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Peña se lanza con todo contra Insulza y dice que su análisis «reduce la esfera pública al debate judicial y malentiende la relación actual entre ciudadanía y los políticos» Asegura que de seguir así su máxima aspiración política será la de mantenerse como agente

Peña se lanza con todo contra Insulza y dice que su análisis «reduce la esfera pública al debate judicial y malentiende la relación actual entre ciudadanía y los políticos»

«Si ya no pueden juzgar a sus representantes por la fidelidad a una ideología (el agente Insulza es un buen ejemplo de cómo la ideología ya no parece inspirar a quienes alguna vez inflamaron a las masas con ella), tienen que juzgarlos por su desempeño, por el grado en que ejercen las modestas virtudes del apego a la ley y la rendición de cuentas. Y ocurre que la única forma de hacerlo es mediante los medios masivos», señala el rector de la UDP.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, cuestiona el análisis hecho por el ex ministro y agente chileno ante Las Haya, José Miguel Insulza, en donde pide que se juzgue y condene por la justicia los casos que involucran negocios con política, respetando la presunción de inocencia.

En su habitual columna en El Mercurio, el académico señala que Insulza se equivoca al precisar que «si la prensa aguardara con paciencia el veredicto de los jueces, la política recuperaría su prestigio y quienes viven de ella podrían seguir ejerciendo su oficio sin que su honra acabe herida».

Para Peña, el punto de vista del ex ministro reposa en dos errores: el primero es «reducir el escrutinio de la conducta de los políticos al estado judicial. Si se aceptara su punto de vista, las reglas del debate judicial (que tienen por objeto limitar la posibilidad de coacción del Estado) se trasladarían a la esfera pública reduciendo los deberes de quienes representan o aspiran a representar a la ciudadanía. Como es seguro Insulza jamás aceptaría esa consecuencia, él debe abandonar ese argumento».

El segundo error deriva de una «mala comprensión de la relación entre la ciudadanía y la clase política que, de perseverar en él, lo condenará a que su próxima aspiración política solo puede ser la de mantenerse como agente… Por la época de la transición ( de la que Insulza, todo hay que decirlo, fue uno de los gestores), la ciudadanía poseía una identidad social clara y los partidos (y sus dirigentes) podían confiar en lo que cientistas políticos acostumbran llamar «clivaje»: en el hecho que las personas adscribían a una posición política más que al desempeño de sus dirigentes».

Sin embargo, explica que como consecuencia del éxito de la transición, aparecieron nuevos grupos medios sin tener esa identidad y sin el clivaje, por lo que «estos grupos ahora juzgan a los políticos por su desempeño y no son fieles a una simple adscripción que (como resultado de la ampliación del consumo y la movilidad intergeneracional) hoy no existe».

«Esos grupos solo cuentan con los medios de comunicación para hacer el escrutinio de quienes conducen al Estado. Si ya no pueden juzgar a sus representantes por la fidelidad a una ideología (el agente Insulza es un buen ejemplo de cómo la ideología ya no parece inspirar a quienes alguna vez inflamaron a las masas con ella), tienen que juzgarlos por su desempeño, por el grado en que ejercen las modestas virtudes del apego a la ley y la rendición de cuentas. Y ocurre que la única forma de hacerlo es mediante los medios masivos», menciona.

Peña sostiene que la prensa se ha convertido en mediadores entre la ciudadanía y quienes la representan, como una necesidad de ganarse las audiencias masivas.

«Esto impone un fuerte gravamen a los políticos, entre ellos al estar sometidos a reglas más exigentes, y a una crítica más ácida, que al común de los mortales. Disminuir ese gravamen dañaría la democracia, acentuando la asimetría entre el político y el ciudadano (sobre esto puede consultarse el fallo en The New York Times versus Sullivan)», afirma.

El rector de la UDP señala que si se hiciera caso a Insulza y la gente no descalificara la conducta de los políticos esperando que la justicia se pronuncie y si la prensa se limitara a constatar hechos para no dañar el prestigio de ningún político, «entonces las predicciones de Gaetano Mosca, Pareto o Michels (cuyas obras describen el sistema social como dominado por una clase, la clase política) se cumplirían en Chile al pie de la letra: los políticos tendrían el camino libre para consolidarse como un grupo cuyos miembros, al margen de su posición ideológica o su historia personal, reconocerían los mismos intereses, conformando una suerte de oligarquía opaca que a pretexto de los intereses del Estado, la caballerosidad y la complejidad inabarcable de los asuntos públicos, acabaría, como ha estado ocurriendo el último tiempo (asunto ante el cual desgraciadamente José Miguel Insulza cree necesario no pronunciarse), infringiendo con esmero, o tolerando en silencio se infrinjan, las mismas leyes que apenas ayer promulgaban, una de las cuales fue la que él mismo y el entonces senador Longueira impulsaron».

Finalmente Peña señala que si ocurre lo anterior y si la clase política se consolida en el país «ahí sí que la democracia estaría definitivamente dañada».

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