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Uno de los 33 de Atacama dice que «algunos cambiaron» y la solidaridad se acabó

Osmán Isidro Araya, quien durante los 70 días de encierro dirigía las jornadas de oración y ayuda espiritual junto a José Henríquez, consideró necesario aclarar que no todos los mineros están bien y que son muchos los mitos que hay en torno a ellos, como que son millonarios y que no necesitan trabajar.


Osmán Isidro Araya, el sexto minero rescatado desde 700 metros de profundidad el pasado 13 de octubre en la mina San José en el norte de Chile, confesó que la solidaridad entre los 33 mineros de Atacama ya no existe porque «algunos compañeros cambiaron».

En declaraciones al diario La Tercera, Araya, que sólo llevaba cuatro meses trabajando en el yacimiento cuando se produjo el derrumbe el 5 de agosto del año pasado, dijo que «ya no es eso de los primeros días, donde te decían hola, compadrito, y te daban un buen abrazo».

Araya, que durante los 70 días de encierro dirigía las jornadas de oración y ayuda espiritual junto a José Henríquez, consideró necesario aclarar que no todos los mineros están bien y que son muchos los mitos que hay en torno a ellos, como que son millonarios y que no necesitan trabajar.

«Nos dicen que tenemos cualquier plata y eso no es verdad. Pueden ser algunos los que tienen realmente plata y no hallan dónde meter más. Pagamos el plato por cinco o seis personas», agregó.

Según Araya, el compromiso del grupo era que por cada entrevista pagada en el exterior se destinaría el 10 por ciento a repartir entre el resto y muchos de sus compañeros «andan con entrevistas para allá y para acá y se aseguran de salir en un medio de acá diciendo que van gratis y no es así».

El minero criticó que algunos de los 33 propusieron dejar algo firmado como cláusula para que se cumpliera ese pacto, pero no hubo consenso al respecto porque todos eran «hombres viejos y no cabros chicos».

«Lo que pasa es que aquí nadie es verdaderamente hombre», dijo Araya, quien denunció incumplimientos en los acuerdos que había con las charlas en las que participarían todos sus compañeros.

«Andan preocupados de dónde está la tele para ir para allá, pero no nos acordamos de Dios por el milagro que hizo por nosotros», añadió.

Araya, que tiene 30 años, continúa junto a su mujer y sus dos hijos, vendiendo fruta y verduras en una plaza de la población El Palomar, cercana a su domicilio en la ciudad de Copiapó.

Por todo lo anterior, Araya dijo que decidió desligarse de los actos que conmemorarán, el próximo 5 de agosto, el primer aniversario del accidente, en los que se supone que los 33 mineros se volverán a reunir.

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