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La colcha de retazos del Presidente Piñera

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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Transformado en el blanco de su crítica, el Presidente descoloca permanentemente a la oposición. Obliga a sus dirigentes a apoyarlo en temas puntuales, e incluso a alabar su pragmatismo como ocurrió luego del discurso del 21 de mayo pasado.


La invitación a La Moneda del Presidente de la República a los ex mandatarios de la Concertación fue un fino acto comunicacional, uno más, donde lo importante no ha sido la conversación sino la foto. La asistencia de Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, interpretada por ellos, expresa cultura cívica democrática, pero simbólicamente genera confusión en la ex Concertación.

En ambas actitudes están reflejadas las dos visiones que se enfrentan en el escenario político actual. La pragmática, dominada por el Presidente y su entorno más inmediato; y la doctrinaria, que predomina tanto en la conducción de la ex Concertación como en la del bloque UDI – RN que lo apoya.

En la primera lo que importa son los resultados, sin hacerse demasiadas complicaciones con la ideología, los partidos o los principios republicanos. En la segunda, lo importante es la acción programática del gobierno, con debates, diálogos y consensos que desarrollen de forma institucionalmente estable la política, entre partidarios y opositores.

La política pragmática expresa una nueva sensibilidad, con la emergencia de una cultura ciudadana fragmentada y alejada de los moldes clásicos, asentada en un uso intensivo de la pauta comunicacional. La política programática tiene su soporte fundamental en un sistema de debates doctrinarios y consensos políticos que está muriendo. Ahí está la diferencia entre la explicación del hecho y la foto del hecho, que habla más que mil discursos.

Siendo intérprete de lo práctico, y habiendo ganado la Presidencia de esa manera, parece casi natural que Sebastián Piñera  descoloque a partidarios y opositores cada vez que actúa.

Para  él cada día tiene su afán y nadie necesita de grandes relatos políticos para gobernar. Se requiere gestión y resultados rápidos y no es necesaria una agenda estratégica. Si se debe apelar a algún sentido programático que explique las cosas basta algo tan general como el bien de la patria, la reconstrucción nacional, la celebración del Bicentenario o el futuro de Chile. ¿Quién podría estar en contra?

Su capacidad de estar en lo pequeño le permite licuar todos los problemas. Se hace camino al andar, se toman las oportunidades y se desechan u omiten las cosas que son obstáculos. Desde cambiar al embajador en Argentina a pocos días de nombrado o, sin sonrojarse, correr todos los límites de legitimidad en materia de conflictos de interés.

En esa línea está la invitación a almorzar a Aylwin, Lagos y Bachelet, mientras sus ministros y altos funcionarios demuelen públicamente sus respectivos gobiernos con acusaciones de corrupción e ineficiencia, y depuran de sus partidarios la administración del Estado.

Lo relevante es que ella fuera aceptada, pese a que discriminó a Eduardo Frei, y llegó en medio de la más ácida disputa entre ex funcionarios y partidarios de esa coalición por las causas de la derrota presidencial.

[cita]Aunque la comparación les resulta odiosa, en la UDI son muchos los que se mantienen atentos a que la independencia y pragmatismo de Sebastián Piñera no se transforme en una especie de populismo chavista que erosione el sistema político actual y mande al traste la continuidad.[/cita]

Transformado en el blanco de su crítica, el Presidente  descoloca permanentemente a la oposición. Obliga a sus dirigentes a apoyarlo en temas puntuales, e incluso a alabar su pragmatismo como ocurrió luego del discurso del 21 de Mayo pasado.

Esa ubicuidad presidencial hace que sus actos siempre puedan ser interpretados en varias direcciones. La invitación que discriminó a Frei parece un gesto al centro político DC que apoya a Ignacio Walker. Allí se ubican quienes se empeñan en descubrirle un ADN democratacristiano. También parece un aventón a la disputa del progresismo PS- PPD, al darle interlocución política directa en La Moneda a Ricardo Lagos. ¿Qué opinarán Camilo Escalona o Guido Girardi? ¿O al otro lado, el ministro Cristián Larroulet?

Porque a cabalidad, no es solo la oposición la que se complica con el Presidente. La UDI, el partido más grande del oficialismo, hace un potente esfuerzo por ponerle teoría política a la acción presidencial. Lo  que hace el Presidente, dicen, es  un desplazamiento hacia un  “centro social” y no  político, como ya se hizo en la campaña presidencial. Y descartan la búsqueda de acuerdos con la DC pues ya existe una mayoría política que ganó el gobierno.

Pero el gremialismo no se siente cómodo con la soltura política del Presidente, y hace un esfuerzo enorme por mantener el peso de su fuerza parlamentaria en las definiciones del gobierno, y mantener la paciencia.  Saben que si las elecciones fueran hoy ganaría Joaquín Lavín, pero lamentablemente es dentro de tres años y medio más, gobierno de Piñera de por medio. Por eso molesta su actuar.

Aunque la comparación les resulta odiosa, en la UDI son muchos los que se mantienen atentos a que la independencia y pragmatismo de Sebastián Piñera no se transforme en una especie de populismo chavista que erosione el sistema político actual y mande al traste la continuidad.

Por ello los intereses de las cúpulas partidarias, oficialistas  y de oposición, son coincidentes. Ambas, en sus respectivos mundos, requieren disciplina, orden y respeto por las jerarquías. El accionar presidencial alienta en cambio lo no convencional, la independencia y los acuerdos prácticos que favorecen a los out siders y a los que desafían el poder central de los partidos.

Lo que en política está haciendo el Presidente se parece mucho a los viejos cubrecamas que armaban las abuelas, cortando muchos pedacitos de género y uniéndolos artísticamente, sólo como ellas lo tenían pensado en su cabeza,  hasta que armaban una colcha de retazos. Cuánto abrigaban, dependía de lo que le pusieran por el revés,  aunque por arriba eran siempre multicolores y bonitas.

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