En la tienda reconocen que ha sido difícil cambiar el “switch” de un partido de oposición a uno de gobierno, pero también que entregarle un cheque en blanco al Mandatario puede ser un riesgo, porque podría terminar por desperfilar al gremialismo. De allí que la actitud del senador sea percibida internamente como una exageración, porque “todo tiene un límite”, advierten.
Mientras la UDI está enfocada en enfrentar el proceso que culminará a fines de julio con la elección de una nueva directiva, el senador Hernán Larraín tiene todas sus energías puestas en otra misión que le parece mucho más importante. A su juicio, este es el momento de actuar con “responsabilidad” y orientar todas las fuerzas de la tienda a contribuir a que el gobierno de Sebastián Piñera tenga un buen desempeño.
Tiene la convicción de que en ello, el gremialismo, tiene un rol muy significativo que jugar, para contribuir a que realmente haya un cambio en la forma de gobernar. “Tenemos que asumir el compromiso de ser el mejor partido de gobierno”, ha dicho a quien quiera escucharlo.
Si bien en la UDI siempre se le ha respetado, porque ha demostrado una postura independiente y porque muchos le reconocen estar por sobre “la chimuchina política”, ahora algunos creen que exagera con su defensa al gobierno de Piñera. Aunque desde su paso por la presidencia del Senado el año 2004 también mostró una capacidad de analizar los hechos con “una mirada de Estado”, mérito que le reconocen tanto en su sector como en la oposición, la actitud asumida hacia la actual administración ha provocado que más de alguno de sus compañeros de partido traten de buscarle algún sentido práctico a sus planteamientos.
A sus 62 años, Larraín asegura que se siente con la suficiente libertad para hacer estos planteamientos, aunque también admite que eso se lo permite el hecho de no tener un cargo dentro del partido, pues sólo integra la Comisión Política. En este contexto es que ha planteado, tanto interna como públicamente, que no es tiempo para darse “gustitos” personales. Y que, en cambio, los debates respecto a temas como el alza de impuestos a las empresas deben hacerse con “lealtad”, pero que cuando el gobierno tome una decisión, la UDI y los demás partidos de la coalición deben “cerrar filas” detrás del Ejecutivo.
De lo contrario, se genera –dice- una sensación de desorden que no beneficia ni al gobierno ni a los partidos que lo apoyan. A su juicio, “la unidad en el mensaje es una responsabilidad de todos los que estamos trabajando en este gobierno. Seamos ministros, parlamentarios, alcaldes, intendentes…los que estamos por hacer un cambio, por resolver los graves problemas de la reconstrucción, no nos podemos dar gustitos ni lujos criticando y cuestionando y poniéndole obstáculos al gobierno en su reciente proceso de instalación”.
Para Larraín, la principal tarea de los partidos políticos de gobierno es “hacer viable” el proyecto de la actual administración. Pero va más allá en su planteamiento y un sector del gremialismo observa con distintos grados de preocupación cuando el ex presidente del Senado profundiza, señalando que no se contribuye a la viabilidad de los objetivos del gobierno “dándonos gustitos cada cierto tiempo” y que hay que trabajar “incluso negándose a sí mismos en muchos planteamientos”. En su opinión, “unidad y solidaridad” deben ser los principios que guíen la actuación de la UDI durante la actual administración, porque es “lo que Chile espera de nosotros”.
[cita] Explica otra fuente del gremialismo, que “la UDI no puede entregarse y perder su identidad por respaldar al gobierno en materias que no sentimos propias. Todo tiene un límite”.[/cita]
Si bien en la tienda coinciden con gran parte de la tesis del parlamentario, también provoca cierta resistencia la lectura que se hace de su discurso. Porque un sector no está tan dispuesto como Larraín a renunciar a algunos de sus planteamientos. El caso del aumento de los impuestos a las empresas fue demasiada muestra de generosidad, estima una nada despreciable fracción de la colectividad.
Es aquí donde se manifiestan con claridad las dos almas que dividen a la UDI a la hora de plantarse como partido de gobierno. En la tienda reconocen que el proceso no es fácil, porque en más de alguna oportunidad “van a chocar nuestros intereses como partido, con los del gobierno” que a todas luces no son siempre los mismos. Algo de ello ya se vio en algunos debates que surgieron durante la campaña.
Y donde algunos prevén que pueden existir conflictos es cuando se aborden temas de principios. Aquí cobran particular relevancia aquellos relacionados con el ámbito valórico y aquellos que dicen relación con los conflictos de interés. En este aspecto, algunos parlamentarios gremialistas estaban particularmente molestos por la situación generada en torno María Luisa Brahm, asesora de Piñera y a la vez de miembro del Consejo de la Alta Dirección Pública, cuestión que se resolvió ayer.
Una fuente del partido asegura entender la postura de Larraín, pero no coincide con el senador. A su juicio, la UDI no puede “perder su derecho a discrepar” y a hacer públicas sus diferencias, cuando estime que el gobierno no está haciendo bien las cosas. A este respecto, un parlamentario sostiene que si bien el partido integra la coalición de gobierno y es el más grande apoyo de Piñera, eso debiera contribuir a hacerse escuchar. Lo que no estaría ocurriendo con la frecuencia que se espera en la tienda, por lo que hacer públicas las diferencias se ha vuelto una necesidad.
Por otra parte, está el hecho de que hay que entender, explica otra fuente del gremialismo, que “la UDI no puede entregarse y perder su identidad por respaldar al gobierno en materias que no sentimos propias. Todo tiene un límite”.
Los más quisquillosos incluso se atreven a ver en la actitud asumida por el ex presidente del Senado una segunda lectura. Atribuyen su fuerte respaldo al gobierno al hecho de que su señora, Magdalena Matte Lecaros, sea la ministra de Vivienda y que su hijo mayor integre el núcleo más cercano al Mandatario. Por lo que imaginan, Larraín se siente particularmente comprometido con la actual administración. Sin embargo, el senador descarta de plano este supuesto, señalando que siempre habrá quienes intenten descalificar posturas con las que no coinciden con argumentos externos que no tienen implicancia en el tema de fondo.
Larraín estima que sus planteamientos corresponden “a la forma como debe actuarse en política” y que su principal objetivo es definir “la responsabilidad pública de la UDI” en cuanto partido de gobierno. Misma que, en su opinión, marcará el futuro del partido y le abrirá más posibilidades a la hora de pensar en levantar un liderazgo con miras a las presidenciales del 2013. Aunque aclara que ese punto sólo debería comenzar a conversarse dentro de dos años y que cualquier aproximación previa no tiene sentido.
El parlamentario, que a estas alturas se ha convertido en el “samurái” de Piñera al interior de la tienda, tiene la convicción de que “si la UDI hace la pega bien (como partido de gobierno), se hace posible que aspire a tener un sucesor de sus filas, porque hoy día no hay un potencial sucesor instalado”.