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Mentiras verdaderas

Forjada como periodista en medio de la violencia política que marcó su historia personal, trabajó casi una década en revista Hoy. Actualmente es agregada de prensa en Londres. Vino a presentar esta historia de amor en la que se mezclan la intriga diplomática, los Derechos Humanos, el ataque a las Torres Gemelas y el cardenal Jorge Medina, que inspiró un episodio. 


La novela partió como un sueño. Un día de 2004 Odette Magnet soñó que bailaba en una terraza con Vicente Fox, el ex presidente mexicano y con Gabriel García Márquez. Al despertar le escribió un correo a Patricia Verdugo contándoselo. «Flaca, me dijo, eso es una novela, Fox es la política y García Márquez la literatura, tienes que escribir el sueño», cuenta Magnet, que está de vuelta en Chile justo un año después de venir al funeral de Verdugo, muerta por un cáncer en enero de 2008.

 La historia de Odette Magnet tiene algunas repeticiones casi matemáticas, como esta coincidencia en el retorno a Chile.  Su padre, Alejandro Magnet, fue embajador de Frei Montalva en Washington. Allí Odette vivió desde los 9 hasta los 14 años. En 1995 y hasta 2000 fue agregada de prensa de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en Washington, donde vivió hasta 2006, cuando el gobierno la destinó a su puesto actual en la embajada chilena en Inglaterra.

 El canciller y la periodista

Cuando tuvo el sueño que dio origen a la novela, Magnet no pasaba por buenos momentos. «Estaba casi cesante, hacía traducciones esporádicas  para el BID y la OEA. Pagaba la universidad de mi hija…. tenía poca plata pero mucho tiempo», cuenta. La combinación perfecta para parir una obra de ficción. Además, con todo el bagaje que le dejó su puesto diplomático no fue difícil vestir la historia de amor que sustenta «Arena Negra», con ingredientes de intriga política internacional. Justo lo que a Germán Marín le pareció el gancho preciso para publicarla en Plaza & Janés, la filial de Random House Mondadori, casa en la que el autor de «Cien Águilas» fue editor hasta junio del año pasado. «Me escribió un correo diciendo ‘señora Magnet no he terminado su novela pero me parece que debe ser publicada por su corte internacional», cuenta la periodista, que lanza el libro este jueves a las 19:00 en el Café Literario del Parque Balmaceda.

El relato está armado a partir de las versiones alternadas sobre los mismos hechos, de sus dos protagonistas, una periodista chilena que trabaja en Washington, enviada a reportear el 11-S, y el Canciller mexicano que quiere ser candidato presidencial. Aunque en una descripción tan breve como ésta ya se advierten detalles autobiográficos y de la historia reciente, Magnet asegura que este libro tiene «pura ficción, son veinticinco capítulos de mentiras, después de haber pasado 35 escuchando mentiras», dice riendo en una de las pocas ocasiones que lo hace. Tiene el rictus severo y la voz grave, potente, como preparada para lanzar una consigna política apenas haga falta.

El compañero Bombal

Puede ser que  Odette Magnet sea  una escritora novata en el pantano de la ficción (de no ser por la lluvia londinense y la disciplina de sentarse a escribir, el sueño no se habría convertido en novela),  pero como periodista tiene un pedregoso camino recorrido, que partió cuando entró a estudiar el oficio en la Universidad Católica. Hizo un semestre de secretariado y luego se cambió por dentro a Periodismo. «Fueron años terribles, apenas nos saludábamos, había compañeros infiltrados de la CNI  y profesores que me hicieron la vida imposible», cuenta. Entre ellos estaba el actual diputado Maximiano Errázuriz que «nos hacía rezar antes de empezar las clases y el que no lo hacía, se iba», dice. Pero el parlamentario no se ganó un espacio en el libro como si lo hizo el Cardenal Jorge Medina Estévez, que aparece en las páginas con otro nombre, en los tiempos que fue  profesor de un ramo obligatorio titulado «La iglesia ayer y hoy», en el que Magnet era compañera del actual senador Carlos Bombal.

 El primer día de clases, cuando Medina pasaba la lista, se detuvo en su nombre y levantó la vista: «¿Usted es hombre o mujer?», preguntó el Pro Gran Canciller de la PUC. «Mujer», respondió ella. «Entonces se viste como mujer, usa falda y tacones. Si no, no entra», remató Medina, que nunca le dejó de poner un 4 en todos los trabajos.  «Carlos Bombal se dio cuenta del acoso y me hizo un trabajo. A él le puso un 7 y a mi un 4, aunque eran idénticos», cuenta Magnet.

Periodismo y tragedia

En 1976, dos años antes de terminar la carrera, su hermana Cecilia, militante del MAPU, fue detenida en Buenos Aires junto  a su marido, el médico argentino del MIR Guillermo Tamburrini. Los dos son parte de las cuarenta víctimas chilenas que dejó la Operación Cóndor.

En adelante Odette Magnet consagró su trabajo a seguir casos de derechos humanos. Casi diez años fue redactora de la revista Hoy, donde cultivó una profunda amistad con Patricia Verdugo. Ellas, junto a otras leyendas de la época, como Juan Pablo Cárdenas o Faride Zerán parecen haberse quedado petrificados en la dictadura, y en la vereda opuesta del poder.  «Se puede decir que yo no porque he tenido cargos en el gobierno, pero cuando hablé en el funeral de la Patricia Verdugo me referí a esa gente que  me pregunta  por qué estamos pegados con el tema, por qué no buscamos otros, lo que me parece una visión ofensiva, miope y necia», dice.

Su visión del asunto, que ha vuelto a la agenda con los casos de falsos detenidos desaparecidos, es pesimista. No cree que se resuelva. «A la Concertación le ha faltado voluntad y perseverancia en general. Pero tengo la sensación de que la gente como pueblo no está dispuesta a exigir más justicia y más libertad, no ha habido un gran clamor colectivo, entonces no podemos culpar sólo al gobierno», enfatiza.

Lleva catorce años fuera del país y entre otras cosas, está segura que Bachelet tiene mejor prensa afuera que aquí. «En abril le armé un desayuno con los editores internacionales de los medios más importantes… Financial Times, The Independent, The Times, The Economist…. y fueron todos a pesar de que en Londres pasan 40 cosas en la mañana y 80 en la tarde, estuvieron una hora y media con ella. Se notó la buena disposición que hay hacia Chile», cuenta.

 Aunque varias veces durante la conversación aclara que ya está retirada, que ya no reportea, como si estuviese realmente jubilada, le sigue el pulso a los medios chilenos todos los días. «El periodismo chileno es pobre, precario, débil, sin nervio con poca información. Algunos colegas dicen ‘nos hace falta Pinochet’, lo que me parece una aberración».     

 

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