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El día que Piñera buscó la venia de Pinochet para ser candidato presidencial Episodio narrado en la biografía “Piñera: Historia de un ascenso”

El día que Piñera buscó la venia de Pinochet para ser candidato presidencial

Fue durante su primera aventura presidencial en 1992. Entonces un joven Sebastián Piñera tuvo que buscar un gesto de Augusto Pinochet, quien aún mantenía un fuerte ascendiente en la derecha política. En el libro biográfico del ahora Presidente de la República, se cuenta cómo buscó la reunión con el dictador. Además, se agrega el video del discurso de Piñera a favor de Pinochet cuando estaba detenido en Londres, con orden de captura internacional por crímenes de lesa humanidad.


El fin de semana pasado el Presidente Sebastián Piñera se refirió a los 40 años del Golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende, y los que se cumplirán el próximo miércoles 11 de septiembre.

En entrevista con La Tercera —en la que no mencionó el nombre de Augusto Pinochet— el mandatario entregó su reflexión sobre el debate y discusión que ha comenzado en el último tiempo. Además, Piñera criticó al Poder Judicial y a los medios de comunicación por el papel que jugaron durante la dictadura.

“Hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber y tampoco hicieron nada. También hubo jueces que se dejaron someter y que negaron recursos de amparo que habrían permitido salvar tantas vidas. También periodistas, que titularon sabiendo que lo publicado no correspondía a la verdad”, dijo Piñera.

Trascendió que durante el comité político de los lunes, los presidentes de los partidos del oficialismo, UDI y RN, habrían hecho ver su molestia al gobierno. En este sentido, el presidente de la colectividad gremialista, Patricio Melero, catalogó las críticas del mandatario de “inadecuadas” y “poco asertivas”. Por su parte, el presidente de RN, Carlos Larraín, ya había señalado el domingo que las declaraciones de Piñera eran “antipáticas para muchos de sus colaboradores”.

Sin embargo, pese a la distancia que ahora muestra Piñera respecto al régimen militar y a la figura del dictador, a comienzos de los 90 el visto bueno para ser el abanderado presidencial de la derecha pasaba, necesariamente, por el entonces Comandante en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet. En esa época un joven Sebastián Piñera pensaba en lanzarse como candidato presidencial, por lo que buscó la venia del ex dictador.

En su libro Piñera: Historia de un ascenso (Debate, 2010) las periodistas Bernardita del Solar y Loreto Daza, cuentan el episodio cuando Sebastián Piñera le pidió permiso a Pinochet para ser candidato presidencial.

[cita]A mediados de 1992, Piñera conseguiría un respaldo aún más efusivo. El apoyo de Pinochet no era suficiente para llegar a La Moneda pero, sin su respaldo, era impensable llegar a ser el candidato de la derecha. El 16 de julio de ese año, Pinochet, en su calidad de Comandante en Jefe del Ejército, invitó al senador de RN a tomar desayuno.[/cita]

A continuación se reproduce el extracto del libro que describe el episodio:

Siempre quiso convertirse en el Primer Mandatario. Durante décadas trabajó sin claudicar para lograrlo. En los noventa, al final, esa posibilidad parecía al alcance de la mano.

“Adivinen quién va a ser el próximo Presidente de Chile”, le oyeron preguntar, de buen humor, en alguna comida de ex compañeros de colegio.

Claramente ya había cumplido su ciclo en el Parlamento y estaba listo para ir por más.

“¿Para qué ser senador si no es para ser Presidente?”, solía preguntar ante sus más cercanos. En 1991, apenas dos años después de ser electo senador, ya deslizaba la idea en sus entrevistas con la prensa. “Si a mí me tocara enfrentar el desafío que usted menciona (al ser consultado sobre sus aspiraciones presidenciales), estaré preparado”, dijo en febrero de 1991, agregando: “Recuerdo lo que decía San Pablo; que la verdad hay que decirla oportuna e inoportunamente. Yo sí lo he pensado (ser candidato), pero no está resuelto; no por el partido ni por mí mismo”, declaró a un año de las elecciones presidenciales en 1992.

En esos tiempos, emprender una candidatura a la Presidencia representando a la derecha dependía de la aprobación de dos figuras clave: el patriarca de RN Sergio Onofre Jarpa, y el general Augusto Pinochet. Este último mantenía el grado y la función de Comandante en jefe del Ejército, y seguía teniendo una férrea ascendencia sobre la derecha tradicional. Pero ni Jarpa ni Pinochet simpatizaban con Sebastián Piñera.

El presidente de RN no comulgaba con la “Democracia de los Acuerdos” que impulsaba Piñera desde el Senado y desconfiaba del joven político. Pinochet, por su parte, tenía muy presente que Piñera había votado por el No en el Plebiscito de 1988.

No obstante los reparos, Piñera tenía una ventaja única y considerable sobre los otros postulantes: su cuantiosa fortuna lo liberaba de recurrir a financistas del mundo empresarial (quienes tampoco le tenían aprecio) para costear una campaña.

Pese que a Jarpa le irritaba el estilo de Piñera, se sintió presionado a apoyarlo cuando los doce senadores de su partido respaldaron la candidatura de éste a Presidente. Sólo entonces insinuó: “Piñera puede ser el hombre”, en una entrevista publicada el 2 de febrero de 1992. Pronto iría más allá: se involucró en los afiches de campaña de Piñera, sugiriendo uno en que la imagen del candidato destacara más y grabó propaganda radial respaldando su candidatura.

Jarpa trataba de llevarlo a su redil. Para ello le daba a Piñera lecciones de urbanidad.

—Los senadores no se comen las uñas, hay que abrirle la puerta a las mujeres, hay que saludar…

A mediados de 1992, Piñera conseguiría un respaldo aún más efusivo. El apoyo de Pinochet no era suficiente para llegar a La Moneda pero, sin su respaldo, era impensable llegar a ser el candidato de la derecha. El 16 de julio de ese año, Pinochet, en su calidad de Comandante en Jefe del Ejército, invitó al senador de RN a tomar desayuno. Aunque una semana antes ambos habían coincidido en una actividad castrense, no habían hablado. El día fijado para el encuentro, Piñera llegó puntual. A las ocho de la mañana subió al quinto piso del edificio de las Fuerzas Armadas. Sentados a la mesa también estaban el general Jorge Ballerino, hombre clave que encabezaba el Comité Asesor de Seguridad (CAS), y Francisco Javier Cuadra, vicepresidente del Instituto Libertad, Centro de Estudios de Renovación Nacional y uno de los ministros favoritos de Pinochet. Después de las formalidades del caso, Pinochet —quien hasta entonces había tratado a Piñera siempre de “senador”— le dijo:

—Sebastián, quiero hablar de un problema de Estado. Es posible que usted sea Presidente de la República y me preocupa la reforma a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas.

—Y usted ¿estima que es muy grave lo que se está planteando? –preguntó el senador.

—Sí —respondió escuetamente el general.

Un testigo relata que Piñera a su turno manifestó:

—No haré nada sin tomar en cuenta sus opiniones. Para futuras conversaciones, nuestro nexo será Francisco.

La versión que entregaría Sebastián Piñera sobre aquel episodio es diferente. Hoy asegura que jamás le pidió el visto bueno a Pinochet para recibir su apoyo. Sostiene que su intención al asistir a ese encuentro fue hablar de la relación cívico-militar, y explicar al general su posición respecto de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas. Piñera habría dicho a Pinochet que estaba contra la inmovilidad de los Comandantes en Jefe, porque pensaba que los militares debían estar subordinados al poder civil.

Mejorada tras el encuentro o no, lo cierto es que la buena impresión que Pinochet habría llegado a tener de Piñera candidato no duró más de diez días. El 23 de julio, la revista Qué Pasa publicó los detalles de lo hablado por Pinochet y el senador en el quinto piso del edificio de las FF.AA. Piñera había filtrado la conversación y se encargó de repartir la publicación en el Consejo de RN en La Serena. Al Ejército le molestó que Piñera usara una conversación con el Comandante en Jefe como herramienta política para fortalecer su candidatura entre sectores conservadores de derecha afines a Pinochet. En lo que respecta al general, éste no olvidaría el agravio.

LA DESCONOCIDA GRABACIÓN DE PIÑERA CON JARPA

Fue Andrés Allamand quien le comunicó a Sergio Onofre Jarpa que había unanimidad entre doce senadores de RN para apoyar la candidatura de Sebastián Piñera a la Presidencia. Era el verano de 1992 y, a menos de un año de la elección presidencial Andrés Allamand sabía mejor que nadie que sin el apoyo de Jarpa, Piñera no tenía posibilidades de continuar con su proyecto de llegar a La Moneda.

La candidatura del senador RN había empezado a cobrar fuerza tras una reunión que se efectuó en el departamento de Sergio Diez en Viña del Mar. Allí, el senador Hugo Ortiz de Filippi, muy cercano a Piñera, planteó que la candidatura de Evelyn Matthei no tenía destino y que era bueno apoyar a Sebastián para enfrentar a Eduardo Frei.

Antes de volverse a Santiago y tras reunirse con Allamand, Jarpa invitó a Piñera a su oficina.

La reunión duró dos horas.

Después, Sebastián emprendió el regreso a Santiago. En el trayecto, Andrés Allamand lo llamó por celular para preguntarle sobre el encuentro. Sin anestesia, Piñera respondió:

—El viejo quiere que sea su monigote, quiere tener el poder sobre mi candidatura. No es tan vivo como él se cree…

—Síguele la corriente. Que parezca que le hacemos caso. Todos estos viejos son iguales —contestó Allamand.

En las semanas siguientes y después que estalló el “Piñeragate”, los miembros del círculo de Piñera quedaron convencidos de que la conversación había sido grabada. En el próximo encuentro con Jarpa, éste se mostró indignado y molesto con Piñera. Después de aquel episodio comenzó a gestarse el “Piñeragate”.

La grabación de este diálogo llegó a manos de Jarpa y el acuerdo para apoyar a Piñera se fue por la borda. El patriarca de RN se concentró en alentar la candidatura de Evelyn Matthei, la cuarta integrante de la ya quebrada Patrulla Juvenil, justificando su cambio con el argumento de que las encuestas eran más favorables a la Matthei. “Su visión es la de una persona que está relacionada con el aspecto económico y financiero, que vive en otro mundo, ajeno a las preocupaciones sociales…”, afirmó un duro Jarpa.

Otro incondicional de Pinochet, el senador Bruno Siebert, del Pacto Democracia y Progreso, le diría al propio Allamand: “Apoyamos a Evelyn sólo para cerrarle el paso a Piñera. Así, además, le quebramos el espinazo a una línea política tibia con el gobierno militar que nunca nos gustó”.

TIEMPOS DIFÍCILES

Hasta aquí el relato del libro “Piñera: historia de un ascenso”. Sin embargo no sería la única oportunidad en que las aspiraciones presidenciales de Piñera y la figura de Pinochet se cruzarían. En 1998, Augusto Pinochet se encontraba detenido en Londres. El juez español Baltasar Garzón, había emitido una orden de detención en su contra por los crímenes de la dictadura contra ciudadanos españoles.

En un acto organizado por la UDI y RN, menos de dos mil personas se congregaron el 26 de octubre de ese año en Alonso de Córdova con Manquehue para apoyar a Pinochet.

Sobre una tarima, camisa blanca y corbata beige, Sebastián Piñera, se dirigía a la “fanaticada” del general con un encendido discurso en el que volcaba su apoyo irrestricto al ex dictador argumentando el respeto que debe existir a la legislación de cada país.

“El senador Pinochet y su familia están viviendo tiempos difíciles en Londres, en estos momentos, y por eso merecen toda nuestra solidaridad”, así arrancaba la defensa que realizó entonces Piñera y en la que cita algunos versos de La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga. Aquí el video completo de la intervención de Piñera a favor de que el dictador escapara de la justicia internacional:  http://www.youtube.com/watch?v=TV-Ulfo09Bs

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