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«No nos interesa convertirnos en un semillero político»

Mirko Macari
Por : Mirko Macari Asesor Editorial El Mostrador
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Su enfoque está puesto en terminar con los 533 campamentos que todavía quedan en  nuestro país y no aspira a que la institución que representa sea necesariamente la que provea la nueva camada de políticos. Pero con el tema del recambio generacional encima de la mesa, está conciente de la política, de su relación con los emprendimientos sociales, y de que todos los están mirando desde que sus antecesores entraron a las campañas de la Concertación y de la Alianza.


A sus casi 28 años, Gonzalo Cerda Domínguez tiene la inmensa responsabilidad de ser director social de Un Techo para Chile. Al escucharlo queda claro por qué esta institución, que ha sido un pilar fundamental para la erradicación de los campamentos en Chile, se ha fortalecido con y por jóvenes. Pero también surge inevitablemente la interrogante acerca de qué tan aptos están, quienes se han formado bajo la utopía de terminar con la exclusión social, para participar en política, un área en la que los sueños imposibles dejaron paso a la necesidad concreta de mantenerse en el poder.

Sin embargo, este joven abogado muestra hasta cierto orgullo por la forma como sus ex colegas Sebastián Bowen y Francisco Irarrázabal se están desempeñando en los comandos de Eduardo Frei y Sebastián Piñera, respectivamente. Pero no es ingenuo y está conciente de que siempre existe el riesgo de la utilización política, lo que pasa -dice- es que es parte del deber de ambos el que los temas a los que apuntan sean puestos en la campaña y tiene la convicción de que si los candidatos no los asumen, entonces se podría hablar con todo derecho de «politiquería».

-En el marco del recambio generacional que intentan mostrar las campañas presidenciales de Eduardo Frei y Sebastián Piñera, ambos optaron por reclutar rostros de Un Techo para Chile. ¿Por qué crees tú que se está dando este fenómeno?

-Un Techo para Chile no es apolítico, aunque tampoco es partidista. Nosotros creemos firmemente que se necesita de la política, incluso que terminar con los campamentos es en cierta forma nuestra «campaña». Y no es apolítico porque hay cambios que pasan por reformas estructurales y la política es una de las herramientas más eficaces en ese sentido. El paso de personas que trabajaron en Un Techo para Chile a la política ha sido excelente más que para la institución, para nuestro trabajo. Porque en el fondo nos da una visión amplia de que el paso por esta institución te marca con un deber o una responsabilidad social. Entonces, no es que sólo se vayan a la política, que lo hagan a una empresa privada o a una ONG, lo importante es que sea cual sea el lugar al que te vayas se note el sello que te marcó. En particular, el paso de Sebastián Bowen y Francisco Irarrázaval a la política es esperanzador porque te habla de jóvenes que ven en la política una herramienta más para terminar con la exclusión social.

-¿Y desde el punto de vista de los candidatos que los reclutaron?

-Yo creo que hay una responsabilidad, porque al invitar a jóvenes que representan ciertos ideales, los candidatos se están casando con esos ideales y yo no sé si siempre se le toma el peso a eso. En la práctica es común, y se ha dicho bastante, que los candidatos lo hacen por una cuestión de marketing, pero si lo hacen o no por eso, sí es cierto que ellos se quieren identificar con los ideales que representan esos jóvenes. Y si se quieren identificar con eso, les genera una responsabilidad de inicio, por el hecho de tenerlos como caras  visibles, pero al mismo tiempo tiene que significar que ciertos temas como los que tienen que ver con la exclusión social pasen al área política. Por ejemplo, el tema de la erradicación de los campamentos tiene que ser fundamental en el gobierno que venga. Eso, sobre todo Bowen e Irarrázaval, debieran asumirlo. Lo mismo que todo lo relacionado con la cota mil en materia de educación debiera ser prioridad en los gobiernos que vienen, porque nuestro sistema actual es sumamente excluyente.

 

-¿Si temas como esos finalmente no se abordan?

-Entonces, significaría no sólo que Bowen e Irarrázabal se anduvieron desinflando, sino que también los candidatos no asumieron lo que significaba involucrar a jóvenes que representan ideales.

-O sea que tienes la convicción de que la presencia de estos jóvenes en las campañas significa que los candidatos va a asumir estas necesidades en sus eventuales gobiernos.

– Y se debería graficar en la campaña. No estoy seguro si en la de Frei se ha expresado, pero en la de Piñera se ha expresado bastante respecto de cómo terminar con los campamentos.

-¿Sería un fracaso o una utilización mediática de estos jóvenes si el discurso no incluye sus ideales?

-Uno sería absolutamente ingenuo si no cree que pueda existir una utilización. Más importante que eso es cómo lo asumen el candidato y la persona que se integra a su campaña. En el caso de Bowen e Irarrázabal, es parte de su deber que se sitúen esos temas aún cuando estén siendo utilizados; y los candidatos van a tener que asumirlos también, porque si no es así, efectivamente, es politiquería.

– ¿Cuán positivo es eso para ustedes como institución?

-Yo diría que más para las familias de campamento, porque los cambios estructurales o las prioridades como gobierno o como país van a generar un beneficio a esas familias. Como institución, obviamente nos interesa porque es nuestro rubro, pero no nos interesa convertirnos en un semillero político o algo así.

-Pero lo cierto es que efectivamente Un Techo para Chile se está convirtiendo en un semillero político.

-No veo que sea un semillero político. Sí es un semillero en el sentido de que plasma la responsabilidad social en las personas que ingresan, pero más que como institución por la experiencia de los campamentos y éstos te cambian también la visión de país. Te muestran un país mucho más desigual, mucho más injusto. Y frente a esa responsabilidad uno toma decisiones posteriores, si son políticas ¡increíble! Siempre y cuando signifique un interés especial por trabajar en temas relacionados con la desigualdad.

-¿Cómo sientes que se han desempeñado hasta ahora los dos representantes de Un Techo para Chile en el área política? ¿Sientes que los han dejado bien parados?

-En principio sí. Me llama la atención que por el hecho de haber trabajado en la institución, están más desmarcados en sus juicios. Por ejemplo, cuando Bowen emite un comentario veo que se siente mucho más libre incluso para hablar de personas de la propia coalición que representa. Entonces, en ese sentido creo que les está yendo bien. Siempre va a haber críticas respecto a que ellos mismos están utilizando su trayectoria en la institución. Pero los resultados arrojan un positivo, porque en la percepción generalizada hay más aprobación a que jóvenes con intereses sociales reales entren en política. Es como que están menos contaminados, como se diría.

Un sueño posible

– ¿En qué está actualmente Un Techo para Chile?

– El Techo para Chile está principalmente enfocando su trabajo en dos grandes temas. Por un lado, en la erradicación de los campamentos para un 2010 sin campamentos, asumiendo personalmente el trabajo con 10 mil familias. Lo que significa que respecto de esas 10 mil familias funciona como una entidad de gestión inmobiliaria social.

 -¿Cómo así?

-Que es que comienza el trabajo en el campamento, en la organización de las familias, y las acompaña en todo el proceso de consecución de la vivienda, que funciona como inmobiliaria. En el fondo, el Techo para Chile canaliza el subsidio que entrega el Serviu, contrata la constructora y, junto con las familias, diseña el barrio que se va a construir.Ese es uno de los focos, pero además, el Techo para Chile sigue trabajando en los campamentos con más de 10 mil familias y tiene otro gran foco que es el Techo para Educación y Trabajo, que apunta a trabajar justamente en ese proceso que tienen las familias del campamento al barrio, otorgándoles herramientas sociales que permitan terminar con el círculo de la extrema pobreza con el paso de la vivienda definitiva.

 -Estuviste en México haciendo una labor similar a la que haces en Un Techo para Chile?

-Claro, estuve de director de Un Techo para Mi País en México.

 -¿Es un programa similar al que se realiza en Chile?

Ellos están en una etapa anterior. En México están en la construcción de mediaguas y en habilitación social, que es el trabajo que uno hace permanentemente en los campamentos.

 -Si tuvieras que hacer un paralelo entre la pobreza que hay en Chile, con el trabajo que se ha hecho para superarla, y la de México, salvando las diferencias notorias que hay entre ambos países. ¿Hay algún parámetro que se pueda asimilar?

Mi impresión, que no es solamente con México sino con todos los países latinoamericanos, hay un término común con pobreza. Porque en otros países, los campamentos tienen los mismos rasgos de exclusión que en Chile. De hecho, cuando yo llegué a México donde más sentí que había un aire familiar fue en un campamento. Son los mismos olores, problemas similares también la comunidad. Esos temas son comunes. La diferencia que percibí con México es que allá la pobreza es abrumante. El porcentaje de gente que vive en extrema pobreza es mucho más alto que en Chile. Te diría que el porcentaje de la gente que vive en campamentos está más o menos en el 18 por ciento.

-En la UDI sostienen que aún quedan 533 campamentos por erradicar en Chile ¿Es esa efectivamente la cifra?

– De hecho, esa es la cifra de nuestro catastro. Pero, si te das cuenta, la disminución de campamentos en Chile es impresionante. O sea, hace unos 10 años habían más de 100 mil familias viviendo en ellos y ahora estamos entre las 20 y 28 mil familias. Lo que además veo en relación a México y a los países latinoamericanos, es que es impresionante que la meta de Chile -de 2010 sin campamentos- que es una meta institucional que ahora también se impuso el gobierno -lo que es muy bueno-, es muy esperanzadora. Porque, en el fondo, los otros países ven como posible poder terminar con los campamentos.

-¿A corto plazo?

-Claro. Piensa que el Techo para Chile lleva 10 años y ha cambiado mucho desde su inicio, en que partió sólo con las mediaguas para llegar a lo que está haciendo ahora. Yo creo que si terminamos con los campamentos en Chile, el gran gesto para las instituciones que están trabajando en eso en otros países es muy esperanzador y una señal de que se puede.

-¿Cuánto sientes que ha hecho el gobierno, en términos concretos, para avanzar en ese sentido?

– Más que el gobierno, yo te diría los gobiernos. Porque ha habido un cambio de política habitacional que favorece mucho esto.

-¿En qué sentido?

-Porque se podría decir que la política habitacional actual es descentralizada. Antes el Serviu hacía los proyectos de vivienda y luego se los adjudicaba a distintas familias. El sistema que hay ahora es que a través de las entidades de gestión, como el Techo para Chile, se administran los subsidios bajo ciertos parámetros establecidos por el Ministerio de Vivienda, hay ciertos mínimos que se deben cumplir y que favorecen la participación de las familias, que favorecen que las familias permanezcan en el sitio urbano, que permanezcan juntas. En el fondo, yo creo que la política te ayuda sobremanera a lograr no solamente la erradicación de un campamento, sino que las familias no vuelvan a él.

-Ahora viene la tradicional campaña de invierno. ¿Cómo ves este proceso en el marco de un año de crisis económica como este?

-Hay cosas que con o sin crisis no deberían paralizarse. El caso de las familias en los campamentos no se debería paralizar porque es una situación de emergencia y estas situaciones no se pueden prorrogar, por mucho que uno diga que el país está mal. No es que para nosotros sea irrelevante el clima de crisis, pero respecto a la meta tiene que ser irrelevante. El invierno denuncia una serie de carencias como país, pero por lo cerca que está el 2010 nuestro sello debe estar en que si bien una persona puede lograr muchos cambios, un país entero puede cambiar la historia. Si te das cuenta los campamentos en Chile existen desde los comienzos de nuestra historia como país, entonces, terminar con los campamentos es realmente histórico y esta meta no puede pertenecer a una sola persona, sino que a la sociedad entera.

-Eso es lo ideal, pero es un hecho que en épocas como esta cuesta más que la gente se sienta tan comprometida como para colaborar económicamente. En ese sentido, dado este período de crisis ¿Un Techo para Chile tiene planificada alguna estrategia especial para motivar a la gente a cooperar?

-Hay algunas cosas a las que les estamos dando más énfasis. Pero creo que lo que se necesita en verdad es potencia, o sea, presencia y pasividad. Por ejemplo, en la campaña «Un Techo a Mil», este año se le va dar más hincapié que nunca a la presencia en las esquinas pidiendo plata; a la solicitud a las empresas. Este año también se quiere aumentar la campaña para captar socios. Pero para mí lo más preocupante sería que llegáramos al 2010, que se terminara con los campamentos y que no signifique nada. Porque querría decir que como sociedad somos inmunes al término de la exclusión más evidente que podemos tener como país. Y que eso no signifique nada es preocupante. Así es que creo que hay grandes posibilidades de recaudar la plata que se necesita, porque el hecho de que el gobierno esté hablando de una meta común ya te habla de un cambio de prioridades y eso es un buen síntoma.

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