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Peñailillo y las riendas del Ministerio del Interior: De menos a más Del traspié de los subsecretarios al positivo balance por el terremoto

Peñailillo y las riendas del Ministerio del Interior: De menos a más

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Los primeros días posteriores al 11 de marzo no era extraño escuchar en el oficialismo que lo veían nervioso e incluso eran varios los que temían que no iba a durar mucho en el cargo, que no iba a dar el ancho. Pero hasta ahora ha demostrado ser ejecutivo, práctico y ejercer liderazgo, tener control de toda la información y apostar a “estabilizar la relación” política con sus críticos en la propia Nueva Mayoría.


En el Ministerio del Interior no podían evitar sonreír cuando se dio a conocer la semana pasada el resultado de la encuesta Adimark, donde el ministro Rodrigo Peñailillo fue el quinto mejor evaluado del gabinete. Una cifra que difícilmente alguien esperaba en los días previos al cambio de mando y las primeras semanas de la instalación del gobierno, cuando arreciaban los detractores en la propia Nueva Mayoría. A un mes de haber llegado a La Moneda, el balance en el gobierno, el oficialismo e incluso la derecha, es que “el Peña” ha ido sin pausa de menos a más.

Fue el brazo derecho de Michelle Bachelet durante la campaña presidencial, meses en los cuales siempre abundaron las críticas contra Peñailillo por el hermetismo de las decisiones. Los cuestionamientos llegaron a su peor momento en febrero, cuando se acumulaban los reparos públicos contra varias nominaciones del gabinete recién anunciado por la entonces Mandataria electa, lo que finalmente terminó con la bajada de cuatro subsecretarios –Claudia Peirano (Educación), Miguel Moreno (Bienes Nacionales), Hugo Lara (Agricultura) y Carolina Echeverría (Fuerzas Armadas)– antes de asumir.

En todo momento se sindicó a Peñailillo y al ministro de Hacienda, Alberto Arenas, como los responsables directos del traspié. Se les cuestionó la desprolijidad, la improvisación, la falta de consulta a los partidos y el error de chequeo. A ese escenario se sumaba la desconfianza mayoritaria en la clase política por la poca experiencia del jefe político del gabinete en las altas lides, ya que, además de su paso como gobernador en Arauco, básicamente su trayectoria ha sido al alero de Bachelet, todo sin contar que tiene apenas 40 años.
Los primeros días posteriores al 11 de marzo no era extraño escuchar en el oficialismo que veían al ministro del Interior nervioso, incluso varios agregaban que temían que no durara mucho en el cargo, que “se lo iba a comer” la envergadura del Ministerio. Como se dice comúnmente, “que no iba a dar el ancho”.

Pero en un mes se ha revertido bastante el clima, así como las opiniones y se considera que su gestión es “un proceso en desarrollo”. Entre sus pares ministros dicen que Peñailillo ha demostrado en este tiempo ser ejecutivo, práctico, que “ejerce liderazgo y mando”, pero –agregan– manteniendo “una buena relación con todos”. Que se caracteriza por escuchar, que tiene control de toda la información y que, entre los factores que juegan a su favor para desempeñarse sin tropiezos, está su cercanía con la Presidenta Bachelet, al punto que se dice en Palacio que para la Mandataria es una suerte de hijo político.

[cita]En la Adimark de la semana pasada Peñailillo obtuvo un 69% de aprobación de su gestión, y en el gobierno muchos apuestan a que aumentará en la medición siguiente, porque el trabajo de campo de este sondeo no alcanzó a registrar ni medir su participación en Icare ni el despliegue por el terremoto, dos hitos que han sido considerados puntos de inflexión para que se instalara la evaluación colectiva de que el ministro “va de menos a más”.[/cita]

Eso le permite –añaden– tener una “complicidad” y “sintonía fina” a toda prueba con la Mandataria que ha sido útil en la coordinación del trabajo día a día.

El ministro Peñailillo tiene clara la impronta que quiere establecer desde Interior: ser el jefe político del gobierno. Cuentan que tiene una visión crítica de lo que fue la gestión de Rodrigo Hinzpeter y Andrés Chadwick en esta cartera, porque les bajaron el perfil y el peso a las tareas, “era sólo contingencia”, en circunstancias que para él –afirman– es “el lugar desde donde se bajan las directrices políticas del gobierno”.

Su idea no es “banalizar” la investidura hablando todos los días y de cualquier tema, como –dicen– fue la tónica en la administración anterior, sino que escoger bien los momentos y los temas, precisamente para marcar puntos de inflexión.

Esa es la impronta, explican, que trató de marcar en su debut con el mundo empresarial en la reunión de Icare a fines de marzo. Fue ahí donde enfrentó las críticas del sector a las reformas estructurales del programa, afirmando que «el principal riesgo para la estabilidad del país está en el inmovilismo, en el conformismo con lo existente, en el no hacer los cambios necesarios» y aseguró que «no vamos a refundar Chile. No estamos partiendo de cero. Hemos avanzado como país y lo valoramos como un gran esfuerzo colectivo. Pero no hemos llegado al Gobierno para hacer más de lo mismo. No nos vamos a quedar en el conformismo o administrar el modelo, sin hacer los cambios necesarios».

Una performance que fue muy bien evaluada por moros y cristianos, tanto en la vereda política como en la empresarial.

Bajo la misma premisa se explica el rayado de cancha a la UDI esta semana, cuando los acusó de desplegar una campaña del terror contra la Reforma Tributaria, en alusión a los panfletos que ha distribuido el gremialismo para advertir de los males que traería la aprobación de la enmienda. “Pareciera que estuviéramos en la Guerra Fría. Este tipo de panfletos con la campaña del terror, como vemos en las campañas a veces, la verdad es que no conducen a nada”, dijo, en el mismo tono mesurado con que después sugirió –sin nombrarlo– que el ex Presidente Sebastián Piñera debería tomar vacaciones y no hacer gabinetes en las sombras.

Sin prisa pero sin pausa

Con el terremoto, Peñailillo sacó a la luz un rasgo que pocos conocían de él y que sorprendió a muchos, como confiesan. Tiene “un muy buen despliegue” en terreno. Agregan que en el norte dio muestras de “empatía”, “naturalidad”, “ubicación” y manejo, muy parecido al estilo de la propia Presidenta, que es uno de sus puntos más fuertes.

Ni en la derecha critican la capacidad de reacción ni despliegue del ministro del Interior para enfrentar el terremoto de Iquique y Arica.

En la Adimark de la semana pasada Peñailillo obtuvo un 69% de aprobación de su gestión, y en el gobierno muchos apuestan a que aumentará en la medición siguiente, porque el trabajo de campo de este sondeo no alcanzó a registrar ni medir su participación en Icare ni el despliegue por el terremoto, dos hitos que han sido considerados puntos de inflexión para que se instalara la evaluación colectiva de que el ministro “va de menos a más”.

Añaden en el gobierno que, asimismo, de menos a más, ha sido la relación con su subsecretario Mahmud Aleuy, que trabajan coordinados, que hablan en todo momento –por teléfono o en persona– para hacer un trabajo complementado.

No hay que olvidar que cuando se nombró el gabinete y sucedió el episodio de los subsecretarios, fue Aleuy quien tuvo a cargo el nuevo protocolo y chequeo de autoridades. Es más, cuando lo nombraron subsecretario del Interior fueron muchas las interpretaciones que hablaban de que su tarea sería apuntalar a Peñailillo y hacer el trabajo político en las sombras.

Hoy en Palacio se cree que el ministro ha “sorprendido” a su subsecretario, que el caso gobernadores en el que se pidió la renuncia a la PPD Claudia Placencio (PPD) y a Cristián Fernández (MAS), a sólo siete días de asumir, “empató las cosas entre los dos” y “no hay gallitos entre ellos”.

Explican que Peñailillo “ha mostrado muñeca política”. No es gratuito que el grueso de la derecha hable bien de él. En RN confiesan que “tienen buena opinión” del ministro, que “mostró cintura con el terremoto”, que se ha “preocupado de estar en contacto permanente con varios de los principales dirigentes del partido”. Visión que es compartida en Amplitud.

En la UDI hay opiniones divididas. Están los que lo valoran en los mismos términos que sus socios de RN y está el sector gremialista que desconfía e insiste en dudar de su capacidad. Lo ven muy joven para el cargo y consideran que no va a durar.

En la Nueva Mayoría pasa algo parecido, aunque se confiesa en el gobierno que ha “logrado estabilizar la relación” con los timoneles oficialistas. A pesar de los progresos, a muchos en la coalición les sigue generando ruido que Peñailillo no sea “de la clase política tradicional” del conglomerado, lo que se mantiene como uno de sus flancos débiles, pero que trata –reconocen– de compensarlo con un permanente contacto con los partidos, “respondiendo el teléfono a casi todo el mundo”.

“Hasta ahora lo ha sorteado bien”, señalan en La Moneda, aunque saben que este ha sido sólo el primer mes. Que a Peñailillo le queda mucho, casi todo el camino por delante y, sobre todo, sortear las pruebas más relevantes para medir el éxito del segundo gobierno de Bachelet: cuánto se logre cumplir e implementar de las promesas de reformas del programa.

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