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Mansuy entierra a los políticos de la transición: “Sus teclas dejaron de funcionar, sus códigos se volvieron añejos” Columnista critica a generación que creyó que “la patria estaba en deuda eterna con ellos”

Mansuy entierra a los políticos de la transición: “Sus teclas dejaron de funcionar, sus códigos se volvieron añejos”

«Al conocerse los primeros casos de financiamiento irregular de la política, no tuvieron idea más brillante que la de negarlo todo, en bloque: aquí no ha pasado nada, aquí nadie ha visto nada. Los almuerzos no son almuerzos, las boletas de familiares son legítimos servicios profesionales, las reuniones son solo sociales…», explicó el profesor de filosofía política.


La columna de Pablo Longueira el fin de semana, donde admitió que le «duele ver a los políticos tratados como delincuentes», pero sin explicar la naturaleza de sus correos con el ex gerente de SQM Patricio Contesse, continúa generando reacciones.

Esta vez la crítica vino desde Daniel Mansuy, profesor de filosofía política. El académico, en una columna publicada este miércoles por La Tercera, cree que el texto de Longueira representa un intento desesperado de toda la clase política que se vio afectada por estos escándalos de financiamiento irregular, para sobrevivir.

«No se trata solo de Longueira: a través de él, toda la clase política tradicional está realizando uno de sus últimos (y desesperados) intentos por sobrevivir. No hay otro modo de explicar el cerrado apoyo a su intervención: desde Juan Pablo Letelier hasta Jorge Pizarro, todo el establishment salió en bloque a respaldar al líder gremialista», explica.

Mansuy afirma que cuando el apoyo a Longueira es transversal, los dirigentes políticos «están defendiendo la trayectoria de toda una generación que ha conducido al país en los últimos decenios, y que asiste perpleja a su propio desplome. Sienten que algo se les escapó, pero no saben qué es ni cómo recuperarlo; perciben vagamente que el país cambió, pero quisieran detener el tiempo, y seguir utilizando las mismas recetas del pasado».

En ese sentido, Mansuy asegura que «sus teclas dejaron de funcionar, y sus códigos se volvieron añejos: bien decía Maquiavelo que los políticos que no se adaptan a la Fortuna están condenados al fracaso».

La  columna precisa que «no se trata de caer en un puritanismo hipócrita, ni tampoco de abogar por una renovación sin fondo ni contenido. Con todo, es innegable que aquella generación que –por intermedio de Pablo Longueira– clama hoy por respeto y comprensión, cometió un error garrafal al no saber medir el estado de la opinión».

Ese error es simplemente haber caído en la autocomplacencia, en la excesiva conciencia del valor de sí mismo y de los «servicios prestados» al país. «Al conocerse los primeros casos de financiamiento irregular de la política, no tuvieron idea más brillante que la de negarlo todo, en bloque: aquí no ha pasado nada, aquí nadie ha visto nada. Los almuerzos no son almuerzos, las boletas de familiares son legítimos servicios profesionales, las reuniones son solo sociales, y así. Cayeron en la trampa políticos eximios (como el mismo Longueira), los desafiantes (como ME-O y Velasco), la Presidenta (“me enteré por la prensa”) y Sebastián Piñera (que nunca ha dicho una palabra sobre las triangulaciones de dinero en su campaña)», recuerda Mansuy.

El académico concluye que «ante la evidencia, hubiese sido más aconsejable admitir los errores, reconocer las zonas oscuras y, desde allí, intentar reconstruir alguna legitimidad. Prefirieron no hacerlo, y ahora se quejan de las consecuencias de su propia decisión, reivindicando la dignidad de la política con palabras grandilocuentes, olvidando que –al poner tanta distancia entre su palabra y su acción– se sepultaron a sí mismos», explica.

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