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Negociemos, don Inodoro

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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El escenario tiene dos problemas adicionales para la Concertación. El primero es la voluntad real del gobierno de usar su artillería política en primera vuelta para controlar a un posible aliado pero bajándolo en sus expectativas y obligándolo a negociar. El segundo, es la adrenalina que la encuesta CEP le haya puesto a Enríquez Ominami y la capacidad de transformar su opción electoral en fuerza política.


Luego de entregar los resultados de su encuesta el CEP concluyó que el escenario presidencial está abierto. Mi opinión es que está cerrado, porque al juego de los tres primeros candidatos no entra nadie más. Lo que esta abierto es el final, cuyo relato depende de lo que hagan, especialmente el segundo y el tercero de ellos, para abrir un cauce de diálogo con vistas a la segunda vuelta, que es la verdad verdadera.

Para marcar la tendencia lo importante son las preferencias electorales. Los atributos y quereres son volátiles pues se contrastan con la imagen de la Presidenta, y por lo tanto apenas son un indicativo para saber como comportarse. En estricto rigor, el dato duro es la intención de voto. Los tres candidatos incumbentes exhiben una intención que indica que el escenario es de duda y desconfianza: el 44%, 49% y 53% de la muestra nunca votaría por Piñera, Frei y Enríquez Ominami, respectivamente.

Para el candidato de la derecha, el mejor posicionado pues es claro que está instalado en segunda vuelta,  el problema es el umbral de certidumbre, que muestre que ha cruzado la barrera de los cuarenta porcientos electorales que atan desde fecha inmemorial a la derecha impidiéndole ganar. Ese umbral hoy no existe. Y no  está en los votos de los otros candidatos sino en la masa de indecisos o asistémicos que se mantiene entre el 20 y 24%, si se suma a  quienes no saben por quien votar y quienes votarían nulo o blanco.

Su cálculo más racional, al no tener ni el imperativo ni tampoco la posibilidad de negociar, es elevar a la categoría de primer adversario a  Enríquez –Ominami, quien aparentemente es el más fácil de dominar electoralmente, y cuyos votos  –según la CEP- se vuelcan en porcentaje significativo a su candidatura en la segunda vuelta. Y luego  hacer campaña para los no convencidos. Todo lo demás es volátil.

La relación de Eduardo Frei con  Enríquez Ominami  es el nudo gordiano de la otra candidatura para la segunda vuelta. La distancia actual de Frei sobre  aquel parece asegurarle su  paso a la etapa final. Pero aún si ello fuera definitivo, es evidente que necesita los votos de MEO para enfrentar en ella  con éxito a Piñera.
Por su parte, Enríquez Ominami tiene que seguir desafiándolo ahora para ser quien  pase a segunda vuelta.

Entre las constataciones más notorias que dejó la encuesta está la crisis de confianza y credibilidad en los candidatos. Pero también que la Concertación requiere una estrategia doble de muy difícil implementación. Por una parte necesita darle holgura a su candidato, para lo cual debe controlar el crecimiento electoral de Enríquez Ominami. Por otro, necesita sus votos para ganarle a Piñera.

La única solución es que ahora el gobierno desarrolle una estrategia de voto útil en primera vuelta, como la que dejó entrever la ministra Carolina Tohá al comentar la encuesta CEP, que aísle a Enríquez Ominami. Esta estrategia, que se puede endurecer según las necesidades, debiera obstaculizar a MEO en su búsqueda de credibilidad política sobre su capacidad de gobernar.

Mientras tanto, Eduardo Frei debiera redoblar su trabajo en terreno que es su fuerte, y  no endurecer el debate con Enríquez Ominami para facilitar el entendimiento posterior. Algo no siempre fácil ya que sus asesores estratégicos y su comando se encargan de tanto en tanto de ser el centro de la noticia y sacarlo a la pizarra para rendir examen de liderazgo.

El escenario tiene dos problemas adicionales para la Concertación. El primero es la voluntad real del gobierno de usar su artillería política en primera vuelta para controlar a un posible aliado pero bajándolo en sus expectativas y obligándolo a negociar. Porque en el fondo se lo fortalece  para un escenario electoral de cuatro años más adelante y ello puede ser un mal cálculo para la Presidenta. segundo, es la adrenalina que la encuesta le haya puesto a Enríquez Ominami y la capacidad de transformar su opción electoral en fuerza política. No solo para capitalizar de manera permanente su fenómeno sino – si se decide a abrir un cauce de negociación- controlar la fuerza con la cual el oficialismo puede embestir contra él, y pedir al mismo tiempo una compensación simbólica (¿una lista de nombres ?) que refuercen su principal atributo: la sinceridad.

La encuesta CEP muestra subrepticiamente una realidad más compleja de lo que a simple vista se cree. Y lo será más todavía cuando se realice el debate presidencial, si es que por primera vez como se espera, el es verdaderamente un debate abierto.

Como en la vieja historieta de Fontanarrosa el perro Mendieta le diría a Inodoro Pereyra “Negociemos, don Inodoro”. Pero no es tan fácil y, al igual que el renegado Pereyra, unos más otros menos, cada uno de los candidatos debe estar pensando “Estar solo no es nada, lo malo es darse cuenta”.  

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