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Si mi papá es político, yo también

Con el paso del tiempo se ha hecho cada vez más habitual encontrar parientes directos al interior del Congreso Nacional. Es allí donde la oposición, hasta ahora, se ha ganado un espacio de poder que también intenta mantener a través de fuertes lazos familiares, algo en lo que la Concertación tiene maestría.


Desde el regreso a la democracia, en 1990,  pareciera que hubiera comenzado a formarse en Chile una nueva casta social: la «clase política». A lo que ha contribuido para bien o mal, según admite muy discretamente un pequeño grupo de ilustres, la necesidad de que un candidato sea reconocido por la ciudadanía, lo que lleva a buscar nombres con algo de historia. Así, hijos, sobrinos, padres o cónyuges de, generalmente son las mejores cartas de las colectividades para postular al Congreso, lo que inevitablemente le cierra las puertas a quienes no gozan del privilegio de un apellido conspicuo, o simplemente conocido, o no cuentan con los recursos para enfrentar una costosa campaña. El nepotismo, tan criticado hipócritamente por algunos honorables, parece estar cada vez más arraigado.

Sin embargo, Guillermo Holzman, director del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, tiene una explicación para el fenómeno. Si bien no es nuevo, y viene del siglo XIX, con el retorno de la democracia, los partidos políticos inician un proceso de «oligarquización creciente» para recuperar el poder perdido durante el régimen militar, dice. Es decir, «los sistemas de poder se quieren asegurar este poder y los espacios que ellos visualizan son aquellos que responden a la interpretación de la realidad y que, normalmente, es compartido por gente muy cercana». Lo que ha ocurrido en mayor o menor medida en toda América Latina, precisa.

Y si bien en Chile los políticos transversalmente están protegiendo y tratando de perpetuar su espacio de poder en el Congreso, con ello se «está generando un distanciamiento cada vez mayor entre partidos políticos y sociedad». Una crítica recurrente, pero que en opinión de Holzman es difícil de cambiar, dado que «el entramado de participación no está desarrollado en nuestro país», porque los propios involucrados lo impiden.

En este contexto, da la sensación que por más que moleste a quienes no logran ingresar a esta exclusiva confraternidad, incluso militando en partidos, o por más que se propongan proyectos de ley que incentiven  la participación -según quienes los promueven-, como poner límite a la reelección parlamentaria o el financiamiento público de los partidos políticos, es de la naturaleza del poder esta practica endogámica. Y esto, pese a la molestia que produce entre quienes se sienten excluidos al interior de las propias colectividades.

El fenómeno tampoco es raro para el director del Centro de Análisis de la Universidad Central, Patricio Gajardo, quien coincide con Holzman en que se arrastra desde hace mucho y que «es una cosa histórica» el que familias con algún grado de poder lo traspasen de una generación a otra. Explica, además, que tener apellidos reconocidos en el mundo de la política, en este caso particular, es una «ventaja comparativa, pero no un hecho absolutamente determinante». Y considera «evidente que una familia que pertenece al mundo político adquiera cierto oficio».

Herencia familiar

No hay más que hacer un rápido recorrido por el aparataje estatal, Congreso incluido, para encontrarse con familias enteras con «vocación de servicio público», que ratifican lo planteado por los expertos. Un caso emblemático es el de Ricardo Lagos Weber, hijo del ex Presidente. Habiendo pasado por servir a su país desde el gobierno -al final como vocero de Bachelet-, ahora decidió dar el salto al Parlamento. Algo que no es del todo bien visto en las generaciones oficialistas más jóvenes, pues a éstos se les hace imposible conseguir apoyos para emprender desafíos parlamentarios. El ex vocero comparte con el primogénito de la actual mandataria, Sebastián Dávalos, haber pasado por la Dirección General de Relaciones Económicas de la Cancillería.

En todo caso, no haber pasado por el aparato público no es impedimento para no aspirar al Poder Legislativo. Bien lo saben parientes ilustres como Marco Enríquez-Ominami Gumucio -quien, además, levantó sin complejos una candidatura presidencial-, hijo del senador socialista Carlos Ominami. El cineasta llegó a la Cámara Baja el 2005, por el distrito 10, parte de la circunscripción que representa su padre. A la inversa, el progenitor del senador Guido Girardi Lavín (PPD), Guido Girardi Briere, llegó el mismo año a la Cámara de Diputados, representando al distrito 18 que dejó vacante el primero para postular al Senado por la circunscripción Santiago Poniente; y donde su hija, Cristina, era alcaldesa de Cerro Navia, de quien se ha dicho que también tiene aspiraciones parlamentarias.

Otro hijo de es Jorge Sabag Villalobos (DC), quien también llegó a la Cámara Baja el 2005, y representa el distrito 42, que es parte de la Octava Circunscripción Norte, donde su padre, Hosaín Sabag Castillo, es senador desde 1998. También está el matrimonio Farias-Vidal, recientemente separado. La actriz Ximena Vidal llegó a la Cámara el 2001, por el distrito 25, mientras su entonces marido, el también actor Ramón Farias, era alcalde de San Joaquín. Un período después Farias llegó a la Corporación, pero por el distrito 30. Otra pareja honorable es la que conforman los diputados Carolina Tohá (PPD) -distrito 22, Santiago- y Fulvio Rossi (PS) -distrito 2, Iquique-, aunque para ser justos hay que mencionar que se casaron siendo ambos parlamentarios y ella ya desistió de ir a la reelección en diciembre.

También están los hermanos Ignacio y Patricio Walker Prieto (DC), quienes compartieron un período en la Cámara Baja, entre el ’97 y 2001, cuando el primero decidió probar suerte en el Senado. Postuló sin éxito en la Quinta Circunscripción Cordillera, donde había sido diputado desde 1993 por el distrito 10. Ni hablar de los hermanos Zaldívar Larraín, quienes compartieron durante muchos años escaños en el Senado, hasta que Andrés perdió en las parlamentarias de 2005 y Adolfo se quedó. Un lazo más lejano, pero igualmente digno de considerar, es el que une a los diputados de RN Cristián y Nicolás Monckeberg, ambos actualmente en ejercicio. La también diputada de RN, Amelia Herrera, heredó el distrito 12, de Quilpué, el 2005, cuando su ex esposo Arturo Longton quiso probar suerte e intentar llegar a la Cámara Alta compitiendo en la Cuarta Región.

Parlamentarias 2009: ¿El recambio?

Los anteriores, son sólo unos pocos ejemplos de la nueva casta que los políticos van creando, a través de las amplias redes familiares que se han ido tejiendo con el paso del tiempo. Pronosticar que en las próximas parlamentarias el escenario cambiará mucho sería exceso de optimismo. Los partidos ya están armando sus plantillas. Y, como ha ocurrido elección tras elección, en el oficialismo comenzaron a surgir nombres con fuertes lazos sanguíneos. Es así como en el Partido Socialista ya suena Javier Insulza, hijo del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, como posible carta para la Cámara de Diputados, según ha trascendido por Las Condes o Rancagua.

Ahora, mientras el presidente de la DC, diputado Juan Carlos Latorre, representa a su partido en el distrito 35, en la Sexta Región, su señora, Ximena Rincón, postularía a la Cámara Alta por la Décimo Primera Región.

Por otro lado, si bien en estos años la derecha ha quedado al margen de acceder a cargos públicos en el aparato estatal, por razones obvias, también ha intentado llevar al Congreso a candidatos con lazos familiares, ampliando sus redes políticas, muchas veces con menos suerte que la Concertación. Entre los que lo han logrado figura el diputado por Concepción Andrés Egaña Respaldiza (UDI), quien anunció su retiro, que llegó al Congreso mientras su cuñado Carlos Bombal ejercía su cargo en el Senado. Su eventual reemplazo será un rostro de una familia nada nueva en el mundo de la política en la Octava Región. Ni más ni menos que el hermano de la alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, Enrique, quien por otro lado debió renunciar al concejo municipal para postular a la Cámara. Y que, además, es hijo del también ex alcalde y ex diputado por Concepción -entre los años 1998 a 2002- de su mismo nombre. Sólo como dato adicional, el abuelo Van Rysselberghe también fue alcalde de esa comuna.

Quien también postulará a la Cámara, en el gremialismo, es el hijo del timonel Juan Antonio Coloma. El primogénito del mismo nombre es la carta que el partido pretende levantar en el distrito 1, Los Andes. Por su parte, el diputado Juan Masferrer Pellizzari -distrito34-, anunció que no repostulará, después de cinco períodos consecutivos. A cambio de tan generosa determinación y pese a asegurar que lo hace porque quiere abrirle espacio a gente más joven, lo cierto es que eso es porque pretende dejar a su hijo del mismo nombre en su lugar.

En Renovación Nacional las cosas no van mejor. De hecho, la polémica por el distrito 38 -que se hizo famoso a raíz de la polémica muerte del diputado de la zona el año pasado, Pedro Pablo Álvarez-Salamanca- continúa, pese a que en la tienda aseguran que el tema «ya se cortó» a favor de la dirigente nacional Catalina Parot. El tema es que con la muerte del legislador surgió la encarnizada lucha por el reemplazo. Primero, la viuda aseguraba que su marido había decidido no ir a la reelección el 2009 y que le iba a dejar a ella su cupo. Después de mucha polémica éste quedó en manos de Lily Pérez, quien ahora busca circunscripción para llegar al Senado, y el hijo mayor de Álvarez-Salamanca, también quiere el cupo de su padre.

Quienes también podrían terminar encontrándose en los pasillos del Congreso son el jefe de la bancada de RN, Joaquín Godoy, y su madre Carmen Ibáñez, quien también aspira a volver luego de haber representado al distrito 13, de Valparaíso, escaño que actualmente ocupa su hijo.

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