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Chadwick: la única forma de gobernar El rol clave del hombre fuerte de La Moneda para el segundo aire piñerista

Chadwick: la única forma de gobernar

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Nadie discute, en el actual oficialismo, que sí hizo la tarea, que cumplió. Ni siquiera en la Alianza, entre quienes están distantes o enojados con el gobierno, desconocen que el desempeño de Chadwick como conductor político fue el factor que movió la balanza para que, al final, la salida del Ejecutivo no fuera tan amarga, considerando que se repitió el estigma de que los gobiernos de derecha son un paréntesis y no logran ser reelegidos.


Cuando dejó su escaño en el Senado para llegar directamente a la Secretaría General de Gobierno, el objetivo era uno solo, claro y preciso: ordenar La Moneda para hacer que la gestión de Sebastián Piñera no terminara en rojo. Así, cual Vito Corleone en El Padrino, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, desplegó un estilo que le valió concentrar el poder real en Palacio, apagó incendios e hizo gala de su capacidad para manejar todos los hilos políticos que fueran necesarios dentro y fuera de La Moneda, para que este martes 11 el Presidente entregue la banda tricolor con alguna chance de mirar hacia el 2017.

“Es verdad, el objetivo que fijaron cuando llegó al gobierno era terminar lo más cerca posible del 50% de aprobación ciudadana en las encuestas o, al menos, más del 40%”, confesaron en el equipo de asesores de Chadwick. “La idea era que no reprobara Piñera, había que mejorar los números rojos”, agregaron otros en Interior.

Y nadie discute, en el actual oficialismo, que sí hizo la tarea, que cumplió. Ni siquiera en la Alianza, entre quienes están distantes o enojados con el gobierno, desconocen que el desempeño de Chadwick como conductor político fue el factor que movió la balanza para que, al final, la salida del Ejecutivo no fuera tan amarga, considerando que se repitió el estigma de que los gobiernos de derecha son un paréntesis y no logran ser reelegidos.

En julio del 2011, cuando Piñera llegaba a un escuálido 26% de aprobación y las movilizaciones sociales tenían al gobierno por las cuerdas, Chadwick fue nombrado como vocero La Moneda. Desde el principio, recuerdan en el gobierno, tuvo atribuciones mucho más allá de las propias de la Segegob: “Fue un vocero político”, afirma un asesor RN del gobierno.

Ahí comenzó a llenar de manera informal –recuerdan en La Moneda– el vacío de conducción política del gabinete que existía con el estilo de Rodrigo Hinzpeter en Interior, que era fuertemente rechazado en las encuestas por la represión a las movilizaciones sociales. Basta recordar un “cacerolazo” que retumbó en Santiago el 2011, al mejor estilo de las protestas ochenteras contra la dictadura, precisamente como un acto de reprobación ciudadana. Hinzpeter, además, era duramente cuestionado por la Alianza y en particular por la UDI, además de protagonizar un permanente y público enfrentamiento con el Poder Judicial, que tuvo momentos de alta tensión.

Ese despliegue en las sombras fue sólo hasta noviembre del 2012, cuando Piñera optó por trasladar a Hinzpeter a Defensa e instalar a Chadwick en Interior. “Tiene más experiencia política que nadie en el gobierno, incluso más que el propio Presidente Piñera y eso fue lo que puso en práctica”, precisó un asesor de La Moneda.

[cita]Que el segundo piso de asesores desapareció cuando él llegó a La Moneda y quedó reducido a un grupo casi sin injerencia, es sólo un reflejo del poder que concentró Chadwick. “Él se transformó en el segundo piso, todo, pero todo, pasaba por él”.[/cita]

Que el segundo piso de asesores desapareció cuando él llegó a La Moneda y quedó reducido a un grupo casi sin injerencia, es sólo un reflejo del poder que concentró Chadwick. “Él se transformó en el segundo piso, todo, pero todo, pasaba por él”.

Obviamente el ministro tenía a su favor una condición que ningún otro de sus pares en el gabinete ni subsecretarios tuvo. Es el primo de Piñera, por ende, siempre tuvo línea directa con el Presidente, un diálogo franco, confianza plena y, sobre todo, el hecho de que “lo escuchaba”, lo que no es muy propio del estilo del Mandatario.

Esa condición de “primo” le valió críticas duras desde su propio partido, cuyos parlamentarios durante una buena temporada consideraban que en realidad la UDI no tenía un ministro en La Moneda, sino que Chadwick privilegiaba el lazo familiar antes que los intereses del gremialismo.

Comentan que, en su defensa, el jefe del gabinete ha dicho en reiteradas ocasiones que quienes sacan a colación el argumento del “primo” es porque no lo conocen, que él hizo lo que correspondía, velar por el Presidente de la República y no por su partido.

Dicen que ese fue el costo principal que pagó, “hipotecó” y “desgastó” todo su capital político al interior del gremialismo, es más, con sectores de la UDI las relaciones quedaron bien deterioradas. Pero igual logró alinear a la bancada y al partido con La Moneda, redujo el fuego interno de críticas, al punto que al final los principales detractores de Piñera están en el que era su partido, RN, y no en la tienda de calle Suecia.

Apostó por estar en terreno, en términos políticos, o sea, aplicó una política de puertas abiertas con parlamentarios y alcaldes, de todos los sectores políticos, lo que quedó reflejado en las variopintas audiencias en Palacio, junto con el sinfín de reuniones y conversaciones en el Congreso. Pero en especial con la UDI, precisamente así, ha ido tratando de limar las asperezas y eliminar las tensiones de estos dos años.

Es duro en la política, ni se arruga. No es gratuito lo de El Padrino, un seudónimo que muchos en Palacio y la derecha le reconocen. Pero es simpático, rasgo de su personalidad al que echó mano para “generar buena sintonía” con el resto del gabinete, especialmente en el comité político.

En el gobierno dicen que junto con un buen equipo de asesores, reconocido en el gobierno como de los mejores, la dupla que hizo con el abogado Luis Hermosilla fue más que relevante. Socios y amigos, con el reconocido y destacado penalista “chequeaba y operaba” en el mundo judicial. Con él y a través de él, manejó temas de seguridad, casos complejos y claves vinculados al conflicto mapuche –como el asesinato del matrimonio Luchsinger– y aplacó bastante la tensión con el poder judicial.

Hablando de equipos, fueron comentario en La Moneda, durante un buen tiempo, la tensión y diferencias con el subsecretario Rodrigo Ubilla (RN). Sin embargo, aseguran varios en el gobierno que al final lograron “armar una buena dupla y funcionó”, especialmente –agregaron– por la capacidad que poseen ambos de desarticular conflictos en terreno y de negociar, lo que terminó potenciándose.

Piñera no se va como uno de los mejores Mandatarios. Le entregará la banda a Michelle Bachelet, se le cuestionan las cifras de su gestión, el haber puesto en jaque herramientas claves del Estado, como el Censo y la CASEN, pero, sobre todo, se va con una derecha fraccionada, derrotada electoralmente a nivel presidencial, parlamentario y municipal.

Por eso dicen en la Alianza que los logros de Chadwick tienen una doble lectura. Efectivamente “ejerció bien su poder, no se cayó en pequeñeces, hizo la pega de salvar al Presidente, no se equivocó en eso”. El punto es que un gobierno –agregan– siempre es mucho más que una sola persona, en este caso, que Piñera.

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