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El golpe de Piñera La Moneda saca cuenta alegres por ‘performance’ del mandatario en agenda de los 40 años

El golpe de Piñera

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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A pesar que las semanas previas al 11 de septiembre fueron tensas y llenas de conflictos en el oficialismo, en Palacio coinciden en que el Presidente logró anotarse un punto indiscutido y llevar adelante un discurso con el que cosechó éxitos, a la par con Carlos Peña y Chilevisión. Una llave que logró abrir otra puerta: el espacio a una nueva derecha.


El mal olfato político, los errores de cálculo y la poca destreza en la arena del Estado son críticas que han estado a la orden del día durante toda la administración de Sebastián Piñera. Por eso, la lista de traspiés políticos es larguísima y el resultado se ha visto reflejado permanentemente en la baja evaluación que tiene el Presidente en las encuestas. Sin embargo, la conmemoración de los 40 años del Golpe Militar no entra en esta nómina, al contrario, al concluir varias semanas con el tema marcando la agenda diariamente, en Palacio es unánime el balance positivo de la performance presidencial.

Sin dudar, en Palacio dicen que el Presidente Piñera se “anotó un punto indiscutido” y que, si bien las semanas previas a la conmemoración de los 40 años del Golpe Militar fueron tensas y llenas de conflictos en el oficialismo, al momento de hacer la raya para la suma aseguran que “ganó esta mano”. Es más, recalcan con un dejo de satisfacción que aquí “no hubo ningún acto fallido”, aludiendo intencionalmente al duro editorial que el domingo 8 le dedicó El Mercurio a Piñera, donde criticó la poca prolijidad para abordar la conmemoración de los 40 años al insistir con el acto del lunes 9 y no cuidar —según el matutino— el patrimonio de la Presidencia de la República.

En el gobierno, dicen, hay dos formas de actuar políticamente ante ciertas circunstancias: atacar o defenderse. Así, precisan que en este caso se optó por adelantarse y marcar un punto de inflexión en la agenda de los 40 años, convencidos que si no hacía nada, la derecha sería “arrasada” comunicacionalmente, una vez más, en un tema donde tiene todas las de perder por haber apoyado el Golpe de Estado, a la dictadura militar, relativizar las violaciones a los derechos humanos considerándolas “excesos” y defender, hasta hace poco, la figura de Augusto Pinochet.

En esa lectura y estrategia se inscribe la demoledora frase de Piñera en el diario La Tercera el sábado 31 de agosto: «Hubo muchos que fueron cómplices pasivos, que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber». La declaración gatilló la ira de la UDI y sectores de RN, que reclamaron a La Moneda, no una, sino varias veces y cundió el nerviosismo —que explicitaron en el comité político de Palacio— por el tenor que tendrían las palabras de Piñera en el acto del 9 de septiembre.

Hasta la candidata oficialista, Evelyn Matthei, salió trasquilada, por el mal manejo cuando dijo que no tenía nada por qué pedir perdón, lo que llevó a la necesidad de “libretearla” desde el propio gobierno, para que no desentonara.

[cita] La ira de la UDI —y no pocos en RN— tenía asidero, porque la frase de los cómplices pasivos iba dirigida a ellos, a esa derecha que habla de pronunciamiento y no de golpe, le dice régimen a la dictadura, que relativiza y trata de justificar las violaciones a los DD.HH a través de la lógica del empate sacando a colación el llamado contexto histórico previo al 11 de septiembre de 1973.[/cita]

La ira de la UDI —y no pocos en RN— tenía asidero, porque la frase de los cómplices pasivos iba dirigida a ellos, a esa derecha que habla de pronunciamiento y no de golpe, le dice régimen a la dictadura, que relativiza y trata de justificar las violaciones a los DD.HH a través de la lógica del empate sacando a colación el llamado contexto histórico previo al 11 de septiembre de 1973.

En el gobierno afirman que ese fue un “acierto”, con eso “marcó la diferencia” y terminó siendo el “punto clave”. Fue ese el momento, precisan en La Moneda, en que Piñera logró “mover la valla y hacer la diferencia” en su propio sector, porque la gracia no estaba en que un Presidente hablaba con franqueza del Golpe y la dictadura, sino que lo hiciera uno que fuera de la propia derecha y que lo hiciera en esos términos.

“Abrió un espacio, instaló a ese sector que siempre ha representado Piñera, la nueva derecha que algunos llaman, que no es pinochetista”, sentencian en el gobierno y acotan que además, esto es “absolutamente necesario, se requiere si aspiramos a ser una fuerza política relevante y con proyección”.

ENMUDECIDOS
Más allá del festival de declaraciones cruzadas con la Nueva Mayoría por las invitaciones tardías y rechazadas masivamente para el acto del día 9, al final, de lo que tomó nota La Moneda de esa mañana fueron dos cosas que suman al balance de cifras azules: “la oposición no le ha criticado el discurso al Presidente”, sentenciaron y “la derecha pinochetista vino, se sentó y se enmudeció”.

Esa mañana Piñera habló de la “dolorosa fractura” en la democracia que representa el 11 de septiembre de 1973, que “no fue algo súbito, intempestivo ni sorpresivo. Fue más bien el desenlace previsible, aunque no inevitable, de una larga y penosa agonía de los valores republicanos, de un deterioro creciente de la amistad cívica”. Se refirió a la Unidad Popular, los errores que se cometieron en esos mil días, de responsabilidades compartidas y de ausencia de entendimiento, palabras con las que dio en el gusto con el contexto histórico.

Sin embargo, fue categórico ese día en no relativizar las violaciones a los Derechos Humanos: “Fenómenos como la tortura, el terrorismo, el asesinato por razones políticas o la desaparición forzada de personas, nunca pueden ser justificados sin caer en un grave vacío moral (…) el fin jamás justifica los medios y no existe estado de excepción, ni revolución alguna que justifique el grado de violencia ni los atropellos a los DD.HH que conocimos en el Chile de esos tiempos”.

Después de eso, afirman en La Moneda, ya no hay espacio para retroceder, se dio un paso relevante en lo que se entiende por centro derecha y varios dentro del sector entendieron el mensaje.

No es gratuito que el director ejecutivo de Horizontal, Hernán Larraín Matte –ex asesor presidencial y hoy en el comando de Matthei– saliera a dar a conocer una carta abierta titulada “A 40 años del Golpe: una declaración generacional”. El texto, muy en sintonía con las palabras de Piñera estas semanas, tiene un párrafo que no deja de ser relevante: “Tanto RN como la UDI podrían empezar por quitar de sus declaraciones de principios la referencia a la ‘acción libertadora’ [de las Fuerzas Armadas] del 11 de septiembre de 1973, que salvó al país de la inminente amenaza de un totalitarismo irreversible y de la dominación extranjera, culminando así una valiente resistencia civil y recogiendo un clamor popular abrumadoramente mayoritario”.

Para Horizontal el hecho que la UDI y RN optaran por “remover esta frase de los principios de cada partido constituiría una potente señal de que su vocación democrática es incondicional (es decir, no meramente instrumental)”.

TRES ACTORES
No se podía desconocer y con anticipación, además, que la agenda por los 40 años del golpe sería intensa. Sin embargo, se adelantó casi un mes en el debate público desplazando el protagonismo y por casi un mes completo de cualquier otra materia. Fue el rector de la UDP y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, quien tiró el mantel, cuando el 18 de agosto le enrostró al ex general Juan Emilio Cheyre el silencio que ha mantenido por su pasado en un caso de DD.HH (el asesinato del matrimonio Ledjerman) y le cuestionó que estuviera en la presidencia del consejo directivo del Servel, como guardián de los votos de todo el país.

En esa columna Peña precisó que “es probable que Cheyre racionalice ese recuerdo pensando que la entrega de ese niño habla bien de él y de su bondad, y que cuando calla da una muestra de modestia moral. Pero alguien debe decirle que no es así. El hecho del que participó ni es digno de estima ni su actitud encomiable ni su silencio aceptable ni su memoria algo que le pertenece solo a él”.

Sobra entrar en detalles conocidos, como que la presión pública fue tal que Cheyre terminó dando un paso al lado de la presidencia del Servel, aunque no renunció a su asiento en el consejo.

En esos mismos días debutó en Chilevisión el programa “Imágenes Prohibidas” que, sin eufemismos y con una factura de calidad indiscutible, mostró en cuatro capítulos la crudeza de los 17 años de dictadura. Cuando la serie aún no terminaba y lideraba el rating, en La Moneda confesaban en privado el impacto colectivo que estaba teniendo: “No se puede competir con el horror, es imposible, no hay ningún hecho que logre equilibrar la balanza ante el horror”.

El acierto de Chilevisión no terminó ahí, siguió esta semana con “Ecos del Desierto”, que relató la historia de la abogada Carmen Hertz y los asesinatos de la Caravana de la Muerte en el Norte, dirigida por Sergio Arellano Stark.

La tarde de este 11 de septiembre, se difundieron declaraciones de Piñera a la Revista Times, donde criticó al Presidente Salvador Allende, afirmando que “él empezó a no respetar los derechos democráticos principales. Él no tuvo ningún respecto por la ley. Esta fue una situación muy dramática para Chile porque los chilenos no estaban de acuerdo con transformar Chile en una república socialista marxista como Cuba».

Pero lo cierto es que en La Moneda consideran que el punto de inflexión ya se logró, el giro que querían dar, marcar las diferencias y “ese es un camino sin retorno”.

Mal que mal, en Palacio sonríen al pensar que, al final, los que llevaron la batuta estas semanas fueron Chilevisión, Peña y Piñera.

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