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Chile-Perú: el reposo del fuego ANÁLISIS

Chile-Perú: el reposo del fuego

Políticos de todos los sectores especularon sobre la necesidad de atar la implementación del fallo a una especie de acuerdo solemne mediante el cual Chile le exija a Perú el fin de toda controversia posterior. Aparece aquí lo casi inevitable en estos tiempos, la escuela idealista dominada por el wishful thinking, dejando al descubierto que en las elites chilenas sigue muy presente la idea de que entre los Estados se pueden generar ambientes estáticos donde predomine lo comercial, lo societal y todo lo bello de la vida. Por el contrario, las relaciones internacionales, dicen los realistas, son siempre un conjunto de procesos absolutamente dinámicos donde los que imperan son los intereses.


Este es el título de uno de los poemas centrales del recientemente fallecido literato José Emilio Pacheco –uno de los poetas más notables de los últimos años en lengua castellana– y encaja a plenitud en la comprensión del diferendo peruano-chileno, el cual, aparentemente, terminará con el establecimiento de una nueva frontera marítima. Así al menos lo desearon los 16 jueces integrantes de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, que emitieron un veredicto que, cosa curiosa, fue festejado de inmediato en los dos países; en Perú, por cierto, con más entusiasmo. Mal que mal, Lima ganó un espacio marítimo que aproximadamente equivale a la Octava Región chilena.

Tratando de escudriñar sus efectos de largo plazo, cuesta entender tal festejo, y, más aún, que los dos presidentes en ejercicio asistan campantes a una cumbre multilateral, de importancia discutible, como si nada hubiese pasado. A todas luces es imposible, que, si ambos países no se pudieron poner de acuerdo ex ante, manifiesten ex post tal satisfacción con lo ocurrido en La Haya. Claramente aquí hay gato encerrado y es político; aristas variadas.

Por una parte, en lo tangible, Chile amaneció ayer con un espacio soberano menor que el que tenía el lunes. Tal aserto es una verdad del porte de una catedral medieval. Pero como dicha pérdida ocurre en un espacio marginal, desde casi todo punto de vista, hay poco o nada que lamentar. El propio Presidente saliente fue claro al admitir que más se perdió en la remuneración de los abogados, según dijo uno de sus ex ministros. De tal manera que los festejos hay que entenderlos como una suerte de Saturnalia (aquellas fiestas romanas para la plebe tras una derrota militar).

Por otra parte, dado que el espacio físico perdido es marginal, para Chile la derrota en La Haya hay que verla más bien en el ámbito de lo intangible. Así, entonces, en el recuerdo político estará el haber caído en un caso netamente fabricado y nada menos que por quien fue derrotado en la Guerra del Pacífico, ese punto donde anida el germen de toda esta disputa. Por eso, e inevitablemente, a futuro se irá incubando un ruido nuevo, ya que este vecino desdeñoso, con claro menor desarrollo económico y dotado de bajas capacidades militares (comparadas), fue lo suficientemente hábil como para haber ganado estatura estratégica sólo con las armas del derecho. ¿Quién podría dudar que hoy Perú es más que ayer, que Torre Tagle es más que el edificio J. M. Carrera? Lo lamentable para Chile es que, pese a todos los artilugios de soft power focalizados, empleados por el país, como un TLC bilateral, esfuerzos comunes para darle proyección a la Alianza del Pacífico, la regularización migratoria para los peruanos residentes en Chile y otros de naturaleza extrema, como las cuerdas separadas, Torre Tagle consiguió ampliar significativamente aquello que los peruanos denominan el Mar de Grau. Los fríos hechos así lo testimonian.

[cita]¿Quién podría dudar que hoy Perú es más que ayer, que Torre Tagle es más que el edificio J. M. Carrera? Lo lamentable para Chile es que, pese a todos los artilugios de soft power focalizados, empleados por el país, como un TLC bilateral, esfuerzos comunes para darle proyección a la Alianza del Pacífico, la regularización migratoria para los peruanos residentes en Chile y otros de naturaleza extrema, como las cuerdas separadas, Torre Tagle consiguió ampliar significativamente aquello que los peruanos denominan el Mar de Grau. Los fríos hechos así lo testimonian.[/cita]

Por lo tanto, al darse la derrota principalmente en el plano de lo intangible, ésta irá repercutiendo de forma paulatina en la política interna y exterior, y quizás de Defensa de Chile. Por de pronto, se divisa una fuerte discusión respecto a la necesidad de seguir adhiriendo al Pacto de Bogotá o directamente de seguir reconociendo a la CIJ. Saldrán a flote debates sobre múltiples asuntos de envergadura variada, como la experiencia de aquellos países que decidieron en algún momento no acatar los fallos. Este debate se dará por la sencilla razón de que se está ad portas de la presentación de otro caso cuyo germen también está en la Guerra del Pacífico: Bolivia. Claro, podría argumentarse que los derechos expectaticios constituyen uno de los fundamentos jurídicos más bizarros de los que se tenga conocimiento. Así es efectivamente, pero la Cancillería chilena deberá demostrar aquello y hacerlo ante 16 personas, impredecibles y que poco o nada saben de epidermis localistas. Huelga subrayar, además, que se debe contratar abogados, que, como bien lo recordó el Presidente, no son baratos. Todo esto inmerso, asimismo, en un ambiente político interno crispado y dominado por criterios de transparencia. ¿Cómo se va a precaver el país de tales eventualidades?, ¿qué costos políticos internos puede tener para el gobierno de turno la decisión de abandonar el Pacto de Bogotá?, ¿hay masa crítica en el país como para discutir alternativas creativas al Pacto de Bogotá, cautelando el compromiso de Chile con el derecho internacional? Los acérrimos defensores del Pacto podrían darse la molestia de enterarse de qué países lo han ratificado con reservas y cuáles derechamente no lo han ratificado, preguntándose si aquello ha deteriorado su imagen democrática. Ejercicio similar debe hacerse con los casos en que se ha desconocido un fallo de la CIJ.

Otro efecto importante del fallo emitido ayer se relaciona con su implementación. Hay temas técnicos nada menores, como el establecimiento de las llamadas «coordenadas precisas» y que la Corte deja en manos de las partes. Aquí se abre un verdadero abanico de microelementos potencialmente negativos. Su enorme complejidad es tal, que la propia Corte prefirió restarse de este detalle tan incómodo.

Luego viene otra gama de asuntos, «que tomarán tiempo», y que se relacionan con los cambios legislativos internos por parte de Perú. El tema medular aquí es si Perú adherirá o no a la Convención del Mar. Como se sabe, la Constitución peruana (Art. 54) contempla un concepto propio –»dominio marítimo»– que comprende al mar adyacente a sus costas, el lecho, y el subsuelo hasta 200 millas marinas desde las líneas de base, donde ejerce soberanía y jurisdicción. Sin contradecirla, este alcance constitucional peruano no se ajusta a la CONVEMAR, que establece las primeras 12 millas a partir de la costa como mar territorial, siendo las 188 restantes Zona Económica Exclusiva donde debe garantizarse el libre tránsito. La duda de si Perú va a impetrar soberanía teniendo como base su concepto de «dominio marítimo» (exigencia de permisos para navegar y sobrevolar), también generará inevitables ruidos, los cuales terminarán, o zanjándose políticamente, o bien ubicándolos delicadamente en una nebulosa.

Políticos de todos los sectores especularon sobre la necesidad de atar la implementación del fallo a una especie de acuerdo solemne mediante el cual Chile le exija a Perú el fin de toda controversia posterior. Aparece aquí lo casi inevitable en estos tiempos, la escuela idealista dominada por el wishful thinking, dejando al descubierto que en las elites chilenas sigue muy presente la idea de que entre los Estados se pueden generar ambientes estáticos donde predomine lo comercial, lo societal y todo lo bello de la vida. Por el contrario, las relaciones internacionales, dicen los realistas, son siempre un conjunto de procesos absolutamente dinámicos donde los que imperan son los intereses.

2014 no se viene fácil en América Latina, por lo que esta visión magnánima de la política exterior puede verse sometida a ciertas tensiones y los estertores de La Haya podrían poner paños no precisamente fríos. Gran parte de la atención estará este año en Brasil, no sólo por la realización del Mundial de Fútbol, sino por las elecciones, donde la probable segunda vuelta pone un interesante signo de atención. Y Brasil está llamado a ser un socio privilegiado de Chile durante los próximos 4 años.

Luego están las elecciones de Colombia, donde, más allá de la posible reelección de Santos, está el destino de unas conversaciones de paz bastante imprevisibles, de las cuales Chile es «acompañante». También hay comicios en Bolivia, nuestro próximo interlocutor en La Haya a partir, probablemente, de mayo. También las hay en Uruguay, donde quizás gane Tabaré Vásquez, de quien los Kirchner no tienen los mejores recuerdos y bien podrían acrecentarse las turbulencias allende los Andes.

En suma, se vienen momentos interesantes en la relación bilateral con nuestros vecinos y con todo nuestro entorno. Hay una oportunidad cierta de dejar atrás décadas de hostilidad y poner las relaciones sobre un nuevo pie. Mas, la raya de La Haya, parece tener tras sí una estela de imprecisiones, que bien rememoran ese poema del difunto poeta mexicano, El reposo del fuego.

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