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Un plebiscito sin política

Vivimos la ilusión de la democracia, mirando con nostalgia la realidad de la representación y el liderazgo, dos elementos que han sido sustituidos hoy día por las encuestas y los plebiscitos. Ambos no son lo que parecen y no llevan a adonde deberíamos ir.


Es usual en nuestro país tener que tomar decisiones parciales sobre cosas que conocemos poco. Las decisiones van desde cosas trascendentes, como puede ser el voto voluntario, hasta la altura de unos edificios en una comuna de la ciudad, pero pasa también por publicar con «falsa precisión» los datos de encuestas con decimales, que los políticos toman como oráculos de lo inevitable. Ni siquiera saben que en el mundo desarrollado las encuestas no se publican con decimales. Los encuestadores que publican encuestas con decimales, no han predicho en su vida una elección, no se conoce la precisión de sus instrumentos, pero la hacen aparecer como precisa con la coma. En esto vivimos de ilusiones como en muchas otras cosas de la vida nacional.

No se hicieron estudios sobre el voto voluntario, sino más bien se hizo lobby, y se influenció a la opinión pública con los poderes fácticos que existen. Se «cree» que puede tener un efecto u otro, pero no se «sabe». Ganó la voluntad política del que creía que se vería beneficiado por la decisión, más que la voluntad de «saber» que es lo mejor para el país.

En el caso de la edificación en altura, mucho más silencioso y menos espectacular, las cosas funcionan más o menos de la misma manera. Santiago no tiene un plan maestro de desarrollo, tiene un plano regulador que se modifica por pedazos. Así es como autorizan conjunto armónicos,  un edificio en un sector de casas, o bien autorizan un centro comercial sin pensar en el tránsito. También se construyen túneles que terminan en un callejón sin salida. Cuando ya está construido se busca la solución al cuello de botella. En Vitacura estamos haciendo eso, modificando por pedazos, sin plan maestro.

Como ciudadana puedo decir que la ciudad de Santiago muestra desde el aire el perfil de sus líderes: los arquitectos Jefes de Obras, que han autorizado a las construcciones, los alcaldes que han diseñado los planos reguladores, los empresarios que han logrado las excepciones. Se trata de personas que no miraron al futuro ni pensaron mucho en la ciudad.  Es un monumento a la irracionalidad urbanística, a la maximización de los intereses particulares e individuales de algunos, en distintos momentos del tiempo.

Se nota que esta ciudad se construye por el poder de la fuerza de quienes quieren hacer cosas, gana el que tiene más poder, no el que tiene la mejor propuesta, ni el que construye mejor ciudad. Las consecuencias las pagan todos.

El plebiscito de Vitacura es un excelente ejemplo de esta evolución inarticulada, porque se proponen una serie de cosas, sin plan maestro futuro. Simplemente se levantan torres aquí y acullá por lo que la razón dicta hoy en función de los intereses de los que están hoy en el juego. El ejercicio democrático de votar a favor o en contra  es tan falaz como la coma que presenta la falsa precisión de las encuestas. Se cree que se toma una decisión democrática porque se votó.

Buenos Aires por ejemplo, mirada desde el aire, muestra una cara distinta, con estructura, y un concepto, se distingue una ciudad pensada, con barrios que tienen vida.

Vitacura la vieja hoy es un barrio armónico, uno de los pocos que tiene vida de barrio. Se diferencia de Vitacura la nueva justamente en eso, en que la otra no tiene vida de barrio. Pero ¿a quién le interesa hacer un plebiscito sobre la calidad de vida?

Me paseo por otros lugares de Chile, Maitencillo por ejemplo, y pienso que ahí se nota más la anarquía urbanística, ¡y porque no Pichilemu! Los que lograron hacer algo distinto, son hoy día elogiados, como los que construyeron Zapallar, un lugar armónico. Son las excepciones. Ellos tenían un concepto y lo han preservado.

Como vecina de Vitacura queda claro que no estamos implementando un  concepto como el que se implemento en Zapallar, porque si así fuera no seria necesario un plebiscito.

A mi me importa poco lo que quieren los ciudadanos que viven HOY en Vitacura, un plebiscito justo sería preguntarle a los ciudadanos que vivirán la Vitacura de las consecuencias de las decisiones de hoy. Y para eso elegimos alcalde, para que tome las decisiones. El populismo plebiscitario es un  instrumento de dos filos, porque  más allá de las mayorías, deciden los que van a votar, que a lo mejor ya ni viven en la comuna, pero tienen propiedades aquí.  Muchos votan con el bolsillo y por el bolsillo. En el extremo basta que voten tres personas y dos a favor de una posición. Vitacura, la comuna más rica de Chile,  es el reflejo de lo que es su elite. ¿Esa gente produce un plebiscito como éste? Que queda para el país. ¿A quien le interesa lo colectivo? ¿Estamos diciendo que ya no hay bien común y que solo quedan los bienes particulares? ¿El Estado es un nuevo agente que maximiza los bienes comunes de las personas individuales, sin maximizar el bien común? Por Dios que se está pareciendo a eso.

¿Cuál es la mayoría que se requiere para tener una ciudad que no dependa de los intereses particulares, del que tiene más poder, del que hace más lobby, del que se sale con la suya? Por esa mayoría vale la pena votar. El Estado no es un agente de intermediación, sino un productor de bien común. Que alguien me diga donde está el bien común en este plebiscito, porque no se ve.

Lo que se necesita es una política de desarrollo urbano que no dependa de la discrecionalidad, ni del lobby, ni de los poderosos, ni tampoco de los intereses de los ciudadanos que son pasajeros, ni menos de los plebiscitos populistas y  parciales que disfrazan de democracia la incompetencia en la política. Vivimos la ilusión de la democracia, mirando con nostalgia la realidad de la representación y el liderazgo, dos elementos que han sido sustituidos hoy día por las encuestas y los plebiscitos. Ambos no son lo que parecen y no llevan a adonde deberíamos ir.

Hay conceptos  urbanísticos como Efesos y Mileto que han superado los tiempos.  Vitacura con su plebiscito es un buen ejemplo del espíritu de nuestra civilización, el de la codicia urbanística que insulta nuestra calidad de vida y le da un puntapié al tiempo.

*Marta Lagos es directora de Mori.

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