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Factor Golborne

Estaba listo para ser el vicepresidente ejecutivo de HydroAysén, pero Sebastián Piñera le ofreció un cargo en un ministerio deslucido, de escasa figuración y en el que no había ganado puntos. Hasta que la peor tragedia minera en casi cinco décadas le dio el tesoro por el que cualquier político vendería su alma: popularidad, empatía y afecto entre las audiencias. Aquí los aspectos menos conocidos del nieto de un trabajador salitrero e hijo de un ferretero, más “austero de lo habitual”, que puede saltar a las grandes ligas de la política.


“Vamos a celebrar con unos completos y unas chelas”, les dijo a los mineros el día que se supo que los hombres atrapados en el socavón estaban vivos. Como cualquier chileno que invita a un amigo a una fuente de soda. Palabras corrientes, de la calle, que difícilmente otro ministro del gabinete de Piñera usaría. Para ellos, lo normal serían “cervezas y hot dogs”.

Laurence Nelson Golborne Riveros es el único, junto al ministro Jaime Mañalich, del selecto grupo escogido para comandar los destinos del país que proviene de la clase media. Wilfred, su padre, fue “chatarrero”, como se conoce a quienes compran productos que funden para extraer los metales y que luego venden a las maestranzas. Fue empleado de una ferretería en Linares, donde nacieron sus seis hijos, y de otra en Santiago hasta conseguir, por fin, instalar la suya frente a la plaza de Maipú.

La peor tragedia minera en casi 50 años sacó a relucir la faceta humana, cercana y empática de quien, hasta julio, era conocido por un 16% de los chilenos, según la encuesta Adimark. Nada lo favorecía: nombre y apellidos impronunciables, un ministerio poco lucido, de escasa figuración y en el cual la principal misión -negociar el royalty o impuesto a la minería- era un asunto árido y lejano para la mayor parte de los chilenos.

La única oportunidad en que hizo noticia fue cuando lanzó una carcajada mientras el senador Ricardo Lagos Weber anunciaba “ahora la reconstrucción la van a tener que financiar los ricos”. Un hecho que no le sumó en imagen y que agravó la deficiente opinión que ostentaba en La Moneda.

En un ambiente marcado por la incertidumbre, el pesar y la impaciencia de los familiares, Golborne rompió el paradigma de la derecha de ser incapaz de conectarse y empatizar con el pueblo y, en particular, con un sector como los mineros, tradicionalmente de izquierda.

Su voz temblorosa al fracasar el primer intento de rescate, provocó el enojo de los familiares por su pesimismo, pero generó un fuerte sentimiento de identificación en los televidentes. Un ministro que sufría y lo reflejaba.

“Es un hecho que esta tremenda tragedia lo catapultó desde el punto de vista político. Guardando las proporciones es como Michelle Bachelet arriba del tanque. Yo le veo un gran futuro político. Pasó a otra etapa: ya no es el ministro de Minería; es un líder”, afirma el senador UDI, Jaime Orpis, quien fue testigo del nivel de compromiso emocional de Golborne con el drama de los mineros.

“Si bajan, yo bajo con ellos”

Pese a que se descartó la opción de que un grupo de pirquineros intentara rescatar a sus compañeros, Golborne le dio vueltas al asunto en privado.

“Yo estuve en su casa junto con Alejandro García-Huidobro (diputado UDI) el sábado, el día antes de saber que estaban vivos. Conversamos acerca de si se dejaba bajar a los pirquineros a la mina para intentar un rescate. ‘Si los pirquineros bajan, yo bajo con ellos. Si se derrumba la mina nos vamos a morir todos juntos’. Más allá de lo racional, yo vi que se había creado un vínculo tan grande con las familias, con los mineros que él estaba dispuesto a hacerlo”, relata Orpis.

[cita]Lo único realmente lujoso es la ubicación de su casa en El Mirador de San Damián, un condominio amurallado en lo alto de San Carlos de Apoquindo y uno de los más caros de Santiago, donde también vive Pablo Longueira.[/cita]

El ministro que ocupó, antes de llegar al gabinete, el cargo más importante en una de las empresas más grandes de Chile, ganó en 16 días  lo que a muchos les cuesta años y costosas campañas: un capital político invaluable.

La UDI es el partido con el cual posee mayor cercanía y el que podría tentarlo para ocupar un cargo de representación popular. “Yo lo vi varias veces en las celebraciones en Suecia cuando se ganaban elecciones, siempre con Juan Antonio Guzmán”, dice un funcionario de gobierno y militante de la UDI.

Guzmán fue ministro de Educación de Pinochet y gerente general de la eléctrica Gener cuando Golborne ocupaba la gerencia de finanzas. Los ejecutivos eran muy unidos y el ministro forjó grandes amistades, entre ellas, con su actual jefa de gabinete, Luz Granier.

Desde que egresó de Ingeniería Civil en la Universidad Católica, siempre fue ejecutivo. Llegó a la cúspide de su carrera como brazo derecho de Horst Paulmann. Un empresario que hacía valer su autoridad y manejaba sus empresas con la certeza de que la experiencia –él partió, a los 15 años, trabajando en el restorán de su padre en Temuco- vale más que un cartón.

En 2001, recién llegado a la gerencia general y acostumbrado a ser respetado en su autonomía, Golborne le paró los carros al empresario chileno-alemán, quien lo llamaba a cualquier hora para plantearle cualquier idea que tuviese en mente. Le dijo que así no podía trabajar y que iba renunciar si las cosas no cambiaban. Fue el primero y, probablemente, el único que se ha atrevido a enfrentarlo de esa manera.

En ese cargo obtuvo lucimiento y figuración, especialmente, porque Cencosud –la cabeza de los negocios de Paulmann- dio el mayor salto de su historia en ventas (crecieron 10 veces, hasta 10 mil millones de dólares) y se expandió a Perú, Colombia y Brasil. Sin embargo, en 2009, las desavenencias y el desgaste de la relación con su jefe, lo hicieron renunciar.

Al poco tiempo le ofrecerían uno de los cargos mejor pagados del país: la vicepresidencia ejecutiva del controvertido proyecto HidroAysén, de propiedad de la familia Matte y Endesa. Fue el escogido de una terna en la que Daniel Fernández estaba en segundo lugar. Había pactado el sueldo y sólo faltaba su firma, pero el llamado de Sebastián Piñera recién electo cambió su destino. Abandonó los seis directorios que ocupaba y vendió su participación en la empresa de asesoría comunicacional Vox, en la que tenía de socios a Gabrielle Lothholz, ex gerente de asuntos corporativos de Cencosud, y Esteban Calvo, quien representa en Chile a la agencia de medios Havas.

Un negocio más propio de periodistas y sociólogos, pero que al momento de dejarlo contaba con 10 clientes, entre ellos, Ideal, Hotel Villarrica Park Lane y el restorán Oliva Limón, que instaló Golborne en el Mirador del Alto Las Condes.

“Austero”

Golborne estudió con crédito fiscal. El hecho no tendría nada de particular si no fuera porque terminó de pagarlo durante el gobierno de Patricio Aylwin, casi dos décadas después de egresar. A esas alturas ya sumaba cuatro empresas como ejecutivo: Minera Disputada de Las Condes, Esso, la compañía de software Orden y Gener.

La explicación de uno de sus íntimos amigos es que “Laurence es muy medido en sus gastos, es más austero de lo normal”.  Sus bienes están lejos de reflejar los $1.257 millones que figuran en su declaración de patrimonio. “No es de los que viaja una vez al año con toda su familia (su segunda mujer y sus seis hijos), esquía, pero no tiene refugio, tiene una casa de veraneo en Maitencillo. Juega golf en (el condominio) Las Lomas de La Dehesa, donde las cuotas son más baratas que en otros clubes”, explica.

Lo único realmente lujoso es la ubicación de su casa en El Mirador de San Damián, un condominio amurallado en lo alto de San Carlos de Apoquindo y uno de los más caros de Santiago, donde también vive Pablo Longueira. Así como es atípico en sus gastos, también lo es en sus gustos: es fanático del karaoke y tiene un equipo en su casa, toca guitarra y en la universidad rasguñaba el charango.

Su familia de origen conoció la pobreza. “Éramos 12 hermanos, todos nacidos en la salitrera Huara y cuando vino la crisis del 31 nos echaron en un barco en Iquique y nos trajeron a Valparaíso. Mi papá se instaló en Santiago y murió cuando Wilfred tenía 12 años y yo seis. Una tía nos prestó una casa, si no había que comer, no se comía. Una vida durísima”, cuenta Nelson Golborne, tío del ministro. El tenía una ferretería en Cerrillos y Wilfred, el padre de Laurence, otra llamada Real frente a la plaza de Maipú.

“Vendía maquinaria, taladros, serruchos eléctricos y lo típico de una ferretería. Era muy cordial, accesible, conversaba con todo el mundo. Tenía pinta de extranjero, ojos de color, claros, tuteaba a todo el mundo como si lo conociera de años. Era un personaje querido en la comuna. El era afín al Partido Nacional, pero no militaba. Le gustaba el deporte de los reyes: los caballos y las apuestas”, recuerda su amigo Francisco Orellana, quien sigue viviendo en Maipú.

El padre del ministro murió en 1976, cuando él, que era el menor de seis hermanos, tenía 15 años. Su madre se hizo cargo del negocio hasta que, en 1985, el local fue vendido al Banco Concepción que instaló una sucursal. “No pasaron necesidades, vivían bien, en una casa bonita”, agrega Orellana.

Un golpe que marcó a los Golborne Riveros fue la muerte de Wilfred hijo, quien estudiaba Medicina cuando a los 21 años fue atropellado mientras caminaba junto a un grupo de amigos.

Al ministro le gusta destacar que en su familia “hubo un hermano de Patria y Libertad y una hermana que se autoexilió”. Según explicó su amigo Luis Beghelli a TVN, ella pertenecía al Partido Comunista, se fue a Suecia, pero dijo no saber las razones que la llevaron a tomar esa decisión.

Sin embargo, lo suyo fue el estudio. Institutano de 6,6, premio al mejor egresado de su promoción (1985) por el Colegio de Ingenieros, hasta ahora la política ha sido una actividad tangencial.

Convertido en el ministro más popular del momento, la UDI no dejará pasar la oportunidad de sondearlo y pololearlo para algún cargo. “Si ha sido cercano a un partido es la UDI. Se ve que tiene vocación de servicio público, pero todavía no está claro que tenga vocación política. No he tenido una conversación personal con él”, sostiene midiendo sus palabras el presidente de la colectividad, Juan Antonio Coloma.

Su mejor amigo, el mismo que lo calificó de austero, piensa que luego de la experiencia que acaba de tener capaz que esté dentro de su interés seguir colaborando a través de la política: “A Laurence no le gusta figurar, pero le encantan los desafíos”.

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