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Escalona, Andrade y Aleuy: la trenza que controla con mano dura el PS

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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Los parlamentarios que renunciaron a la directiva del Partido Socialista —Marcelo Díaz y Fulvio Rossi— acusan “despotismo” y “autoritarismo” de su parte. Los dirigentes a los que se refieren se han convertido en los verdaderos escuderos de la ex Presidenta Michelle Bachelet y su agenda al interior de la tienda para que sea la próxima abanderada de la Concertación a cualquier costo. Esta sería la causa del mal resultado del PS en la primaria concertacionista a manos de la DC.


La renuncia de Fulvio Rossi y Marcelo Díaz a la directiva del Partido Socialista no fue más que la manifestación de la crisis que se ha venido incubando al interior de la colectividad desde la presidencia de Camilo Escalona. Las críticas con las cuales estos legisladores se apartan de sus cargos, también dejan al descubierto que el poder y la conducción de la tienda está en manos de una troika en la que, al actual presidente del Senado, se suman el timonel socialista, Osvaldo Andrade, y el ex subsecretario de Desarrollo Regional en la administración de Michelle Bachelet, Francisco Aleuy.

Los tres tienen en común su cercanía con la ex mandataria y un especie de “pacto de sangre” con el fin de generar un escenario favorable para el retorno de la secretaria general de ONU-Mujeres para enfrentar a la derecha en las próximas elecciones presidenciales. Aspiración compartida con otros sectores de la Concertación, particularmente de la Democracia Cristiana.

Los argumentos plasmados por los legisladores en sus respectivas cartas de renuncia no hacen más que confirmar lo que hace meses venían criticando en forma más subrepticia. Y es, según admiten los que ya conocían sus posiciones, “el peso del poder de esta triada, que es la que finalmente conduce el partido sin contrapeso —sobre todo desde el acuerdo de gobernabilidad al que llegaron con la Megatendencia de (Marcelo) Schilling y el Tercerismo de (Ricardo) Solari—, el que los empujó a una decisión tan radical”. Por lo que ahora gran parte del debate al interior de la tienda se centra en los perjuicios que la decisión de los parlamentarios podría significar para el ordenamiento del partido. Aunque no faltan los que le encuentran cierto grado de razón a la “molestia acumulada” en Díaz y Rossi, la mayoría critica la forma en que actuaron y destaca que en la colectividad ambos son parte de “una minoría muy menor”.

El hombre importante

Si algo llama la atención es que los renunciados aludieron no sólo a la forma de conducción de Andrade, sino también al peso político que ostenta al interior del partido Francisco Aleuy, a quien se le atribuye ser dirigente de “facto”. En este contexto, Rossi manifiesta que tras las críticas, el timonel de la tienda “dirá que no he asumido a cabalidad mi responsabilidad en la Secretaría General. Y tiene razón. Cómo podría hacerlo si el partido lo conduce y controla su grupo de cercanos. Quién eligió al compañero Francisco Aleuy como representante eterno del presidente en toda instancia en donde se tome alguna decisión vinculada a la distribución del poder”. Mientras que Díaz manifiesta que el PS “es hoy un partido sin democracia ni Estado de Derecho interno, donde desde la propia conducción del partido se violan permanentemente las normas internas, se gobierna desde las fracciones y no desde los órganos regulares del PS y cuyo caso más paradigmático lo encontramos en el compañero Francisco Aleuy que recorre el país hablando a nombre del PS anunciando la buena nueva y representando al partido ante todos y en todos los asuntos”.

[cita]Los tres tienen en común su cercanía con la ex mandataria y un especie de “pacto de sangre” con el fin de generar un escenario favorable para el retorno de la secretaria general de ONU-Mujeres para enfrentar a la derecha en las próximas elecciones presidenciales. Aspiración compartida con otros sectores de la Concertación, particularmente de la Democracia Cristiana.[/cita]

Si bien unos y otros han aclarado que tanto Aleuy como Ricardo Solari fueron mandatados por la Comisión Política del partido para representarlo en las negociaciones municipales, por ejemplo; reconocen que el aludido ostenta un poder superior a tal mandato. Algo que tiene que ver con su cercanía a Bachelet. Al punto que un parlamentario al verlo pasar por un pasillo del Congreso, advierte a quienes están con él que “este es un hombre muy importante en el PS”. Adicionalmente, en la tienda reconocen que también es “de siempre” uno de los asesores del presidente del Senado, junto con el presidente del PS. Más aún, “es cosa de verlos, hasta en los pasillos se juntan a conversar todo el tiempo”, advierte una fuente de la tienda.

Ahora, la molestia de Rossi y Díaz —que han reconocido ser minoría en el partido y que aspiran justamente a que la conducción respete a la disidencia— tiene que ver con el hecho de que el objetivo de la triada conformada por Escalona, Andrade y Aleuy —en el que confluyen con un amplio sector de la DC y del PPD— de mantener el orden al interior de la Concertación para facilitar el regreso de Bachelet, a su juicio, choca con la naturaleza del partido.

En la coalición opositora no es un secreto para nadie, incluso ha sido materia de debate, que la ex mandataria habría hecho una serie de exigencias para evaluar la posibilidad de volver a Chile para ser candidata. “Está haciendo las mismas exigencias que en su momento hizo Lagos”, plantea una fuente de la colación, que añade que “con el desorden que ha habido en estos últimos dos años no se va a arriesgar a volver para perder”.

La “red transversal conservadora”

En la defensa de ese objetivo, dice Rossi, es que “he sido permanente bypasseado por quienes ostentan el poder absoluto dentro del Partido. Los mismos que tienen un pacto con un sector de la Democracia Cristiana destinado a repartir cargos y poder en el próximo gobierno”. Mientras que para Díaz, la ex jefa de Estado “no puede ser vista como el camino para recuperar cargos y ministerios, para que algunos recuperen el boato estatal que tanto añoran” y esa aspiración es, en su opinión, “el trasfondo de la imposibilidad de que el PS juegue un papel decisivo en la reagrupación de la izquierda, en el reencuentro con el mundo social, o de su negativa a explorar la ampliación de la coalición, porque esta articulación pragmática y conservadora cruza las fronteras del PS y forma parte de una red transversal conservadora que comparte el mismo propósito”.

Y, en ese contexto, el poder que ostenta la troika impediría el avance y crecimiento de otras fuerzas al interior del partido, dicen quienes respaldan la posición de los parlamentarios renunciados. Pero también que el objetivo, loable para algunos, de preparar el escenario para una nueva candidatura presidencial de Bachelet, dicen, habría truncado el fortalecimiento del propio PS a costa del acuerdo con la DC. Por lo que una de las críticas más duras que se le hace a la triada es que estaría sacrificando a la colectividad, a cambio de volver al gobierno. Algo que en la Nueva Izquierda descartan de plano.

Niegan que Escalona esté involucrado en las decisiones del partido y sostienen que esa es responsabilidad de Andrade, aunque en la tienda de calle Londres aseguran que el timonel “no toma ninguna decisión estratégica importante sin consultarla con Escalona”. Y así, mientras el senador se encarga de proteger el acuerdo con la DC y darle sentido estratégico; el timonel, que hasta ahora le había dado gobernabilidad al partido, junto a Aleuy, “operador por excelencia”, según comentan en el PS, implementan las políticas trazadas para la tienda a fin de llegar al 2013 con Bachelet de candidata.

Desde el sector de Escalona, Andrade y Aleuy, se le ha tratado de bajar el perfil a las renuncias y sus efectos al interior del PS. El jefe de la bancada de diputados, Marcelo Schilling, advirtió el martes recién pasado que lo que hicieron los legisladores es “una estocada artera al partido” y los diputados pidieron una reunión para el próximo martes con toda la mesa —incluidos los renunciados—, en el Congreso en Valparaíso, para hacer un análisis profundo del problema. Lo sucedido ha abierto una serie de aristas. Al punto que se le atribuye al diputado Fidel Espinoza una intención política de perjudicar la imagen de Escalona, al tuitear el aumento en las asignaciones operacionales del Senado. De hecho, otro parlamentario del PS advirtió que Espinoza y Escalona “tienen una guerra campal en Los Lagos”, aludiendo al interés del primero por quitarle el cupo al presidente de la Cámara Alta. Lo propio se le atribuye a Díaz. Se dice que “el interés a corto plazo de Marcelo en esto que se generó es su aspiración de llegar al Senado”.

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