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Peña objeta defensa de Lagos y Correa a Cheyre y también condena a Jaime Guzmán por legitimar la dictadura El académico sostiene que “en democracia se juzgan los actos, no la trayectoria”

Peña objeta defensa de Lagos y Correa a Cheyre y también condena a Jaime Guzmán por legitimar la dictadura

Explica que en el caso a las teorías morales, entonces “no habría que juzgar a Guzmán ni a ningún otro por un solo acto sino que habría que hacerlo por su vida entera. El caso de Cheyre lo probaría: una omisión reprochable podría ser compensada con el ‘nunca más’ posterior que pronunció. Lo correcto, entonces, sería apreciar la totalidad de la trayectoria vital antes de juzgar. El rigor obligaría a que el juicio fuera siempre post mortem . ¿Acaso el buen ladrón no enseñó que siempre, especialmente en la hora final, era posible lavar los pecados y entrar al reino de los cielos?”.


El rector de la UDP, académico y columnista, Carlos Peña, refuta la posición asumida por el ex Presidente Ricardo Lagos y el ex ministro Enrique Correa respecto a lo injusto que resulta juzgar los actos del general (R) Juan Emilio Cheyre cuando era teniente del Ejército y apenas tenía 25 años para el Golpe de Estado. En ese sentido, argumenta que en “democracia se juzgan los actos, no la trayectoria” y condena a Jaime Guzmán por legitimar la dictadura.

El académico cuestiona las expresiones de Lagos sobre Cheyre y que fue secundado por Correa, respecto a que el desempeño del ex general en democracia, especialmente el “nunca más” que pronunció, obligan a omitir el reproche por sus actos de teniente.

En ese sentido, expresa que no son correctas estas afirmaciones y coloca como ejemplo el caso del fundador del gremialismo, Jaime Guzmán, señalando que es de la misma generación de Cheyre, “uno tenía 25 y el otro 26 años en 1973 —ayuda, guardando las proporciones, a entender por qué. Ambos eran jóvenes, ambos estuvieron del lado del golpe, ambos ejecutaron acciones u omisiones que lesionaban la dignidad humana”, añadiendo que “lo que se diga de uno debiera, entonces, valer para el otro”.

“Jaime Guzmán ejecutó acciones destinadas a salvar de la tortura o de la muerte a determinadas personas; pero al mismo tiempo legitimó al régimen que torturaba o asesinaba. ¿Cómo evaluar esas acciones de Guzmán? ¿Habrá que hacer una suerte de balance moral de su vida entera —el debe y el haber de su existencia— compensando su papel de intelectual de la dictadura con los actos de conmiseración que sin duda tuvo?”, menciona Peña.

Y agrega que si se hace caso a las teorías morales, entonces “no habría que juzgar a Guzmán ni a ningún otro por un solo acto sino que habría que hacerlo por su vida entera. El caso de Cheyre lo probaría: una omisión reprochable podría ser compensada con el «nunca más» posterior que pronunció. Lo correcto, entonces, sería apreciar la totalidad de la trayectoria vital antes de juzgar. El rigor obligaría a que el juicio fuera siempre post mortem. ¿Acaso el buen ladrón no enseñó que siempre, especialmente en la hora final, era posible lavar los pecados y entrar al reino de los cielos?”.

El académico sostiene que “esa moralidad de contable —un acto bueno por aquí, uno malo por allá, de manera que hay que compensar unos con otros hasta alcanzar la suma final— no es, sin embargo, propio de las sociedades democráticas”.

Y explica que cuando las sociedades democráticas se preocupan del comportamiento moral de sus miembros “están preocupadas del grado en que ellos cumplen o transgreden las reglas elementales de la convivencia, los deberes básicos que hacen la vida posible, y no del valor o peso de las respectivas trayectorias vitales”.

“La razón es obvia y es casi ofensivo ponerla de manifiesto. Si la responsabilidad dependiera de la trayectoria vital, siempre habría que suspender el juicio moral. Ese juicio solo sería posible cuando el sujeto estuviera inerte. Pero, ¿qué sociedad podría subsistir con tamaña restricción del debate moral?”, expone.

Peña también sostiene que “por eso ha de aceptarse que nada impide que la trayectoria de un determinado sujeto sea obviamente importante para la sociedad en su conjunto (es el caso de la vida de Jaime Guzmán, sin cuya acción la modernidad capitalista de hoy no sería posible); pero que así y todo la misma sociedad considere que ese sujeto realizó actos y omisiones gravemente reprochables, actos y omisiones que la comunidad tiene todo el derecho de condenar. ¿O acaso la innegable inteligencia de Guzmán y su aporte al Chile contemporáneo obligan a omitir cualquier condena moral por las acciones y omisiones que en materia de derechos humanos llevó a cabo?”.

Sobre esta última interrogante, el rector de la UDP señala que “no”, ya que “una cosa es el juicio moral acerca de la conducta pública, otra el aporte histórico” y añade que “esa es la razón de por qué el ex Presidente Lagos y el ex ministro Enrique Correa cometen un grave error intelectual y revelan un severo tropiezo en lo que podría llamarse su punto de vista en materia de ética pública”.

“En democracia —hay que recordarles— se juzgan los actos, no la trayectoria. ¿O habría que enseñar que Jaime Guzmán fue un defensor de los valores básicos porque si bien justificó la dictadura, salvó, a cambio, a unos cuantos? ¿O habría que explicar a los futuros ciudadanos —los que hoy van a la escuela o a la universidad— que no importa lo que hagan hoy porque la vida es un balance contable, donde lo bueno compensa lo malo de manera que la cobardía o el abuso de hoy podrá ser empatado por la valentía de mañana?”, concluye.

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