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Buena salud para la ex cárcel de Valparaíso

Enclavada en lo alto de la subida Cumming, la imponente fortaleza porteña espera silenciosa una manito de gato. Para ello, ya está en marcha un Concurso Nacional de Arquitectura, cuyo anteproyecto ganador cimentará las bases de una de las obras de infraestructura cultural más importantes del Bicentenario.


Texto y Fotos: Patricio Jara Morales

Raúl Guzmán, «Papito», anduvo peloteado por diversos recintos penitenciarios antes de aterrizar en la ex Cárcel Pública de Valparaíso. Ya instalado allí, como recluso, realizó talleres de teatro para sus compañeros internos. Y una vez que el recinto se cerró al uso punitivo, en 1999, la instauración del Día del Patrimonio Cultural le permitió a él, ya en libertad, abrir la cárcel al público. De ahí en adelante nunca imaginó que la nueva vida que se empezó a desarrollar en el lugar iba a llegar tan lejos. «Vinieron muchas compañías de teatro tanto nacionales como extranjeras. Habían tocatas, exposiciones de pintura, en el verano no teníamos cupo para tanta cosa», recuerda sobre la época de esplendor de la ex cárcel durante la primera mitad de la presente década, cuando era, además, el Rockódromo oficial de los Carnavales Culturales de Valparaíso.

Tras ese boom, las luces parecieron apagarse y el ruido devenir en silencio. Una serie de polémicos episodios -desalojos e incendios incluidos- pareció abandonar la suerte de la añosa construcción en manos de nadie. Sin embargo, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) en conjunto con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), lanzaron un concurso nacional de arquitectura que ya se encuentra en marcha, destinado a adecuarle el rostro al histórico recinto, de acuerdo a sus características patrimoniales y a las necesidades paisajísticas de sus vecinos y ocupantes. Las autoridades aseguran que de aquí a 2011 Valparaíso contaría con un moderno centro cultural, dotado de un teatro para 300 personas, espacios para exposiciones, salas de ensayo, bibliotecas, tienda y cafetería, entre otras instalaciones. 7 mil millones de pesos de inversión contempla el MOP para construir una superficie de 6 mil 750 m2, en un terreno de 2 mil 100.

Lo que destacan las organizaciones sociales y los gestores culturales habitantes de la ex cárcel porteña, es el «proceso histórico», como lo han definido, que llevó a la concreción del proyecto actual del Parque Cultural de Valparaíso. Histórico porque, en conjunto con arquitectos y académicos de la zona, levantaron el rechazo al proyecto Niemeyer -que prácticamente era un hecho hasta hace pocos meses- y trabajaron posteriormente con las autoridades el programa actual, mediante un proceso de participación ciudadana convocado por el CNCA en diciembre del año pasado. En este sentido, el arquitecto y académico de la Universidad de Chile, Mario Ferrada, apunta que «el gobierno, en su función política, se ve en la necesidad de readaptar o cambiar la estrategia, aceptando que de aquí en adelante las decisiones van a tener que ser tomadas por la ciudadanía». Algo así pareciera estar plasmándose en Valparaíso.

Intentos fallidos

Ya en 2002, desde Santiago se ideaba para la ex cárcel un megaproyecto arquitectónico en el cual la mitad de sus dos hectáreas se entregarían a fines privados inmobiliarios, con el fin de financiar la infraestructura cultural de la otra mitad. La intención era combinar una suerte de centro cultural con un complejo habitacional que instalaría, de alguna forma, un barrio capitalino en pleno corazón porteño. Ante la propuesta de diseño de la consultora Novaterra, la respuesta negativa de la ciudadanía se hizo sentir, lo que obligó al gobierno central a desistir de esta idea. Aquella fue la primera tentativa de intervención fallida en el lugar.

La segunda se desencadenó a partir del 5 de octubre de 2007, fecha en que el ex alcalde de Valparaíso, Aldo Cornejo, anuncia la ejecución del polémico proyecto que el afamado arquitecto brasileño Óscar Niemeyer había donado para la ciudad, en reconocimiento a su amistad con Pablo Neruda y Salvador Allende. A pesar del gran honor e interés del artista en realizar una obra en Chile, y más aún en Valparaíso, el problema radicó en que Niemeyer jamás había visitado el puerto, y su donación consistía en una adaptación de un proyecto diseñado para un centro cultural en Avilés, España.

No obstante, la razón principal de su caída obedeció a un nuevo rechazo de las organizaciones sociales y culturales cercanas a la ex cárcel, quienes no estuvieron de acuerdo con que la propuesta significara la destrucción completa del antiguo recinto y su reemplazo por una estructura modernista desencajada del paisaje circundante.

«La autoridad chilena llegó a la conclusión de que la cárcel no era tan importante y que podía ser demolida, y ahora cambiaron de pensamiento», comentaba a «El Mercurio de Valparaíso» Jair Valera, asesor y representante de Niemeyer en esta empresa, una vez que se hizo pública su cancelación en noviembre del año pasado. Para Juan Mastrantonio, presidente de la Delegación Valparaíso del Colegio de Arquitectos de Chile, «las autoridades recogieron el proyecto Niemeyer bajo la forma marketera de un regalo, cuando en verdad era sólo el anteproyecto, porque el proyecto en sí, como cualquier otro, era carísimo». En su visión, el error de la obra comenzó por no considerar a los usuarios. «Es como si yo te hiciera una casa sin consultarte cómo la quieres. Obviamente no va a calzar con tu sueño», sostiene.

Proceso participativo

Tras el fracaso de la iniciativa de Óscar Niemeyer, la Ministra de Cultura, Paulina Urrutia, ha manifestado la intención del gobierno de querer «construir un proyecto que satisfaga las demandas ciudadanas para el consumo cultural de la región que además propenda al encuentro social y fortalezca los lazos comunitarios». De esta lógica se traduce la lectura que las autoridades debieron hacer de la visión que la sociedad civil relacionada con la ex cárcel tenía respecto al futuro de ésta, cuya postura radicaba principalmente en defender los espacios patrimoniales que alberga el recinto. Es así como el plan de ejecución para el Parque Cultural de Valparaíso contempla la conservación del polvorín colonial, la galería de reos, el pórtico de acceso y parte del muro perimetral, lo que debería estar reflejado en los anteproyectos sometidos a evaluación.

En todo caso, la tónica que ha marcado el rumbo y ha dado sentido a la olvidada y antigua Cárcel Pública de Valparaíso ha sido la vida comunitaria y los lazos que en ella se han generado producto de la ocupación cultural. El 21 de marzo del año pasado sus habitantes fueron desalojados por Fuerzas Especiales de Carabineros, al decretarse el cierre del recinto por parte de la Intendencia, producto de unos sospechosos incendios que, días antes, habían afectado a algunas de sus dependencias, entre ellas el teatro y el circo.

Para Mileva Reyes, artista ocupante de la ex cárcel como integrante del Colectivo Confusión, «lo bueno del desalojo fue que permitió unificar aún más a los que estábamos trabajando y valorar aún más el espacio que teníamos». De ahí en adelante, Mileva y otros defensores de la ex cárcel gestionaron distintos tipos de actividades para llamar la atención de la ciudadanía, incluyendo marchas a la Intendencia y ollas comunes.

Francisco Marín, quien preside la Corporación Parque Cultural Ex Cárcel, organización que levantó el movimiento cívico en torno a su defensa, está contento con los resultados dados hasta ahora, y esperanzado en que esta forma de hacer políticas públicas marque un hito hacia el futuro: «Creemos que este proceso fue histórico, pero no queremos que sea el único. Nos gustaría que, de ahora en adelante, la mayor parte de los procesos fueran hechos con participación, pero no de mentiritas, sino real». La recepción de anteproyectos estará abierta hasta el 9 de marzo próximo, cuyas bases e indicaciones se encuentran disponibles en el sitio web http://www.arquitecturamop.cl.

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