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¡La Serpiente no prevalece!: sepulcros blanqueados Opinión

¡La Serpiente no prevalece!: sepulcros blanqueados

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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Al parecer algunas de nuestras autoridades eclesiásticas están ciegas y ya dejaron de pensar en el servicio a Jesucristo, centrándose más en las siempre tentadoras atracciones del poder y en la defensa de la ‘estructura’, que terminan por alejarlos del servicio y la justicia. Los hechos y la historia reciente al menos parecieran ratificar esta percepción. De ser así, Dios nos guarde de este descarrilamiento.


Acerca de los correos dados a conocer por la prensa entre los dignatarios de la Iglesia Católica chilena, queda confirmado que nuestro Arzobispo ha actuado con poca transparencia y luego ha faltado a la verdad en los descargos que ha realizado. Deshonesto y vergonzoso.

Necesitamos una Iglesia Católica que además de anunciar la verdad la viva partiendo por nuestros líderes que son los Arzobispos y Obispos, donde su existencia privada sea igual a su vida pública, y donde las bellas y profundas enseñanzas evangélicas no solo sean expresadas en los documentos y homilías sino también puestas en obra en las acciones y prácticas, en particular en el gobierno de la comunidad eclesial que le corresponde, algo que deja mucho que desear a lo menos en la Arquidiócesis de Santiago.

[cita] En este contexto chileno y luego de tomar conocimiento de estos correos, solo me queda reflexionar que ojalá la llamada ‘serpiente’ prevalezca, ya que –en esos términos– al parecer en ella está la verdad, la justicia, la honestidad y el amor que nos ha sido regalado en Jesucristo, la prefiero ante la hipocresía, la incongruencia, la mentira y el ‘tráfico de influencias’ eclesiales, que no hacen más que dañar la realización de las enseñanzas del Evangelio y la construcción de una comunidad católica al servicio de los más pobres y excluidos, de las víctimas y de los violentados [/cita]

La fidelidad a la Iglesia y a sus pastores no puede estar sometida a que se termine por negar la verdad y la justicia, ya esos tiempos pasados murieron y no nos atemorizan las sombras de las excomuniones ni las amenazas veladas de las autoridades eclesiales, ni menos las descalificaciones personales que realizan –haciendo uso de su autoridad– a partir de sus intervenciones semiprivadas en las comunidades particulares, la coherencia de vida hoy es una exigencia y la autoridad ya no la puede ejercer un pastor solo por el cargo que le ha sido asignado sino que tiene que validarse por intermedio del propio testimonio, como tan tempranamente nos lo pidió el mismo Cristo. Hoy la autoridad debe necesariamente legitimarse.

Quienes creemos en Jesucristo y su Iglesia no necesariamente les debemos una obediencia ciega e irracional a las autoridades que nos han asignado dentro de la estructura y gobierno eclesial, de hecho cada uno tiene su sagrada conciencia en la cual puede encontrar mucha verdad y una guía maravillosa para vivir cerca de Jesucristo y ser parte de la comunidad fundada y deseada por Él, sin ir más lejos San Gregorio decía que ‘los pobres son nuestros Maestros’, no que los Obispos eran nuestros maestros.

¿Quién falsea realmente la verdad? En este contexto chileno y luego de tomar conocimiento de estos correos solo me queda reflexionar que ojalá la llamada ‘serpiente’ prevalezca, ya que –en esos términos– al parecer en ella está la verdad, la justicia, la honestidad y el amor que nos ha sido regalado en Jesucristo, la prefiero ante la hipocresía, la incongruencia, la mentira y el ‘tráfico de influencias’ eclesiales, que no hacen más que dañar la realización de las enseñanzas del Evangelio y la construcción de una comunidad católica al servicio de los más pobres y excluidos, de las víctimas y de los violentados.

Al parecer algunas de nuestras autoridades eclesiásticas están ciegas y ya dejaron de pensar en el servicio a Jesucristo, centrándose más en las siempre tentadoras atracciones del poder y en la defensa de la ‘estructura’, que terminan por alejarlos del servicio y la justicia. Los hechos y la historia reciente al menos parecieran ratificar esta percepción. De ser así, Dios nos guarde de este descarrilamiento.

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