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La película que registra la última gira del Tio Lalo Parra

En 2007 el último de los cantores vivos de la primera generación Parra hizo su gira de despedida. Como un profesional tocó con la misma enjundia en lugares repletos y en sitios semi vacíos. Un grupo de realizadores movidos por su estampa de terno blanco lo registró y escuchó en primera persona los pasajes menos conocidos en la vida azarosa de un cantor genial que a los 90 años de edad se enfrenta a sus horas más difíciles.


«Voy y vuelvo», le dijo Eduardo Parra a su cuarta mujer, la enfermera Elizabeth Castro, antes de entrar hace una semana al hospital clínico de la UC, afectado por una infección urinaria, que derivó en paro cardíaco y que lo tiene al borde de no cumplir la promesa.

El cuarto de los hermanos Parra tomó esta entrada en el hospital con naturalidad, pues el coqueteo con la muerte no es nada nuevo, más bien es parte de su vida. Desde que recibió su primer golpe fuerte, cuando murió su padre en 1929, y él tenía poco más de diez años. El padre, profesor primario, dedicado a enseñar a los conscriptos de los regimientos sureños, era el que lo hacía competir con el resto de sus hermanos guitarreando y cantando las tonadas que él mismo ensayaba en sus horas libres. Con  la muerte del padre, el primer Nicanor Parra, vino  la pobreza y la obligación de cantar para sobrevivir. Así se armó un grupo de niños formado por los hermanos Violeta, Roberto, Hilda y por supuesto Eduardo.

A los 17 años se casó. Serían cuatro matrimonios pero la muerte repentina de la madre de sus hijos sería un golpe profundo y demasiado bajo. Lalo Parra todavía no era tío de nadie, pero sí padre de dos hijos: Clarita y Pancho. En 1957 parte a Argentina donde vive por siete años y uno de sus períodos más oscuros. Parte de esta etapa está registrada en primera persona en el documental «El amor y la muerte del Tío Lalo Parra» dirigido por Cristián Calderón, fruto de seis años de investigación y recién terminado hace algunas semanas. «En Argentina el tío Lalo venía de perder a su primera mujer y Clarita que ya empezaba a crecer quiere independizarse y se aleja un poco», dice Calderón.

Los payasos de la familia 

Eduardo Parra cae en depresión, empieza a beber e intenta suicidarse. Su hermana Violeta llega al rescate y lo saca de General Picó en la pampa argentina, donde vivía. La artista más influyente y completa de los Parra con quién Lalo compartió su amor por abrir caminos guitarra en mano, se iba a suicidar pocos años después en su carpa de La Reina.

La película intenta rescatar el continuo vaivén entre el amor y la muerte que ha marcado la vida de Eduardo Parra, aunque la idea nació con otra mirada que iba a potenciar el lado humorístico del personaje. «Vimos en una revista este personaje de terno blanco y nos llamó la atención, nos pareció gracioso, se iba a llamar el choro gordo», dice Cristián Calderón.

Y no andaban muy lejos porque Eduardo Parra y su hermano Oscar, el payaso «Canarito» fueron los dos del clan que vivieron al amparo de las carpas de circo. Lalo Parra cantaba, actuaba y hacía de mentalista durante las funciones. Durante seis años fue presidente del Sindicato de Artistas Circenses de Chile y mucha de esa alegría quedó plasmada en la película que finalmente registró una gira de cinco días por distintas ciudades del sur de Chile en 2007 contratado por una caja de compensación. La gira sería la última.

«Íbamos en una van con los otros músicos y él a cada rato echaba una talla o contaba una historia. A pesar de lo anciano, su cerebro y temperamento son muy jóvenes, además en su carrera siempre se vinculó con jóvenes y fue muy generoso con su música», cuenta el director. 

La receta para llegar a los 90

En la película, el tío Lalo cuenta su historia y la de sus hijos. Llega a Chillán donde no había vuelto desde la muerte de su primera mujer y muestra la tumba donde quiere que lo entierren. Pero también deja al descubierto su amor por las cosas más lindas de la vida: los asados, el vino, las mujeres. El tío Lalo firmó una libreta de matrimonio la última vez a los 83 con su actual mujer que confesó en una entrevista haber perdido la virginidad con el folclorista.

Por cierto él, cada vez que pudo, cuando le preguntaban sobre el secreto de su espléndida longevidad, decía que el secreto estaba en hacer el amor. Toda esa picardía está registrada en la película y también su profesionalismo a  prueba de balas. El equipo realizador cuenta que en Concepción el gimnasio estaba lleno, pero en Puerto Montt habían doce personas pero el tío Lalo le pegaba con la misma fuerza a la guitarra. Además la banda que lo acompañaba era casi toda formada por parientes. Estaba su sobrino Barraco, hijo menor de Nicanor. Clarita, su hija que lo teloneaba, Pablo Ugarte ex pareja de su sobrina Colombina y Cuti Aste, que si no fuera por sangre sería de la familia gracias a su vínculo con La Regia Orquesta, que musicalizó La Negra Ester y ha estado más o menos cerca de los Parra, desde que dejaron de estar proscritos al regreso de la democracia.

Luego de la gira que registra la película, el tío Lalo tuvo una de sus crisis más graves y cayó en el hospital de Copiapó mientras trabajaba para el 18 de septiembre de 2007 y ahí estuvo hasta fines de este año. Pero como siempre, volvió como un roble porfiado, que ciertamente prefiere el amor a la muerte.  

El documental aún no tiene fecha de estreno, los realizadores quieren «festivalear» la cinta primero y después venderla a la televisión. Sólo se ha visto una versión en progreso durante la edición pasada del Festival In- Edit. Tampoco tienen apuro ahora porque lo que menos quieren es aprovecharse de las circunstancias que han traído de regreso al tío Lalo en la agenda de los medios. «Más nos interesa que la gente sepa que faltan dadores de sangre», dice Cristóbal Calderón recién de vuelta desde el hospital clínico de la UC.

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