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Karen Espíndola: El caso emblemático que remece la discusión del aborto terapéutico Testimonio recobra interés tras decisión de Bachelet de patrocinar proyecto

Karen Espíndola: El caso emblemático que remece la discusión del aborto terapéutico

En febrero de 2009 dio a luz a su hijo Osvaldo, quien presentaba una grave malformación cerebral. El diagnóstico, sin embargo, lo conoció a las 12 semanas de gestación, por lo que emprendió una infructuosa batalla por lograr la interrupción de su embarazo. El pequeño alcanzó a vivir dos años y cuatro meses sin recibir los cuidados y atenciones que prometía el sistema para casos como el suyo. Karen reflexionó más tarde que habría preferido evitarle el sufrimiento y, sobre todo, no haberlo visto morir.


«Cuando tenía 12 semanas de embarazo mediante una ecografía detectaron una grave malformación en el cerebro del Osvaldo, llamada Holoprosencefalia Alobar que después evolucionó a semilobar. Yo busqué en Internet y sólo encontré malas noticias:  niños muy enfermos, y que algunos no sobrevivían con graves malformaciones. Yo en ese minuto pedí un aborto a los médicos, después de todo lo que vi.  Me informé de la enfermedad y las escasas esperanzas que había de que el Osvaldo naciera vivo. En ese minuto pedí un aborto a mis médicos, pero acá en Chile está prohibido en cualquier circunstancia, cosa que me entere en ese momento».

Este es el relato que escribió en su blog Karen Espíndola, de 28 años de edad, quien se convirtió en el caso emblemático de la discusión sobre aborto terapéutico, misma que se reactivó a partir del 21 de mayo pasado, cuando la Presidenta Michelle Bachelet planteó en su discurso ante el Congreso Pleno la necesidad de avanzar hacia la despenalización del embarazo en circusntancias como la violación, el riesgo de vida de la madre y la inviabilidad del feto.

Lo cierto es que su hijo no murió al nacer, sino que cuando tenía dos años y cuatro meses de vida, el 25 de junio de 2011. Pero no fue fácil. Karen recuerda que Osvaldo no tuvo el trato privilegiado que en ese entonces le prometieron las autoridades de salud, considerando su delicada situación.

«Ahí empezaron mis odiseas en el sistema de salud pública por promesas que nunca se han cumplido, a mendigar por ayuda que nunca ha llegado, por vivir en un país donde nadie hace nada, a cansarme de golpear puertas, en llorar a mares por las injusticias, por eso volví a salir en los medios porque el Estado te impone algo. La Constitución dice ‘protege la vida del que esta por nacer’ pero parece que lo olvidan, por eso creo en seguir luchando y alzando la voz porque ellos desde el momento que nacieron y respiraron por sí solos están pidiendo una oportunidad en este mundo, la cual se merecen vivirla lo más digna posible y eso significa salud de calidad, rehabilitación integral, acceder a terapias alternativas y a todo lo que les ayude a mejorar siempre su calidad de vida», sostiene en su blog.

Para todas las atenciones que requería el pequeño, la joven terminó con una deuda de más de cinco millones de pesos por gastos, que asegura no contribuyeron a mejorar su calidad de vida. “No hay pensiones para estos niños, no hay rehabilitación integral. No hay nada que sirva para ayudar a su calidad de vida. Hay organizaciones pro vida pero son puros discursos. Si ellos creen en el cielo y en Dios, esto se gana con hechos no con discursos. Hablo de toda la gente y organizaciones que me criticaron públicamente –y que aún lo hacen– y que jamás me tendieron una mano: Chile unido, Isfem, Proyecto Esperanza, Siempre por la Vida, el senador Carlos Larraín, el ministro Jaime Mañalich y el diputado Giovani Calderón”, planteó en septiembre de 2011.

Por esos mismos días, Karen escribió una columna en la que expresó cuál era el fondo de su posición favorable al aborto terapéutico.

«Personalmente no tengo palabras para explicar lo doloroso que significa ver a un hijo sufrir en vano y sin poder hacer nada por remediarlo. Piensen por un segundo en la preocupación que implica cualquier accidente o enfermedad de un hijo y, luego, comprendan que esos pensamientos invadieron mis pensamientos cada día, desde el momento en que supe el diagnóstico de mi hijo y que siguen dando vueltas en mi cabeza. Piensen finalmente en lo doloroso que significa para cualquiera, ver morir a su hijo. ¿Habrá dolor más grande que ese? ¿Se dan cuenta la magnitud de lo que estoy hablando? ¿Por qué entonces no conceder la posibilidad de evitar tanto dolor humano que además resulta pueril para quien se dice defender?».

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