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Tagualda-Gate: análisis del numerito de los subsecretarios de Bachelet

Tagualda-Gate: análisis del numerito de los subsecretarios de Bachelet

«Ni la distancia monárquica de Bachelet para con los medios y los partidos, ni la delicada alquimia usada para distribuir la dote del poder pudieron evitar que, aun veladamente, la DC exigiera y el PC escupiera», sostuvo el analista Camilo Feres en una columna de opinión publicada en el vespertino La Segunda.


En una columna publicada este jueves por el vespertino La Segunda, el analista Camilo Feres hizo un duro análisis de las razones detrás de los tropiezos que sufrió la nominación de los subsecretarios que a partir del 11 de marzo asumirán en el nuevo gobierno de la presidenta electa, Michelle Bachelet.

A su juicio, lo anterior es resorte de la conformación de un conglomerado que tiene múltiples agendas, pero que se ha articulado en la adhesión a un programa que, a su juicio, terminó convirtiéndose en un «fetiche» y en un comodín para justificar «adhesiones difíciles de explicar».

Y sostiene que «ni la distancia monárquica de Bachelet para con los medios y los partidos, ni la delicada alquimia usada para distribuir la dote del poder pudieron evitar que, aun veladamente, la DC exigiera y el PC escupiera».

Lea a continuación la columna de Feres:

«Son muchas las lecciones que se pueden extraer de la primera crisis política que enfrentó Michelle Bachelet tras el fallido nombramiento de algunas autoridades de su futuro gabinete. Ordenadas desde lo trivial hasta lo políticamente más relevante, podemos destacar algunas conclusiones provisorias:

«El verano ya no es un refugio. Desde hace ya un tiempo que la máxima de dejar para el período estival las decisiones con potencial de conflicto dejó de tener vigencia en el manual de cortapalos de políticos y asesores. El fallido nombramiento del gabinete de Bachelet no hace sino ratificar que, en una sociedad más activada, conectada y demandante, el tener las patitas en el agua no significa un impedimento para manifestar descontento y hacer de ello un fenómeno de opinión pública. Los smartphones son hoy la navaja suiza del inconformismo ambiente y ahí donde el papel no llega, los bits campean.

«La rivalidad entre camarillas y partidos no es exclusiva de la derecha. Mucho se elogia la mayor cultura colectiva de los partidos de la izquierda, sensación que se exacerbó tras el arribo de la derecha al poder y su interminable espectáculo de “discos pare”, mensajes en siciliano por la prensa y arrebatos en pleno palacio presidencial. Sin embargo, con el forcejeo entre el círculo íntimo de Bachelet y los Partidos por las nominaciones y con sus conflictos posteriores, la Nueva Mayoría ha mostrado credenciales suficientes para disputar el cetro a sus adversarios políticos.

«El aprecio a la política no es la cura a todos los males. El desprecio para con los rituales del poder y las lógicas serpenteantes de la política fueron el gran déficit de la administración Piñera. Frente a ello, el arribo de una coalición con más “muñeca” y asambleas en el cuerpo aparecía prometeica ante tanto movimiento social y “discolaje”. Pero ni la distancia monárquica de Bachelet para con los medios y los partidos, ni la delicada alquimia usada para distribuir la dote del poder pudieron evitar que, aun veladamente, la DC exigiera y el PC escupiera.

«Un programa, muchas agendas. Invocado hasta el hartazgo, el programa de la Nueva Mayoría se ha convertido en un fetiche. Durante la campaña se usó para justificar adhesiones difíciles de explicar, usando el “adherimos al programa” como la forma más elegante de decir “ingresamos ahí donde dijimos que nunca lo haríamos”.

«Una vez electa Bachelet, sin embargo, el sacrosanto programa se ha convertido en el comodín para salir al paso de toda pregunta que acuse incongruencia entre trayectoria política y misión futura. Pero en el fracaso de la nominación de Claudia Peirano la sola invocación al programa fue insuficiente. Hoy, por el contrario, éste emerge más como arma de estigmatización y conflicto que como factor de cohesión y congruencia.

«La pérdida de validez del programa como faro es tan simple de explicar como compleja de enmendar: la heterogeneidad de la coalición que se prepara para gobernar no es distinta de la diversidad de agendas, aspiraciones y razones que han derivado en el triunfo de Bachelet. Pensar que los chilenos eligieron un papel y que cumplir con él es el único requisito, sería de un infantilismo difícil de justificar.

«Un hábil y experimentado político me señaló una vez que para llegar a gobernar se requería de un candidato, un programa y una alianza. El verdadero desafío de la coalición que se prepara para gobernar desde marzo será asumir que la tercera de estas tres patas cojea y que los límites del acuerdo que la llevó al poder son aún un espacio en construcción y disputa.

«La Nueva Mayoría debe asumir que su alianza cojea y que los límites del acuerdo que la llevó al poder son aún un espacio en construcción y disputa».

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