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El hastío de Rivas: «Los políticos, en vez de controlarse a ellos mismos, avanzan cada día en el control de los ciudadanos» El crítico literario dice estar cansado de escuchar a «justicieros e impostores de pacotilla»

El hastío de Rivas: «Los políticos, en vez de controlarse a ellos mismos, avanzan cada día en el control de los ciudadanos»

El director de Publicaciones de la UDP asegura estar «agotado de ver como los espacios para ejercer las libertades individuales se reducen hasta la denigración y en nombre de nuestra salud» y que «contrariamente a lo esperado, los impulsos de muerte de quienes detentan el poder se expresan en los deseos por restringir la autonomía».


El crítico literario y director de Publicaciones de la Universidad Diego Portales, Matías Rivas asegura estar «hastiado y cansado» de oír a «justicieros e impostores de pacotilla» que hablan desde sus podios y «esgrimen una idea bastarda de la justicia y la honestidad» una falsa idea de verdad absoluta olvidando «el pensamiento de Pascal: “No poseemos la verdad ni el bien nada más que en parte y mezclados con la falsedad y con el mal”.

Rivas también critica la falta de perspectiva y la mirada limitada en reformas sustanciales como la del aborto o la legislación en torno a las drogas blandas, como la marihuana. a continuación su columna publicada en La Tercera:

*»Estoy cansado, sí, profundamente exhausto de escuchar impostores mentirme en la cara y de oír a justicieros de pacotilla. Siento que a estas alturas del año el ruido ambiente saturó los niveles tolerables. Dan ganas de apagarse. No tengo oídos para escuchar las voces alienadas que le sacan punta a las desgracias hablando desde sus podios, ya sea la radio, la televisión, los seminarios o los pasillos del poder. ¿Acaso son sujetos impolutos Tomás Mosciatti, Gonzalo Rojas e Ignacio Walker? Para nombrar tres emblemáticos “buenoides”. Se ve que se mueven en el plano de las certezas. Sospecho que ese atrevimiento solo puede venir de la ignorancia y del narcisismo. Los dueños de la verdad esgrimen una idea bastarda de la justicia y la honestidad, que corre exclusivamente para los que no son sus cercanos. Desconocen la viga en sus ojos. No la quieren ver o no pueden sentirla por limitaciones vinculadas a un orgullo desfigurado, el mismo orgullo histérico del rey cuando está desnudo. Olvidan el pensamiento de Pascal: “No poseemos la verdad ni el bien nada más que en parte y mezclados con la falsedad y con el mal”.

Estoy agotado de ver como los espacios para ejercer las libertades individuales se reducen hasta la denigración y en nombre de nuestra salud (la lista de alimentos cancerígenos de la OMS ya fue el summum). La expropiación de la voluntad para hacer lo que uno estime pertinente no es sancionada y no puede ser más sofocante. Las pulsiones por controlar de este gobierno son impúdicas, incluso más fuertes que los mentados compromisos. Están detenidos proyectos emblemáticos como el del aborto, y aún no se explica la razón de este estancamiento. Las indicaciones que incluyeron en la ley que pretendía revisar el consumo de marihuana son un retroceso y destruyen cualquier indicio de comprensión del asunto de las drogas blandas. Contrariamente a lo esperado, los impulsos de muerte de quienes detentan el poder se expresan en los deseos por restringir la autonomía. Esto podría leerse como un síntoma nefasto: los políticos en vez de controlarse a ellos mismos, que es lo urgente luego de los escándalos que los involucran, avanzan cada día en el control de los ciudadanos.

Estoy hastiado de ver cómo nuestra cultura se reduce a la comida y a los espectáculos masivos. A donde hemos llegados: hay más crítica de vinos y de restaurantes que de cualquier disciplina artística. Y los que devoran esos espacios después reclaman que los libros y los museos son caros y que por eso no pueden tener una educación mejor. Están indignados por el escaso acceso al conocimiento, aunque no están dispuestos a mover un dedo ni a pagar un peso por recibirlo.

Estoy aburrido de escuchar personas que operan en el mundo sobre la base de lo que llaman “razón”. Tienen demasiada fe en la lógica, como si esta determinara la conducta de cada cual. Al parecer, también soslayan las palabras de Pascal: “La razón obra con lentitud, y con tantas miras, sobre tantos principios, que a cada momento se adormece o extravía. La pasión obra en un instante”. Es esencial incluir en la conversación el análisis de las variables ocultas, del inconsciente como un actor clave. Para eso debemos partir por constatar que muchas de las cosas que decimos no significan lo que creemos. Es más, nada es tal cual creemos. Las apariencias y la representación inducen a engaño. Entonces, bajemos la confianza en el sentido común, que es el más fácil de engañar de todos los sentidos.

Este cansancio no solo es moral; también es físico. Son los años, los libros, la carne triste. Estoy más viejo e irritable. La experiencia me ha enseñado menos de lo que creía. Me limito a mis percepciones parciales y a las confesiones breves».

*Columna «Hastío», publicada en La Tercera.

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