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“La sabiduría de una Constitución consiste en ser un gran pacto de ciudadanía” Fernando Carrillo, impulsor de la Asamblea Constituyente de Colombia en 1990:

“La sabiduría de una Constitución consiste en ser un gran pacto de ciudadanía”

Cuando se piensa en Asamblea Constituyente, usualmente se vienen a la mente los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sin embargo, en el mundo existe una gran variedad de mecanismos y experiencias participativas para la construcción de nuevas constituciones. Uno de los casos emblemáticos es el de Colombia, que paradójicamente es muy poco mencionado en Chile, pese a que, para muchos actores relevantes de la Alianza por Chile, ese país constituye un referente desde el punto de vista de su desarrollo político en los últimos años. Aquí Carrillo, ex ministro del presidente Santos, entrega su experiencia en ese proceso.


La semana antepasada visitó el país Fernando Carrillo, un abogado colombiano, quien hasta hace muy pocas semanas fue ministro del Interior del presidente Juan Manuel Santos. Carrillo fue uno de los protagonistas principales del movimiento de la “Séptima Papeleta”, que impulsó la Asamblea Constituyente de Colombia a comienzo de la década de los 90. Invitado por el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, sostuvo una serie de reuniones y conferencias para dar a conocer la experiencia colombiana en materia constitucional.

El movimiento nació como una iniciativa de estudiantes de derecho de Colombia que, enfrentados a una fuerte crisis del sistema político, llamaron a introducir una papeleta en las elecciones que tuvieron lugar el 11 de marzo de 1990 pidiendo una reforma constitucional por la vía de una Asamblea Constituyente.

Carrillo es un firme defensor del proceso constituyente, tanto por la inclusión que genera como por los resultados que produjo para el caso Colombiano en términos del texto constitucional.

-En Chile se ha planteado un debate sobre la “vía institucional” para establecer una nueva Constitución. A su juicio, ¿cuándo es institucional un mecanismo para transformar la Constitución?

-La experiencia de Colombia fue fundamentalmente la creación de hechos políticos que llevaron a la reforma constitucional en una primera instancia y después a la Asamblea Nacional Constituyente, que dio como resultado la Constitución de 1991.

Los hechos políticos son tozudos y contundentes. Cuando se inicia un proceso constituyente uno puede decir cuándo comienza, pero no cuándo termina. Todos los sistemas políticos latinoamericanos están en un proceso de relegitimación, hay nuevas coordenadas sociales y nuevos actores que están reclamando nuevos espacios institucionales. Me parece que los pactos políticos deben abrirle paso a todo esto. Se están viniendo lo que algunos han llamado las primaveras en el mundo y en varios países de la región. Todo esto supone repensar los espacios de la política, reinventar los partidos políticos y darles acceso a los nuevos liderazgos de la región. Si es a través de una Constituyente, puede ser secundario, lo importante es la interpretación que cada generación tiene sobre las circunstancias políticas de un determinado momento, teniendo en cuenta las diferentes herencias que tienen nuestros sistemas políticos latinoamericanos.

Hoy más que nunca la democracia requiere ser consolidada, sus reglas del juego redefinidas, sus actores redimensionados, me parece que todos los países estamos en eso. En Colombia hicimos este proceso en el 91, que generó la Constitución más progresista de la historia de mi país. Esto nos ha servido para ambientar todas las reformas de avanzada que se han hecho. Muchas normas de la Constitución ni siquiera se han puesto en marcha, no las hemos desarrollado. Creo que es el consenso político más importante de la historia de Colombia, me parece un momento irrepetible. Es una Constitución que permite cumplir con todos los compromisos de los acuerdos de paz en curso, que en este momento se están tratando de concretar en la Habana con las FARC.

[cita]“Se están viniendo lo que algunos han llamado las primaveras en el mundo y en varios países de la región. Todo esto supone repensar los espacios de la política, reinventar los partidos políticos y darle acceso a los nuevos liderazgos de la región. Si es a través de una constituyente, puede ser secundario, lo importante es la interpretación que cada generación tiene sobre las circunstancias políticas de un determinado momento, teniendo en cuenta las diferentes herencias que tienen nuestros sistemas políticos latinoamericanos”, afirma Carrillo.[/cita]

-¿Qué marco le ha otorgado la Constitución del 91 al proceso político de Colombia?

-La columna vertebral, la espina dorsal de la Constitución de 1991, son los derechos. Se incorporó la acción de tutela, una herramienta de protección de derechos verdaderamente revolucionaria, que es, además, el factor de democratización de la justicia más importante de Colombia. Junto con esto, está el Tribunal Constitucional, cuya función fundamental ha sido la protección de los derechos de los colombianos.

Cuando uno piensa, por ejemplo, en los escenarios de la pobreza y de la desigualdad, que en teoría les dieron el origen a la guerrilla y los grupos subversivos, se encuentra uno con que existen los mecanismos constitucionales diseñados por la Constitución del 91, que nos permiten luchar contra la pobreza y la desigualdad, considerando estas realidades como un problema de derechos y no sólo como factores económicos o estadísticos. La desigualdad se enfrenta dando voz a las comunidades, ampliando su participación. En la medida que la gente tenga voz, derechos y participación, va a tener herramientas para luchar contra la desigualdad. En el componente de los  derechos y participación, la Corte Constitucional ha sido trascendental en la defensa de derechos, ha sido factor indiscutible de reducción de la pobreza y la desigualdad.

El gobierno del Presidente Santos ha sacado un millón setecientos mil personas de la pobreza y más de ochocientos mil colombianos de la pobreza absoluta y eso es parte de una política de respeto de los derechos de la gente; los derechos económicos son los que tienen que ver con la pobreza, el derecho a la educación, a la salud, a la Seguridad Social, en esto ha habido progresos notables. La Constitución del 91, como máximo regulador de los derechos de los colombianos, con los instrumentos institucionales que tiene, ha jugado un papel preponderante, por eso nosotros dijimos, desde siempre, que la Constitución era un instrumento de paz y para la paz.

-¿Cómo se formó el movimiento “Séptima Papeleta” en Colombia, que propició la Asamblea Constituyente?

-Surge en el año 1990, en medio de la muy triste coyuntura del asesinato del candidato a la presidencia de la República por el partido liberal, Luis Carlos Galán. Yo era monitor de Derecho Constitucional y comenzamos a pensar cuáles son las vías que, desde el punto de vista de los estudiantes, de los jóvenes, de las nuevas generaciones de colombianos, pueden encontrar la luz al final del túnel. Estábamos en un sistema político bloqueado, se había intentado reformar la Constitución muchas veces y, cuando se produce el asesinato de Galán y dos candidatos presidenciales más, se da una gran confluencia de los movimientos estudiantiles de las universidades privadas y públicas, para decir tenemos que ser capaces de reformar la Constitución.

En alguna clase de Derecho Constitucional, yo propuse que metiéramos un papelito distinto en los sobres que iban para las urnas, adicional a los seis papeles que los colombianos iban a introducir en las urnas en las elecciones del 11 de marzo de 1990. Ese día se elegían senadores, representantes, diputados, concejales, alcaldes. La idea fue: incorporemos un papel que diga Asamblea Nacional Constituyente y esto creó un hecho político arrollador. La mayoría de los colombianos creyeron en esa propuesta, los medios de comunicación nos respaldaron, hasta los partidos tradicionales, que en un primer momento fueron reacios a la idea, terminaron apoyándola. Se conformó, así, un movimiento de opinión nacido en la sociedad civil, nacido en los estudiantes, que permitió la reforma de la Constitución que en ese momento tenía 105 años y que era retardataria, conservadora, centralista, que bloqueaba el sistema político, que no centraba sus luchas en la garantía de los derechos de los colombianos, para llegar a una Constitución que hizo exactamente lo contrario, una Constitución que reconoció la diversidad, el pluralismo, que abrió el sistema político, que abrió el sistema territorial a las regiones y que  generó dinámicas de defensa de los derechos, con base en el Poder Judicial.

-¿Qué obstáculos tuvo el movimiento por la “Séptima Papeleta” en Colombia?

-La idea era enfrentar la crisis de representatividad y legitimidad del sistema político con una experiencia de democracia participativa con control, porque no se trataba de implantar un sistema de democracia directa sin controles. Los sectores más tradicionalistas, que no creían en la democracia participativa, se opusieron a esta iniciativa. Pero la principal oposición fue al contenido de la reforma. La gran pregunta era: ¿para qué una Asamblea Constituyente? Colombia necesitaba una Constituyente para afianzar la cultura de derechos, para garantizar el ejercicio de estos, para fortalecer el Poder Judicial, para fortificar y robustecer el Estado, para redimensionar las relaciones entre el Ejecutivo y Legislativo, para darles poder a las regiones, para regular las relaciones económicas, no adoptando modelos radicales, desde el punto de vista de una u otra opción, sino para modernizar las relaciones económicas entre el Estado, el sector  privado y el mercado. Para todo eso era necesario hacer un nuevo pacto con reglas del juego distintas. Insistiría que el tema fundamental era la garantía de derechos de los colombianos.

-En Chile cuando se habla de Asamblea Constituyente surge el temor a un “vacío institucional”, y que se generaría mucha incertidumbre. ¿Se manifestó en Colombia algo de ese debate?

-Exacto, en Colombia a ese fenómeno le llamaban el “síndrome del cheque en blanco”. Creo que la clave para enfrentar esa preocupación es la definición de los contenidos. Una cosa es el ropaje, el rótulo o el frasco donde se meten las reformas y otra que es fundamental es su contenido. La clave es poder determinar por qué en un momento definido de la historia de un país se hace necesario adaptar la Constitución a los nuevos tiempos, o tratar de superar los déficits de la democracia por la vía de incorporar canales institucionales que sean útiles.

Yo siempre ponía un ejemplo cuando hacíamos la campaña en Colombia y era el siguiente: el sistema político, emulando al organismo humano, tiene unos huesos que son las normas constitucionales; pero también tiene unos músculos que son las instituciones que mueven a los huesos, a esa norma constitucional. Pero, además, tenemos un sistema nervioso que va a alimentar todo lo anterior, y ese sistema nervioso es la cultura política, son las relaciones entre los ciudadanos. Y el problema en América Latina es que mucha de esa ciudadanía no se siente representada por los partidos políticos.

Entonces, no es un debate sobre si queremos o no una Constituyente. La pregunta central a responder es para qué se necesita esta Constituyente y esta nueva Carta Fundamental. Entiendo que Chile está en un momento de transición donde se está discutiendo cuáles van a ser las reglas del juego que, desde el punto de vista de la interpretación de esta generación que está llegando al poder, va a regir los destinos del país en las próximas décadas.

-¿Cómo se realizó el acuerdo político, desde el movimiento “Séptima Papeleta” a la Asamblea Constituyente?

Este tema es relevante. Los hechos políticos que se crearon fueron relevantes para los procesos de reforma y siempre fueron retroalimentando al proceso de negociación política. El hecho político fue introducir una papeleta demandando una Asamblea Constituyente; similar a lo que en Chile se está haciendo con la campaña “Marca tu Voto”. El gobierno planteó como respuesta sensata la idea de una Asamblea Constitucional con ciertas reglas y temario específico. Pero la propia Corte Suprema legitimó la manifestación ciudadana como un ejercicio del poder soberano, y entonces se abre la posibilidad de constituir una Asamblea Constituyente que pudiese reformar cualquier artículo de la Constitución.

Aquel proceso se dio dentro de los límites de la Asamblea Constituyente que tuvo un nivel de representatividad tremenda. Estaban representados allí desde un movimiento guerrillero que se había integrado a la vida política, hasta el partido conservador tradicional. Participó un movimiento conservador emergente, el movimiento liberal tradicional; movimientos sociales que llegaron solos a la Constituyente; había tres representantes de los grupos indígenas. Es decir, una completa fotografía del país. Es muy importante de mencionar que no se llegó al extremo de que los partidos tradicionales se hubiesen tomado la Asamblea para cambiar todo sin que nada cambiase; pero tampoco llegamos al otro extremo de constituyentes revolucionarias, que muchas veces se van al otro extremo. La Constitución de Colombia de 1991, guardando una línea muy centrista, es una de las constituciones más progresistas de América Latina.

-¿Cómo se conforma la estructura del debate o fue la Asamblea la que fijó los términos de lo que debía discutirse?

-Dentro de la planificación original era lo primero, era tener las reglas del juego establecidas. Pero cuando comienza a sesionar la Asamblea, comienza a definir sus propias reglas de carácter autónomo y así ocurrió. Pero no se produce nunca un desbordamiento que nos llevase a aprobar normas que después nos hubiésemos arrepentido.

-En Chile, tiende a asociarse Asamblea Constituyente con el chavismo y la izquierda. ¿Cómo lo ve Ud.?

-Este tema es muy relevante. Creo que una Constitución no puede cometer el error de radicalizar el modelo económico constitucional. La mayoría de las constituciones del mundo (España, Alemania, Estados Unidos), permite cualquier acción económica independiente de lo que está en la Carta Magna. Esto significa que nunca se debe constitucionalizar una ideología. Porque la constitucionalización de una ideología la vuelve una de carácter rígida e inaplicable y la convierte en un instrumento de manipulación de quien está en el poder. La sabiduría de una Constitución consiste en ser un gran pacto de ciudadanía, un documento de consenso y yo creo que eso fue la Constitución de Colombia del 91. La magia consiste precisamente en lograr el consenso con una multiplicidad de actores. Creo que constituciones que van todas en la misma línea ideológica, que son vistas como instrumentos sólo de gobierno y que, como decía Churchill, se preocupan de las próximas elecciones y no de las próximas generaciones, son constituciones llamadas a fracasar.

-¿Cómo se eligieron los Constituyentes en Colombia?

-Desde el punto de vista de los requisitos, se redujeron al mínimo, de modo que se democratizó la posibilidad de llegar a integrarla. Este fue un gran factor y a la Constituyente llegaron dirigentes políticos, dirigentes indígenas, campesinos, sindicalistas. El proceso fue uno de elección popular totalmente abierta, en circunscripción nacional, lográndose una representación muy representativa (sic), desde ex guerrilleros hasta conservadores.

Otra cosa muy importante es que dentro de la Asamblea llegan a ser presidentes dos dirigentes políticos –uno de ellos secuestrado por el M-19– y la coalición se da entre este dirigente y precisamente el movimiento que meses antes lo había secuestrado. Esa es una muestra de convivencia y capacidad de búsqueda de consensos en el país.

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