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El nuevo mapa del poder en la ex Concertación Fin del eje DC-PS decretado por Montes configura escenario inédito

El nuevo mapa del poder en la ex Concertación

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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No se trata de “desechar” a la DC, al contrario, dicen que el peor error que se puede cometer es que la falange “se sienta acorralada, arrinconada”. Por eso la pauta es “cuidar” al socio en su totalidad, que se sienta “cómodo”, agregan, respetar a la hora del diálogo su institucionalidad, pero manteniendo los canales que se han construido con las otras voces del partido y, sobre todo –dicen–, con la claridad de que “en esta vuelta el PS no le debe nada a la DC”.


Está sangrando por la herida. Así de simple, así de directa es la explicación al unísono que circula en la Nueva Mayoría para las versiones sobre supuestas molestias, las señales en ciertos diarios, las declaraciones y acusaciones de que Michelle Bachelet favoreció a Carlos Montes en desmedro de Soledad Alvear en la disputa senatorial por Santiago Oriente. Es más, en el conglomerado sentencian que es lógica la reacción, ya que para todos es evidente que el esposo de la parlamentaria, Gutenberg Martínez –el máximo exponente del partido del orden en la DC– fue el gran derrotado la noche del 17 de noviembre.

Dicen que el círculo de Alvear está “inventando” lo del favoritismo, que eso no fue tal, que ella perdió porque “se confió”, hizo “una mala campaña” y la candidatura de Manuel José Ossandón “le robó muchos votos”. Pero que la verdadera razón de la molestia es que ahora el “Gute no podrá rearticular su poder” en el seno de la coalición, como tenía planificado. Su objetivo –agregan– era, a través de la senadora, “negociar” con el PS, directamente con Camilo Escalona y, desde la Cámara Alta, reafirmar ese eje del poder. Pero el ex timonel socialista también perdió en las urnas, en un cupo DC promovido por Martínez, y desde marzo estará fuera del Congreso.

Dos derrotas que son el reflejo de un cambio interno en el ajedrez del poder de la coalición, una estocada profunda al partido del orden (también conocido como el Mapu-Martínez), que generarán –afirman– un reacomodo de la gestión parlamentaria, que demuestran que los “antiguos dirigentes” están en retirada, pero sobre todo que abre la puerta a que en los próximos cuatro años la verdadera toma de decisiones no se haga mirando siempre a la derecha. No es gratuito, entonces, que Montes el martes ya declarara que “pretender tener un eje y que los demás se subordinen, no funciona (…) en esta nueva etapa es fundamental una amplia mayoría para llevar adelante las transformaciones que la oposición ha comprometido a la ciudadanía”.

[cita]La verdadera razón de la molestia es que ahora el “Gute no podrá rearticular su poder” en el seno de la coalición como tenía planificado. Su objetivo –agregan– era, a través de la senadora, “negociar” con el PS, directamente con Camilo Escalona y, desde la Cámara Alta, reafirmar ese eje del poder. Pero el ex timonel socialista también perdió en las urnas, en cupo DC promovido por Martínez, y desde marzo estará fuera del Congreso.[/cita]

Aludió directamente a la relación privilegiada con la DC por la que el PS optó los últimos años, una que desde ahora tendrá cambios. Pero no es la DC en su totalidad, aclaran en la coalición, es puntualmente con ese sector de la falange, el grupo de poder interno que maneja los hilos del partido, que ahora ha perdido terreno, que ya no tiene piso y del cual sus máximos exponentes están en retirada. Ahí están Alvear, el clan Walker, Martínez, Edmundo Pérez Yoma, Andrés Zaldívar.

Triunvirato

Por ello, en la Nueva Mayoría hablan que se está instalando un nuevo orden interno, de un giro evidente en los cimientos del poder, fortalecido con el resultado de las parlamentarias. Esta no es la Concertación, agregan, y por tanto, los puntales no son los mismos y sus actores tampoco. “El PS obtuvo 17 diputados, el PPD otros 15 y el PC seis, es evidente que la balanza se inclina, que hay un capital de izquierda no menor”, recalcan.

Por lo mismo, ya se habla que a la hora de dar estabilidad a la Nueva Mayoría el PC será un actor clave, una de las patas necesarias para sostener la mesa. No sólo duplicó a seis sus diputados, sino que entre ellos tiene figuras con arrastre y vínculos  con el movimiento social –Camila Vallejo y Karol Cariola–  con lo que adquirieron un “mayor peso específico que es indiscutido” y que, además, permitirá neutralizar “los intentos de condicionamiento” que el sector derrotado de la DC saca a colación cada cierto tiempo.

No se trata de “desechar” a la DC, al contrario, dicen que el peor error que se puede cometer es que la falange “se sienta acorralada, arrinconada”. Por eso la pauta es “cuidar” al socio en su totalidad, que se sienta “cómodo”, agregan, respetar a la hora del diálogo su institucionalidad, pero manteniendo los canales que se han construido con las otras voces del partido y, sobre todo –dicen–, con la claridad de que “en esta vuelta el PS no le debe nada a la DC”.

Una nueva lógica de hacer las cosas que deje atrás el entendimiento exclusivo de un sector del PS con el grupo de poder de la DC que terminaba por imponerse al resto. Al igual que Montes, el futuro senador por los Ríos, Alfonso de Urresti (PS), también delineó ese cambio el martes: “Tenemos que tener un amplio entendimiento de todas las fuerzas políticas y sociales (…) ese tiene que ser el eje del nuevo período, sin exclusiones de ningún tipo ni hegemonías de ninguna clase”.

Lo relevante es que, hasta hace poco, quienes levantaban la voz con estas críticas estaban en la periferia, pero hoy se instalan como actores centrales.

Los secuestros

Reconocen que no será fácil, que los riesgos están latentes, pero que el panorama descrito hace que las opciones sean auspiciosas para llevar adelante la agenda reformadora –tributaria, educación y constitucional– que se quiere implementar.

Las presiones en contra estarán, pero con los cambios en el elenco pierden fuerza, por lo que esta vez es factible que Bachelet “no sea secuestrada” por el partido del orden, como lo fue en su primer gobierno, que se reflejó desde la instalación de Mónica Jiménez en el Ministerio de Educación –fiel exponente de la línea de Pérez Yoma–, hasta el poder que tuvo Expansiva, de la mano de Andrés Velasco desde el Ministerio de Hacienda.

El mejor ejemplo del peso del partido del orden en el gobierno de Bachelet fue precisamente la polémica Ley General de Educación (LGE), esa que fue producto de un acuerdo político que no recogió las demandas de la “revolución pingüina” del 2006 y que quedó grabado a fuego con la imagen de parlamentarios, ministros y Presidenta incluida con los brazos arriba.

Varios en la entonces Concertación estaban en contra de la LGE, encontraban que era un mal proyecto, que era un error garrafal impulsarlo, que le saldría caro al conglomerado y que el peor pecado que cometía era, precisamente, dejar fuera la educación pública.

Algunos parlamentarios, entre esos Montes, le llevaron una carta al entonces ministro Segpres, José Antonio Viera-Gallo (PS, ex Mapu y del partido del orden), dejándole claro estos puntos, pero no tuvieron eco. Es más, es casi leyenda la comisión política del PS donde se debatió qué debía hacer el partido frente a la LGE, porque hasta llamadas presidenciales hubo durante su sesión reclamando orden de las huestes socialistas.

Montes no aprobó el proyecto, no se puso para la foto y no le salió barato. Con varios parlamentarios (unos 30 diputados y una decena de senadores) trataron de impulsar un bloque por la educación pública, pero fue desarticulado –cuentan sus protagonistas– por las fuertes presiones que recibieron entonces desde La Moneda y sus propios pares de la Concertación, liderados por Escalona, que con dureza apelaba durante aquellos días a la disciplina con la Presidenta a cualquier costo.

Ese amarre también le pasó antes a Ricardo Lagos Escobar, cuando en 1999 no logró ganar la Presidencia en primera vuelta (con Carlos Ominami como jefe de campaña) y quedó a poco más de 30 mil votos de Joaquín Lavín (UDI). En un golpe de timón, puso de generalísima de la campaña de segunda vuelta a Alvear, lo que instaló el mito político de que el triunfo se debió al papel que ella jugó y no a los votos del PC que en el balotaje apoyaron a Lagos. La importancia de ese sector de la DC y del partido del orden en la administración laguista, fue evidente, incorporando a la trenza de poder a personeros clave como Ernesto Ottone, Enrique Correa y José Miguel Insulza.  Así fue como Lagos terminó “amado por los empresarios”, al decir del timonel gremial de la época, Hernán Somerville.

Pero ahora fuera del poder, Lagos incluso ha estado fumando opio. La mejor señal la dio con su visto bueno al Movimiento Marca Tu Voto, apoyando la iniciativa de marcar Asamblea Constituyente (AC) en el sufragio, como forma de expresión ciudadana para pedir un cambio de la Constitución.

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