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Rafael Correa propina duro golpe a la política exterior chilena y debilita aún más posición regional de nuestro país ANÁLISIS

Rafael Correa propina duro golpe a la política exterior chilena y debilita aún más posición regional de nuestro país

Aunque La Moneda no lo reconozca públicamente, durante la actual administración se han deteriorado las relaciones con los países vecinos y aliados. El tiro de gracia a la forma en que la Cancillería ha llevado las relaciones vecinales la dio el propio Presidente de Ecuador, Rafael Correa –otrora aliado incondicional de Chile- , quien en visita oficial en Bolivia no dudó en entregar público respaldo a la demanda marítima contra Chile.


A poco menos de seis meses de que termine el gobierno de Sebastián Piñera, una de las áreas que hace agua son las  relaciones con los países vecinos. El canciller Alfredo Moreno, que nunca ha creído en la diplomacia tradicional, dejará problemas con Brasil, Perú, Bolivia, Argentina y Ecuador.

La apuesta del ex gerente de retail fue a un modus vivendi sobre la base de una posición acrítica respecto al desarrollo de las estrategias integracionistas de otros países, privilegiando compromisos bilaterales, pero manteniendo una agenda propia y desconectada de la región. En efecto, el statu quo que actualmente gozan la OEA, UNASUR, MERCOSUR e incluso CELAC, dan cuanta de una visión reduccionista y focalizada en los negocios más que en una posición de avanzada e innovadora que cautele los intereses de Chile en el futuro.

Aunque La Moneda no lo reconozca públicamente, durante la actual administración se han deteriorado las relaciones con los países vecinos y aliados. El tiro de gracia a la forma en que la Cancillería ha llevado las relaciones vecinales la dio el propio Presidente de Ecuador, Rafael Correa —otrora aliado incondicional de Chile— , quien en visita oficial en Bolivia (4 de octubre) no dudó en entregar público respaldo a la demanda marítima contra Chile. Su declaración no pasa inadvertida, pues plantea directamente que dicho tema es regional y no bilateral como sostiene Chile, lo que sin duda es un nuevo triunfo para Evo Morales.

La actitud esquiva con Chile del Presidente Correa no es novedad. Desde que se instaló el gobierno de Sebastián Piñera, Correa fue claro en mantener distancia a pesar de los “innumerables” gestos que hizo el mandatario chileno y las similitudes de personalidad que ambos comparten. Con todo, Correa no se alineó con Santiago y no apoyó la tesis chilena ante la demanda peruana interpuesta contra Chile en La Haya. Más aún, Correa hábilmente aprovechó el contencioso para lograr un acuerdo con Lima para asegurar sus intereses sin tener que participar en un diferendo que no le beneficiaría. Si Chile jugaba a la mantención de las alianzas tradicionales, en los hechos la visión economicista y aislacionista del gobierno fue aprovechada in extenso por el pragmatismo de Ecuador y otros países.

[cita]La actitud esquiva con Chile del Presidente Correa no es novedad. Desde que se instaló el gobierno de Sebastián Piñera, Correa fue claro en mantener distancia a pesar de los “innumerables” gestos que hizo el mandatario chileno y las similitudes de personalidad que ambos comparten. Con todo, Correa no se alineó con Santiago y no apoyó la tesis chilena ante la demanda peruana interpuesta contra Chile en La Haya. Más aún, Correa hábilmente aprovechó el contencioso para lograr un acuerdo con Lima para asegurar sus intereses sin tener que participar en un diferendo que no le beneficiaría. Si Chile jugaba a la mantención de las alianzas tradicionales, en los hechos la visión economicista y aislacionista del gobierno fue aprovechada in extenso por el pragmatismo de Ecuador y otros países.[/cita]

La forma en que Ecuador se ha relacionado con Chile desde que asumió el gobierno de centroderecha en Santiago, ha estado marcado por un evidente pragmatismo, orientado a aprovechar todo lo posible el interés de Chile con quien fuera un aliado histórico por razones geopolíticas. La negativa de Correa a sumarse a la Alianza del Pacífico fue otra potente señal de rechazo a la política exterior de Chile. Eso sí, Correa aprovecha los guiños de Piñera para, por ejemplo, seguir con los programas de mantenimiento de sus buques en los astilleros de la Armada, en ASMAR Talcahuano.

El malestar de Brasilia

Cuando asumió Piñera, su flamante Canciller, Alfredo Moreno, consideró que Brasil no era prioritario en el relacionamiento del nuevo gobierno. Error garrafal, dado que históricamente los cariocas han sido aliados de Chile. La relación se enfrió a tal punto que nunca concretó su visita de Estado la Presidenta Dilma Rouseff, que simplemente rehuyó la instantánea del apretón de manos con Piñera.

Lo que más perjudicó la otrora buena relación Santiago-Brasilia, fue la decisión económica de impulsar una alianza con México, el otro gran gigante hispanoparlante de las Américas y cuya área de influencia es Centroamérica, porque la del Sur pertenece a Brasil. Este orden ritual no fue respetado por Moreno ni por el propio Piñera, quienes optaron por abrirles el paso a los aztecas en una jugada desafiante para los brasileños, que no vieron con buenos ojos que los vecinos del norte se inmiscuyeran en esta parte del mundo. Brasil, ante esta situación, enfrió totalmente las relaciones con Chile e incluso optó por modificar su tradicional postura en temas como la demanda boliviana. Hoy Brasil también apoya a Bolivia para que alcance una salida soberana al Pacífico. En el tema peruano, su silencio se puede interpretar como un gesto a Perú, con quien ha intensificado su relacionamiento político y económico, similar situación que se ha dado con Argentina.

La Alianza del Pacífico sin Brasil —de la que se vanagloria Piñera— tiene consecuencias que deberán ser asumidas y manejadas por el próximo gobierno. De la administración de Piñera se conocen los argumentos económicos, pero sin poseer los de naturaleza política, que resultan indispensables para la proyección de una política exterior eficiente y con horizontes de largo plazo, donde  no se puede excluir o ignorar a Brasil.

Al finalizar el gobierno de Piñera, Chile terminará más aislado en Sudamérica, tarea que deberá revertir el nuevo gobierno, que tendrá que recomponer las dañadas relaciones con los aliados  y  los vecinos. Pero será en un esquema distinto, donde el desafío es equilibrar la visión comercial predominante en el actual gobierno con la política necesaria para el manejo de relaciones flexibles, complementarias y de mayor contenido estratégico a futuro. El TPP será una evidencia de todo ello, donde también Brasil y el resto de las naciones no ven con buenos ojos esta alianza que sólo beneficia a Estados Unidos y lo fortalece como el eterno “sheriff” de la región.

Buenos Aires más lejos

Con Argentina no han sido mejores las cosas. La diplomacia comercial ha terminado en que la administración Kirchner ha impuesto su agenda a Santiago, criticando duramente el modelo chileno. En lo concreto, ello ha significado una actitud reactiva e incluso sumisa, bajo la idea de negociar votos para contener a Perú y Bolivia en los foros mundiales y regionales. Es decir, una transacción que resuelve lo inmediato, pero deja demasiados vacíos a futuro. Lo malo de este cálculo inmediatista es que Buenos Aires ha dado apoyos explícitos e implícitos a Perú y Bolivia, pues además la estrategia de la avezada cancillería argentina es esperar el momento propicio para reactivar los temas limítrofes pendientes (delimitación en Campos de Hielo Sur, reclamación Plataforma Continental y derechos soberanos sobre la Antártica).

A tal punto ha llegado esta suerte de sumisión de parte de Chile, que aceptó todas las exigencias trasandinas sobre el relacionamiento con las Falklands/Malvinas, de hecho, Chile ya no acepta que lleguen buques de la Royal Navy a aprovisionarse a puertos chilenos para no incomodar a la señora K.

Los casos de Perú y Bolivia no resisten análisis lógico y bien podrían ser abordados desde la perspectiva clínica, que se puede resumir en una relación sadomasoquista, como es el caso Lima-Santiago.

Dada la alta interdependencia de Chile, la implementación de una política exterior basada sólo en lo económico-comercial constituye un déficit que tendrá consecuencias futuras, especialmente cuando los argumentos se consideran reservados y el flujo de información en Cancillería es prácticamente inexistente, dado que, durante estos casi cuatro años de gobierno, Alfredo Moreno optó por manejar de manera personal y sin acceso a otros funcionarios de carrera las relaciones internacionales, las que sólo comparte con el Presidente.

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