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Tironi  inspirado realiza  orgullosa etnografía del «shileno» emergente en  vacaciones

Tironi inspirado realiza orgullosa etnografía del «shileno» emergente en vacaciones

«Estuve en el sur. Me bastó asomarme a la carretera para notar que estaba colmada de vehículos modestos repletos de pasajeros y casi siempre con este nuevo integrante de la familia chilena: la mascota. Si es cuestión de ver la gente que llenaba las estaciones de servicio para darse cuenta de la revolución demográfica. Encontrar las figuras rubias, esbeltas y con dockers , esas que dominaban hace una década, era como hallar una aguja en un pajar», escribe el sociólogo.


En su habitual columna en El Mercurio, esta vez Eugenio Tironi nos recuerda nuevamente que hace años dejó de pertenecer a la resistencia de izquierda marginal, para instalarse como una de las voces más escuchadas de la elite que construyó Chile, desde el retorno a la democracia en 1990.

Su texto se titula «Bueno», y es  muy parecido a una versión escenificada del discurso recurrente que se puede escuchar en gente como Ricardo Lagos sobre la nueva cara de Chile y su salto a la modernidad, que ahora, por razones que cuesta enumerar, mucha gente se ha encargado de cuestionar. Tironi en vez de situarse con los agoreros del pesimismo, entrega una luz de esperanza.

«No sé si será el descanso, pero he descubierto que siempre regreso optimista de las vacaciones. El motivo, esta vez, fue ver cómo los compatriotas hacían suyo Chile, cómo lo gozaban, cómo se les hinchaba el pecho de orgullo; algo que está en las antípodas al humor de Viña. Esto, pensé, nos augura un país mejor, aunque tenga costos para quienes monopolizábamos lo que ahora comienza a estar al alcance de todos», escribe.

Como ya lo ha hecho en ocasiones anteriores, el sociólogo se identifica en un segmento de gente con dinero y desde esa posición analiza lo que ve:

«Estuve en el sur. Me bastó asomarme a la carretera para notar que estaba colmada de vehículos modestos repletos de pasajeros y casi siempre con este nuevo integrante de la familia chilena: la mascota. Si es cuestión de ver la gente que llenaba las estaciones de servicio para darse cuenta de la revolución demográfica. Encontrar las figuras rubias, esbeltas y con dockers , esas que dominaban hace una década, era como hallar una aguja en un pajar. La mayoría eran morenos, bajos, algo entrados en carnes, con shorts y camisetas de la U o del Colo-Colo, que salían de los baños con la cabeza mojada para combatir el calor antes de reingresar a sus vehículos, no sin antes dar de beber a la mascota y tirar la basura en depósitos siempre repletos. Digamos que con las carreteras concesionadas pasó lo mismo que con el Metro de Santiago: se democratizaron», escribe, en un párrafo que no parece para nada muy novedoso, si es que se ha leído su leído su libro de 1999, La rebelión de las masas y el malestar de las elites.

Después la descripción se vuelve algo darwiniana o como las de Alberto de Agostini sobre la gente de Tierra del Fuego:

«Cada ciudad, pueblo o paraje que visité estaba invadido por el mismo tipo de chilenos con que me había encontrado en la carretera. Era conmovedora su emoción ante la belleza de los parajes, el precio del salmón y del cordero, la magnificencia de Valdivia, el küchen de murtilla, los alerces, coihues y copihues, las ferias tradicionales, los volcanes, las aguas calmas y cálidas de lagos y ríos. Se los veía en grupos, muchas veces tomados de la mano, como para no caerse ante el asombro. Estaban viendo con sus propios ojos de lo que les habían hablado en la escuela, o que solo habían visto por televisión, y como en un rito, asumían sorprendidos que todo esto era también de su propiedad, y que gozar de ello era un derecho que emana de su simple condición de chilenos», afirma.

Por último, Tironi se desahoga: «Es probable también que el año próximo no sea un vehículo, sino varios, los que bajen a la ribera del río, y que esto contamine más sus aguas. Admito además lo molesto que es para gente como uno perder el privilegio de disponer de tanta belleza solo para uno. Pero esto qué importa. Que estén aquí en el Río Bueno nos vuelve un país donde el cariño y orgullo por su naturaleza, su cultura y su historia están más asentados y extendidos. Lo que es bueno para todos», concluye.

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