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El  “Grupo de los 10” y sus planes para permanecer a la cabeza de las embajadas en el gobierno de Bachelet Entraron en dictadura a la Cancillería y hoy no quieren perder cuotas de poder

El “Grupo de los 10” y sus planes para permanecer a la cabeza de las embajadas en el gobierno de Bachelet

Bastián Fernández
Por : Bastián Fernández Periodista de El Mostrador
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El eventual triunfo de la ex Mandataria este 15 de diciembre prendió las alarmas entre los embajadores de carrera con más de 20 años de servicio. Desde el comando hay un plan para propiciar el recambio generacional en la Cancillería. Articulados en una red que se remonta a los comienzos de la dictadura, diez embajadores chilenos acordaron una hoja de ruta en conjunto a fin de “resistir” los eventuales cambios. Una jugada que no cayó bien en el comando de la candidata de la Nueva Mayoría.


Fue una mala jugada. Así se evaluó el almuerzo que sostuvieron diez embajadores cercanos a la Nueva Mayoría hace dos semanas en el restaurante Squadritto. Los asistentes fijaron un plan de acción en vista del próximo gobierno de Michelle Bachelet.

La preocupación no es menor. El “grupo de los diez” está compuesto por embajadores que ingresaron al servicio exterior durante la dictadura de Augusto Pinochet, entre 1974 y 1982, sin pasar por la Academia Diplomática. Hoy están en su edad de jubilación y llevan más de 20 años siendo embajadores. Durante los gobiernos de la Concertación, construyeron una red de “cooperación”, que hoy impide el “recambio generacional” y taponea las posibilidades de funcionarios con título profesional y que pasaron por la Academia.

Los embajadores en cuestión son: Cristián Barros (India, PPD), Fernando Ayala (Trinidad Tobago, PPD), Patricio Pradel (Uruguay, DC), Carlos Apelgreen (Unión Europea, DC), Roberto Ibarra (Canadá, Indep.), Rolando Drago (Cuba, PPD), Germán Guerrero (Director de Cultura, DC), Francisco Marambio (Ex Embajador en Sudáfrica, Indep.), Manuel Hinojoza (Director de Europa, Indep.), y Juan Pablo Lira (Colombia, DC).

ELIGIENDO UN SUBSECRETARIO

El aperitivo del almuerzo estuvo marcado por los “lamentos” de aquellos que no obtuvieron acreditaciones para el Hotel San Francisco, donde Michelle Bachelet esperará los resultados este 15 de diciembre. El único presente con ese “privilegio” fue Fernando Ayala, ex director de Protocolo de Michelle Bachelet, quien es cercano a la ex Mandataria; de hecho, la invitó a su matrimonio.

[cita]El nombre depende de la militancia que tenga el próximo Canciller. Si este fuese DC, el grupo promoverá a Fernando Ayala (PPD) y si fuese PPD o PS, promoverá a Juan Pablo Lira (DC). “El resto se cuelga detrás del subsecretario para acceder a las embajadas”, comentan quienes conocieron la reunión. Ese es el objetivo de este grupo de embajadores, que “está preparando un frente de contención ante los posibles cambios que pueda haber en la Cancillería y que puedan quitarles poder”, comenta una fuente que conoció detalles de la reunión. [/cita]

En ese tiempo, Ayala fue el contrapeso del ex ministro de Relaciones Exteriores Alejandro Foxley, al punto que este último renunció, en parte, por la existencia de una Cancillería paralela. Ésta fue montada por el equipo de asesores de la Presidenta Bachelet y Ayala surgió como una de las piezas clave del grupo, justamente por su cercanía a la mandataria.

En el restaurante de Lastarria –un clásico de los políticos, donde el consumo promedio es de $16 mil por persona– se cocinó otro plato.

Los asistentes coordinaron acciones en conjunto con miras al próximo gobierno. Según quienes conocieron el encuentro, se “tantearon” liderazgos a fin de poder “levantar” nombres para la subsecretaría de Relaciones Exteriores.

El nombre depende de la militancia que tenga el próximo Canciller. Si este fuese DC, el grupo promoverá a Fernando Ayala (PPD) y si fuese PPD o PS, promoverá a Juan Pablo Lira (DC). “El resto se cuelga detrás del subsecretario para acceder a las embajadas”, comentan quienes conocieron la reunión.

Ese es el objetivo de este grupo de embajadores, que “está preparando un frente de contención ante los posibles cambios que pueda haber en la Cancillería y que puedan quitarles poder”, comenta una fuente que conoció detalles de la cita.

“Ellos no están velando por el futuro del Minrel, sino que por el futuro propio, ya que la mayoría está a cinco años de jubilar y quieren tener un último destino en el próximo gobierno”, dice otra fuente conocedora de los asuntos al interior del Ministerio.

MOLESTIA DEL BACHELETISMO

El almuerzo y su filtración a la prensa –se publicó en La Segunda, pero sin los detalles– no cayeron bien en el comando bacheletista, donde existe una especial sensibilidad a aquellos nombres que se proponen desde fuera, sobre todo antes de la segunda vuelta.

“Produjo un malestar, ya que enviaron una mala señal política al Comando. No puedes confeccionar algo y hacerlo público antes de la elección”, señala otra fuente conocedora de la interna.

Lo anterior es confirmado desde el Comando, donde aseguran que la verdadera razón del enojo es que “están conspirando, tirando candidatos, y buscando imponer nombres”.

El equipo de Relaciones Exteriores de Michelle Bachelet tiene en vista implementar reformas en la Cancillería. Éstas apuntan a “jubilar” a los funcionarios con más de 20 años en un mismo grado, 40 años de servicio, o 65 de años de edad.

El “grupo de los 10” cumple con la mayoría de estos requisitos.

Otra de las aristas que tiene nervioso a este grupo de embajadores son los trascendidos sobre el posible canciller. Juan Somavía, José Goñi y Álvaro Elizalde son nombres lejanos a su radio de acción, con los que no tienen puentes políticos.

PECADO DE ORIGEN

Los miembros de esta trenza –con excepción de Juan Pablo Lira– tienen un “pecado de origen”. Entraron a la Cancillería entre 1973 y 1982, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. Existían, entonces, muchas vacantes, ya que los funcionarios cercanos al gobierno de Salvador Allende fueron despedidos, detenidos o exiliados.

Para ingresar a la Cancillería entonces había que sortear ciertos “filtros”. Uno de ellos fue, evidentemente, respaldar o simpatizar con la dictadura. Se privilegió la selección de personas que tuviesen familiares militares y no fue requisito haber estudiado en la Academia Diplomática.

“La gran mayoría son hijos de milicos. Se dio la circunstancia de que algunos de ellos estaban en la universidad y otros no. En ese momento se prefirió la lealtad con el régimen. Entraron rápido al ministerio y muchos no pasaron por la Academia. Tenían que llenar los cupos vacantes. Cuando ellos entraron no se exigía un título, esa es su excusa. ¿Pero por qué no estudiaron después?”, comenta una fuente que ha trabajado en el Servicio Exterior.

Muchos de los embajadores de carrera vigentes, simpatizantes de la Nueva Mayoría, “fueron parte de la dictadura y participaron, al menos, como cómplices pasivos”, dice una fuente al interior del Ministerio.

Sobre lo anterior, el libro Asociación Ilícita: Los archivos secretos de la dictadura (CEIBO, 2012), de los periodistas Carlos Dorat y Mauricio Weibel, aporta un sinnúmero de documentos, cartas y cables que confirman la estrecha cooperación entre la Cancillería y los servicios de inteligencia y represión de la dictadura (DINA y CNI).

“Otra fuente habitual de información fueron los reportes de las delegaciones diplomáticas. Embajadores y cónsules comunicaron con prontitud todo acto supuestamente lesivo a los intereses de la dictadura” señala el libro.

Las embajadas generaron reportes diarios sobre lo que se decía de Chile en los medios de comunicación extranjeros. Pero también pusieron un ojo sobre sus compatriotas en el exterior, siguiendo de cerca sus movimientos, en particular los de aquellos que habían sido exiliados.

“Visitas de religiosos, misas en poblados lejanos de un país europeo, discursos en recitales sudamericanos, actividades de periodistas o reuniones políticas quedaron registrados en los aerogramas o télex secretos remitidos por los diplomáticos. El material, salvo error, siempre llegó a la CNI, ya fuera como mero reporte o como un informe producido y sistematizado por los propios ministerios, con la firma responsable de las más altas autoridades de cada repartición. Toda esa información alimentó las fichas del kárdex de la policía secreta, articulando extensos listados de referencia sobre opositores o simples funcionarios públicos. Otro material habitual fueron los reportes de actividades, los que desclasificaron las acciones clandestinas de partidos políticos o agrupaciones gremiales. En ellos fue clave el trabajo de infiltrados en el extranjero”, se sostiene en este libro.

Hoy la Cancillería es comparada con las Fuerzas Armadas por su rigidez, dificultad de subir de rango y por la trenza de embajadores que impide la renovación. El “grupo de los 10” es sólo una de esas redes que ya se ha articulado para enfrentar el próximo escenario.

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