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Habla una de las ocupantes de la Catedral: “La Iglesia es la principal culpable de la sumisión de la mujer” La adolescente, su hermana y su madre fueron golpeadas por los fieles

Habla una de las ocupantes de la Catedral: “La Iglesia es la principal culpable de la sumisión de la mujer”

La noche del jueves, Ignacia (16) y su familia, juntos a otros manifestantes, ingresaron a la Catedral Metropolitana portando un cartel con la consigna de “¡Libera mis labios!” para pedir la despenalización del aborto. A su alrededor, todo era gritos y golpes, parecía una guerra a punto de estallar entre ambos bandos enardecidos. Hasta que un hombre de casi dos metros de alto se acercó a la joven, le dobló el brazo y les dijo: “¡Sal de mi iglesia, maldita pecadora!”.


Ignacia, de 16 años, su hermana mayor y su mamá se encontraban entre los manifestantes y defensores de la despenalización de aborto que la noche del jueves entraron a la Catedral Metropolitana de Santiago donde monseñor Ricardo Ezzati encabezaba una homilía. “¡Libera mis labios!” rezaba el cartel que portaban y, al unísono, las tres mujeres cantaban: “¡Alejen sus rosarios de nuestros ovarios!”. La joven cuenta que eran unas 600 personas las que ingresaron a la iglesia y unos 200 los fieles que allí se encontraban siguiendo la misa. “Vi la cara de unas mujeres que estaban muy enojadas y con mucha rabia, mucha impotencia”, cuenta.

En eso estaban cuando un hombre de casi dos metros de alto y de contextura delgada se acercó a ellas, que no superan el metro y sesenta de altura, y comenzó a golpear en el pecho a la hermana de Ignacia. “Veo este tipo gigante, me exalté y le dije ‘oye, qué te pasa’. El tipo me agarra de la polera para levantarme. Le pegué un empujón pero él me agarró la mano izquierda, me dobló y la muñera y me dijo: ‘¡Sal de mi iglesia, maldita pecadora!”, cuenta. Tras un forcejeo entre el sujeto y la madre de la joven, y otros de los presentes que trataban de separarlos, Ignacia logró liberarse justo a tiempo para ver cómo un grupo de mujeres que asistían a la misa le pegaban cachetadas a su hermana sin parar.

“Tuve mucha impotencia. ¿Dónde queda el respeto que ellos dicen? Éramos tres mujeres. Les dije ‘me cago en su iglesia, en su religión’ de la rabia que sentía mientras se me caían las lágrimas. Le pegaron tanto a mi hermana que hoy despertó con moretones y yo tengo un esguince leve en mi mano”, asegura hoy Ignacia un poco más tranquila.

Cerca de 30 minutos duraron los incidentes al interior de la iglesia. Durante todo ese rato, fieles y defensores del aborto se agarraron a golpes y gritos como si fuera el fin del mundo. Todo era ruido, llantos, empujones, bancos que volaban e incluso algunos manifestantes subidos arriba de los altares colgando carteles o haciendo rayados, según relatan algunos testigos. La niña afirma que vio hasta un grupo de encapuchadas con pasamontañas rosados que le recordaron a las «Pussy Riot», el colectivo ruso de punk-rock feminista cuyas integrantes terminaron presas por pedir a la Virgen María (en una canción) que los «liberara» de Vladimir Putin. Y en el intertanto, monseñor Ezzati que calmadamente pedía a los presentes que se retiraran con tranquilidad.

[cita]“Hablamos de respeto a los fieles, a una libertad de expresión, de defender la vida, siendo que hace 39 años ellos mataban con la DINA. Mataron a mujeres embarazadas, a niños que eran inocentes. Creo en la libertad de expresión pero la Iglesia es la principal culpable en un contexto de la sumisión de la mujer. Es la principal enajenadora de la sociedad”.[/cita]

A la salida, un contingente de Carabineros, con carros lanzaaguas y guanacos, esperaban a los grupos de movilizados. Sin embargo, afuera fieles y manifestantes se mezclaron impidiendo a los efectivos dilucidar quién era quién. Las tres mujeres se subieron rápidamente a un colectivo para volver a su casa. “Nos fuimos gritando. Quedamos en shock las tres. Yo he recibido lumazos de los carabineros y todo eso. Pero ahora sentí una impotencia gigante porque éramos puras mujeres. Ellos hablan de respeto y todo eso”, recalca la menor.

“Los encuentro súper cara de palo”

“Estoy de acuerdo con que el aborto sea libre por un tema de libertad de mujer. Ni el estado ni la Iglesia pueden decidir por ella. Es de libre albedrío para poder decidir por  sí misma. El tema tiene que convertirse en algo seguro porque el aborto se hace y se hace ilegal. Las que tienen dinero se salvan. Las que no, se van al ‘patio de los callados’”, explica hoy Ignacia un poco más tranquila.

La joven vive en una población en una comuna del sector norte poniente de la capital y asiste a un colegio en la misma zona. Cuenta que ha visto de cerca los dramas que viven las niñas que quedan embarazadas y, en las más precarias condiciones, tienen que someterse a un aborto con consecuencias desastrosas. Una chica que ella conoce “quedó con enfermedades múltiples, ya no puede quedar embarazada”, asegura.

Para Ignacia, quien se declara una comprometida adherente al movimiento estudiantil y que ha tenido problemas en su colegio por participar en tomas y movilizaciones de su establecimiento, el tema de la educación es crucial. “Yo creo que la educación es el principal cambio. La educación sexual en los colegios de poblaciones es algo muy difícil de hacer porque, por ejemplo, va una matrona o una ginecóloga a hacer una clase y los niños se ríen, no lo toman en serio. Tiene que haber un cambio social para que se cree la conciencia de la educación sexual”, señala la menor.

Este viernes, tras difundirse las declaraciones y fotografías de los altercados en la catedral del centro de Santiago, el Presidente Sebastián Piñera increpó a los manifestantes asegurando que “aquellos que pretendan pasar por encima de la ley, pasar por encima de los derechos de todos los demás, en el fondo no respetan ni son tolerantes y son contradictorios con sus propios planteamientos”.

La Iglesia Católica, por su parte, anunció querellas contra quienes resulten responsables. Ante estas críticas, Ignacia es tajante: “Los encuentro súper cara de palo”, asegura. “Hablamos de respeto a los fieles, a una libertad de expresión, de defender la vida, siendo que hace 39 años ellos mataban con la DINA. Mataron a mujeres embarazadas, a niños que eran inocentes. Creo en la libertad de expresión pero la Iglesia es la principal culpable en un contexto de la sumisión de la mujer. Es la principal enajenadora de la sociedad”, concluye.

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