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Larraín (UDI) ahonda en por qué pidió perdón

Larraín (UDI) ahonda en por qué pidió perdón

«¿Es posible contribuir a la reconciliación de nuestros corazones, reconocer nuestros errores y admitir los ajenos? ¿Se puede concebir un camino común para construir un país unido y en paz? Entonces, pensé que el camino era el perdón como vía de sanación social de cara al futuro», sostiene el senador gremialista en un texto publicado este lunes en El Mercurio.


«Las razones de un perdón«. Así se llama la carta escrita por el senador de la UDI Hernán Larraín y que hoy publica El Mercurio. En el texto, el parlamentario da una serie de razones de por qué decidió pedir perdón en el marco de la conmemoración de los 40 años del golpe militar.

«La edición del libro: ‘Las voces de la reconciliación‘ de Ricardo Núñez, gatilló en mí una inquietud. Lo sucedido hace 40 años, sus causas y consecuencias, es objeto de miradas y explicaciones encontradas. Sin embargo, esa falta de interpretación histórica común, ¿nos condena a ser un país dividido para siempre?. Los artículos ahí contenidos y diversos episodios ocurridos en fecha reciente me convencieron de que el tiempo no ha cerrado heridas en un sector del país. Si bien la sociedad chilena está reconciliada, ocupada de su realidad cotidiana, no ocurre igual con algunos que aún tienen cuentas pendientes», sostuvo el legislador.

«Esta situación dificulta avanzar. Interesa más sustanciar responsabilidades, siempre ajenas y nunca propias. Nadie hizo nada, los «malos» son otros. La proximidad de fechas conmemorativas reflota el enfrentamiento en donde todos se enrostran sus respectivas culpas. Me pregunto: ¿Nadie propició la violencia como método legítimo de acción política en el Chile de los 60 o a comienzos de los 70? La Unidad Popular, ¿no albergó el infantilismo revolucionario y provocó la peor crisis política, económica y social de nuestra historia, que los líderes de la época fracasaron en evitar? El golpe del 11, ¿no ha sido uno de los hechos más dolorosos para nuestro Estado de Derecho y nuestra democracia desde el inicio de la República? La violencia en el gobierno militar, ¿no causó una brutal violación de los derechos humanos que afectó a miles de personas detenidas desaparecidas, torturadas o exiliadas? ¿Nadie de estas generaciones tiene algo que decir de su responsabilidad en estos hechos?», agrega.

«Es cierto que antes del 11 hubo quienes actuaron movidos por ideales ante la pobreza y la iniquidad social, mas algunos lo hicieron empuñando armas. Otros, en respuesta a la violencia, participaron en el gobierno militar para reconstruir el país y fueron parte de una obra transformadora con singular éxito. Mientras ellos trabajaban, grupos articulados en organismos del Estado perpetraban las más crudas violaciones a los derechos humanos, de lo que no tuvieron conocimiento ni participación», indica Larraín.

«Personalmente jamás he tomado parte en hechos de violencia, estuve la mitad del período de la UP estudiando fuera de Chile y no integré el gobierno militar. Luego, ¿no tengo ninguna responsabilidad en lo ocurrido y puedo ser espectador de la situación? Tengo la convicción de que, en algún grado, todos fuimos responsables. Unos por acción, otros por omisión. Unos por callar y otros por contentarse con la explicación oficial», acota.

«El retorno a la democracia favoreció iniciativas destinadas a aclarar los hechos, a buscar verdad y justicia, a efectuar reconocimientos simbólicos y reales, a reparar en parte el daño causado. Se revalorizaron la democracia y los derechos humanos. Pero no cambiaron los sentimientos en parte de nosotros, especialmente en quienes fueron víctimas o sus familiares. Ciertamente es difícil para ellos, lo cual merece respeto, aunque algunos lo han hecho, como la familia de Jaime Guzmán. ¿Podemos seguir así eternamente? ¿Es posible contribuir a la reconciliación de nuestros corazones, reconocer nuestros errores y admitir los ajenos? ¿Se puede concebir un camino común para construir un país unido y en paz?. Entonces, pensé que el camino era el perdón como vía de sanación social de cara al futuro. De lo que uno se sienta responsable, sea mucho o poco, todo ayuda. Es la actitud lo que cuenta, porque es la actitud la que impide el reencuentro», resalta.

«Los cristianos pedimos con el Padre Nuestro «perdón por nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden». Es tiempo de exteriorizar esa oración en nuestra actitud. A algunos esto les parece tardío, electoralista, insuficiente o un renuncio. Muchos tienen un explicable escepticismo, pero hay quienes no quieren la reconciliación y prefieren mantener las heridas abiertas. Otros se golpean el pecho en las iglesias pero son incapaces de dar testimonio en la vida real», prosigue.

«He tomado un camino duro y claro: pedir perdón por mis omisiones, por no haber hecho lo que debía para asegurar la reconciliación. Soy un simple ciudadano sin autoridad alguna para dar este paso. Pero tengo la convicción de que son muchos los que esperan que alguien lo haga para comprometer su voluntad con la paz. Tal vez me equivoque y mañana esté todo olvidado y que este gesto termine siendo una anécdota promovida por un ingenuo. Es posible. Siempre es más fácil no hacer nada, pero, ¿dónde queda nuestra conciencia? ¿Cumplimos con el deber de hacer un Chile mejor para las nuevas generaciones? ¿Aseguramos el «nunca más»? ¿Sellamos el compromiso con la democracia y el respeto irrestricto a los derechos humanos?. Usted puede elegir: ser espectador o ser protagonista», concluye.

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