de cooperación a los que India ha llegado con EE.UU., China y con Rusia, de ser correcta la versión de que estos atentados han sido maniobrados por un sector más radical y autónomo del ejército pakistaní, en la región se está confirmando la anarquía y prescindencia de mantener la estabilidad y equilibrios, que es otra faceta del legado que deja la administración Bush.

Pakistán por su propia supervivencia como Estado nación -a pesar de ser un gigante por recursos y demografía- al ser un aliado preferencial de EE.UU. en la zona, desde los tiempos de la Guerra Fría clásica, debería ser un actor clave en la generación de esos equilibrios. Pero, por el como se ha desarrollado la narración política pakistaní, eso no ha sido posible hasta ahora.    

El momento en que ocurren estos atentados, mientras no aparezcan antecedentes menos velados, es un indicador de su origen. El otro tema a considerar es la mayor cercanía de la administración de Manmohan Singh, el actual primer ministro indio, con la administración Bush a través del pacto de cooperación  nuclear.   

Si la India ha de asumir el rol de potencia regional que la opinión política prevaleciente le concede, es probable que la gran discrepancia del Gobierno indio sea en la velocidad y en el estilo. Claramente, India últimamente, se ha convertido en la representante más evidente del poder persuasivo y constructivista, por usar términos en boga. De allí que la dureza intrínseca de las fuerzas de seguridad y del ejercito indio, curtidos en luchas antiterroristas, apenas se ha visto desplegada en esta operación.

 

 

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