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Los Obama boys y la encrucijada de la experiencia

Lo cierto es que con algún grado de seguridad, se podría afirmar que nunca antes la palabra equipo se había mencionado con tanta frecuencia en la formación de un nuevo gobierno, expresando un espíritu de colegiatura. Como que la tarea de unidad nacional, en la que se ancla el programa, estuviera desbordando las fronteras políticas. Aunque no hay que engañarse.


El Presidente electo Barack Obama y su equipo se asientan con la mayor celeridad que se recuerde en las transiciones presidenciales después de la Segunda Guerra Mundial.

Los medios estadounidenses insisten en la mezcla de experiencia y nuevas energías en el equipo. Se divulga con amplitud que se trata de un grupo casi perfecto, conformado por luminarias técnicas, y no son pocos también los que le aluden una carencia de experiencia política.

Es debatible hasta qué punto esta crítica es acertada, tratándose de que la experiencia a que se alude es aquella fallida por tanto tiempo, como es la de las últimas tres décadas y que ha llevado a EE.UU. a lo que es hoy.

Desde hace mucho tiempo que EE.UU. no anticipaba la encrucijada de verse obligado a reconstruir su economía y su sociedad.

Barack Obama en la campaña usó una frase que después desapareció del repertorio porque no estaba en su estilo más bien constructivo y sin soberbia. Cuando le achacaban falta de experiencia, respondía que si la referencia es la experiencia que ha llevado al país donde está, sentía que no era ninguna virtud estar asociado a ese tipo de trayectoria.

El nuevo aire y el nuevo estilo prevalece. Lo cierto es que con algún grado de seguridad, se podría afirmar que nunca antes la palabra equipo se había mencionado con tanta frecuencia en la formación de un nuevo gobierno, expresando un espíritu de colegiatura. Como que la tarea de unidad nacional, en la que se ancla el programa, estuviera desbordando las fronteras políticas. Aunque no hay que engañarse. Así como al estar electo BO insiste en que hoy solo hay un presidente, el mensaje es claro para el futuro.

Dentro de un marco de cautela comenzaron los anuncios, especialmente el de crear 2.5 millones de empleos en los dos próximos años, e impulsar un programa nacional de reconstrucción económica a través de un agresivo plan de renovación de infraestructura productiva y de servicios, y de conservación y transformación energética, entre las áreas más destacadas. El presupuesto no se ha anunciado, y han comenzado las dudas de la disponibilidad financiera de un Estado con un déficit que bordea los mil billones.

La economía en EE.UU. en los últimos 12 meses hizo desaparecer 2 millones de empleos, de los cuales 1 millón 200.000 fueron sólo en los últimos tres meses. Las cifras, divulgadas por el Bureau of Labor Statistics, son las más bajas desde el comienzo de los años 70′ (1973-1974).

Quién podría imaginar 10 años atrás que la economía de EE.UU. estaría enfrentando una recesión como la de 1929, con una pérdida de 2 millones de empleos en 12 meses, y con las emblemáticas tres grandes industrias automotrices como Ford, GMC y Chrysler en estado de quiebra, situación que al final el Estado está resolviendo mediante un rescate financiero.

 Todas las visiones del Presidente

Continuidad, cambio y transición se reflejan en un equipo relativamente nuevo en el poder, con la excepción de Robert Gates el Secretario de Defensa, Bill Richardson en Comercio, y Jimmy Jones en Seguridad. En este sentido, tanto Gates como Jones delatan un peso específico mayor por haber estado en el vértice del poder político militar.

Es poco probable que el equipo de Barak Obama diseñe una nueva política exterior desde las fundaciones, así como se comienza a plantear un nuevo esquema de bienestar social. Es más probable que la política exterior se construya con los cabos sueltos de la administración saliente, a través de un trabajo colegiado con la Alianza Transatlántica, teniendo en perspectiva dos elementos cardinales: una cooperación con China y Rusia; y una solución efectivamente política al conflicto que emerge entre el expansionismo de las potencias y el rechazo de grupos radicales como los de vertiente islámica u otros.

A diferencia de lo que dice Paul Krugman de que con la presente situación económica no hay medidas de largo ni de corto plazo, en el tema de la seguridad y las relaciones internacionales existe una marcada diferencia entre la coyuntura inmediata y aquellas decisiones que permiten alterar o mantener el diseño estratégico para el largo plazo.

En cuanto a esto último, EE.UU. claramente no postergará su condición de primera potencia mundial. Lo modificable es el cómo.

Arreglar el desorden de la administración Bush es una tarea hasta cierto punto de coyuntura, porque no hay nada más coyuntural que recibir un sistema de relaciones internacionales con los equilibrios desprogramados. Donde no existe un clima de confianza, cuando el multilateralismo atraviesa uno de sus períodos de menor gravitación, y por sobretodo, enfrentando dos guerras no deseadas hoy día, pero igualmente fabricadas por EE.UU. con un alto grado de complicidad de la OTAN y la Alianza Transatlántica, para justificar la Doctrina de Seguridad impuesta a raíz de los atentados del 11 de Septiembre de 2001.

 El cambio de cultura

Se observa un enfoque multidisciplinario y la visión integral para formar el equipo de gobierno. El nombramiento del asesor económico del vicepresidente electo Joe Biden, Jared Berstein, es un buen indicador. No tiene el clásico perfil del economista monetarista o de la política económica expansionista. Se trata de un especialista en el sector social. El presidente electo ha puesto especial énfasis en este nombramiento, dado que es un nuevo puesto, y al parecer fortalece el rol del vicepresidente en la reconstrucción económica.

El problema central es el cambio de cultura desde una filosofía construida a partir del crecimiento y la expansión económica, enfocados monetariamente y en la rentabilidad del capital especulativo, más que en la del circuito económico productivo clásico. Y, en este espacio, se desprenden algunas preguntas. ¿Está preparada la elite política y económica de EEUU (y sus aliados principales), para absorber las demandas de este cambio?

En el ámbito de la política internacional: ¿están preparados para ceder espacio, los sostenedores de la expansión y la confrontación?

 

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